"Pido al poema una zona de resistencia"

Rafael Felipe Oteriño reflexiona sobre la dificultad de la tarea poética. El poeta platense señala la relevancia de la poesía como ejercicio de sentido. La distancia, el aislamiento y la huida de lo convencional son los caminos para descifrar el secreto que "empaña el mundo".

POR FELICITAS CASILLO

La lectura de poesía podría ser descrita como la conquista de un territorio donado. A través de su obra, Rafael Felipe Oteriño (La Plata, 1945) ha explorado lo que llamó "el paisaje interior". Por medio de la perspectiva de la lengua, sus poemas desentrañan la ardua cercanía de lo humano, y el lector avanza en esos dominios como quien reconoce una región propia; en palabras del autor: "un lugar que está vivo en alguna parte".

La poesía de Oteriño se encuentra reunida en Antología poética (Fondo Nacional de las Artes, 1997), En la mesa desnuda (Al Margen, 2009), Viento extranjero (Del Dock, 2014) y Eolo y otros poemas (Brujas, 2016). Ha escrito el libro de ensayos Una conversación infinita (Del Dock, 2016). Desde 2015, es miembro de la Academia Argentina de Letras. En esta entrevista, el autor enuncia luminosas consideraciones acerca del trabajo creativo. 

-¿Qué tuvo en común la generación de poetas a la que pertenece? 

-Siendo jóvenes leímos la poesía española del 27 (Pedro Salinas, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre) y la poesía neorromántica argentina del 40 (César Fernández Moreno, Ricardo Molinari, Juan Rodolfo Wilcock). Nos iniciamos así en un verso clásico, sonoro, portador de un paisaje natural inconfundible, y al mismo tiempo en la práctica del verso libre, al que pretendimos darle una respiración contemporánea. A comienzos de los 60, leímos las vanguardias europeas que llegaron tardíamente a la Argentina. Incursionamos en el surrealismo y después en el coloquialismo urbano. Y siempre, claro está, leímos a Borges con curiosidad y admiración. Borges publicó El hacedor en 1960, cuando yo tenía quince años: la unión entre la música de las palabras y el pensamiento fue contagiosa, en el mejor de los sentidos. Otra figura relevante fue Alberto Girri y sus traducciones de los poetas norteamericanos del siglo XX. Creo que estas influencias me decidieron a una poesía que no celebrara el mundo, sino que lo explorara; que antes de cantarlo, lo reelaborara en la página. Una poesía de carácter exploratorio, entendida como discernimiento y sutura. 

FORMA POETICA

-En esa exploración, ¿la belleza acontece en la forma poética y no solamente en la referencia?

-Exactamente. Después de la exploración, o a la par de ésta, ocurre la construcción del poema. La creación no suple la realidad pero puede convertirse en una alternativa en el lenguaje. La poesía que surge de esa construcción verbal posee la belleza de lo verdadero. ¿Qué sentido tendría adular o repetir la contundencia de los hechos? El poeta construye una forma con la que se topa el lector. En el fondo, creo que uno escribe porque hay algo indecible en el horizonte de la experiencia, algo que opera por detrás y que quiere ser expresado. Esa es la zona de verdad -o el efecto de verdad: la forma poética-, y allí es donde trabaja el poeta y cuyo resultado es la poesía.

-En el poema "Arroyo carnaval" menciona también el asunto de la verdad en referencia a la poesía: "No era un río / (...) / Era lo verdadero / todo lo demás es una historia que se empeña en retroceder." Me recordó a una frase de Simone Weil: "(la belleza es) un fruto que se mira sin extender la mano. También un dolor que se mira sin retroceder." 

-Es que hay una intensidad que se le viene encima al poeta, que lo atropella. El trabajo del artista consiste en quitar lo superfluo. Semanas atrás, en Madrid, de paso por las galerías del Museo del Prado, me detuve ante Las Meninas, y pensé: ¿quién es más bello en esta pintura?, ¿la infanta Margarita, la mujer enana o el perro? Alguien diría: la infanta. Pero los otros protagonistas, quizá menos idealizados, tienen, sin embargo, una intensidad absolutamente bella -esto es, concentrada, trascendente, murmurante- que fue captada por Velázquez. El resultado es una construcción acerca de la peripecia de lo humano, una de las mayores obras del arte de todos los tiempos. 

-¿Cuál es la mayor dificultad que observa en el trabajo poético? 

-La realidad se muestra fragmentada; de algún modo, inexpresable. Frente a esto, el poeta ha de superar la simple anécdota referencial y debe despertar del aturdimiento que producen lo convencional, la moralina y el cliché. Debe apelar a las diferentes voces en las que se formó para saber si allí está el secreto que empaña el mundo. Creo que es necesaria una distancia, incluso un aislamiento, para que aflore la pregunta: ¿qué me dice el mundo?, y yo, ¿qué vine a decir? Y este decir no puede reducirse al material en bruto. La obra de arte implica labor, poiesis. El mundo se muestra autosuficiente. Está colmado de estrellas, árboles, ciudades, personas: no pide nuevos poemas. Pero el escritor se empeña en crear estrellas, árboles, ciudades. Esto requiere responsabilidad y trabajo, porque el arte ensancha la realidad, abre nuevas posibilidades en un mundo cambiante, alarmado por una mentalidad también cambiante. 

-¿Cuál cree que es el efecto sobre la poesía de la expansión de la comunicación contemporánea?

-Para la vida diaria alcanza con escuchar lo que dice la calle. Pero la tarea del poeta consiste en poner un objeto nuevo sobre la tierra: el poema. El mundo parece vivir a espaldas de la poesía, reduciendo la labor poética a una esfera lindante con el entretenimiento o la construcción de inofensivos bibelots. Como lector, pido algo más que la palabra diaria. Pido una zona de resistencia que se oponga a la creciente estandarización, a la suma de lugares comunes y frases hechas que obturan la comunicación y el entendimiento. Podemos tener contacto con la realidad, pero ¿existe realmente la experiencia en cuanto interiorización de los hechos y las cosas? Parecería que en una medida muy leve. Y esto es indispensable. La poesía exige una lectura lenta y una escucha atenta, temperamentos que no parecen ser de nuestra época. La poesía opera, entonces (en su zona de reserva, claro está), como la mala conciencia de la época.

-El título Una conversación infinita, tomado de una cita a Hans-Georg Gadamer, me recordó a la clásica definición de géneros de Mijaíl Bajtín: los géneros como una larga conversación a través de la historia. ¿Con quién dialoga su poesía? 

-Hace treinta años que leo a Czeslaw Milosz, poeta polaco del siglo XX, por cuya obra recibió el premio Nobel en 1980. He viajado a Polonia y a Lituania para conocer sus lugares. Traduje unos cuarenta poemas suyos, la mayoría con Carmen Iriondo. Algunos los he publicado en la revista Hablar de poesía. Los tradujimos al español a partir de la versión en inglés que hizo el propio Milosz durante su larga estancia en la Universidad de Berkeley. De la poesía anglosajona, regreso a Auden, de cuya arquitectura verbal he aprendido mucho, de los argentinos, siempre está a mi alcance Borges. También Enrique Molina y Roberto Juárroz, por la libertad creativa y porque confluyen en ellos dos líneas fundamentales del poetizar: la que sostiene el verso mediante imágenes y la que hace pie en el pensamiento y el factor reflexivo. Allí podemos ver una síntesis estética de mi generación, que comenzó a demostrar su voz propia en los difíciles años setenta, cuando callar era, muchas veces, más saludable que hablar. 

-El poema "La lengua extranjera" empieza: "Me asomo a la lengua extranjera como a un reino (...)" Luego sigue: "Y devociones que permanecían ocultas / se acercan a mi mesa como guardianes altos. / Conversan animosas, intercambian miradas, / las oigo respirar como catedrales / por cuyas naves espaciosas voy." ¿A qué lengua se refiere en este texto? 

-Al polaco y al inglés, porque escribí ese poema a partir de los escritos de Milosz. Tenía el deseo de acceder a sus poemas, como si se trataran de un universo. Al principio no podía, ya que ignoro la lengua polaca. Luego encontré equivalentes confiables, cuando llegó a mis manos su traducción al idioma inglés -a la cual se han sumado otras versiones- y, más tarde, la traducción al catalán. Entonces fue cuando oí a los poemas "respirar como catedrales" y pude "zambullirme" en ellos y "nadar", como concluye el poema. 

-¿La poesía puede ser comprendida como un suceso religioso? 

-He escrito que la poesía, como la oración, religa, abre una zona de creencia, de fe, en la que participan el autor y el lector, con el vértice puesto en el poema. Sin ese encuentro, el fenómeno, la víspera o epifanía de la poesía no se producen.

-En el poema "Esa vez, Platón", se lee: "Los poetas rescatan la moneda / que se perdió en el fondo del lago, / la gota que sin cesar perfora la piedra, / y eso también concierne a la República." ¿Existe algo así como un rol social para el poeta? 

-Sí, pero no el de tomar el poder ni hacer la revolución, sino el de permanecer en el dominio de la lengua como resistencia y hacer del poema una alternativa de sentido. Como si se dijera: puede ser de otro modo.