DE QUE SE HABLA HOY

Gracias a Celeste se pude decir: con tetas hay paraíso

Una escena llena de ternura, de amor, de solidaridad bien entendida, que genera sensaciones que conmueven. Esta foto de una mujer con uniforme amamantando a un bebé fue noticia, pero como pasa con las buenas noticias, fue rápidamente tapada por la mugre que desde hace días nos asalta el asombro y la paciencia. En necesario y hasta imprescindible rendir homenaje afectivo a esta mujer llamada Celeste Ayala y reproducir su historia que ya es moraleja.

La agente de la policía bonaerense, se desempeña habitualmente en el comando de patrullas de Berisso, pero el pasado martes se encontraba de servicio adicional en el hospital de niños Sor Ludovica de La Plata, cuando advirtió que un bebé lloraba desconsolado. Se dio cuenta que el pequeño no cesaba en su llanto y pidió permiso a los jefes médicos del piso donde hacía guardia  para amamantarlo.

Celeste fue hace poco madre de su segunda hija y rápidamente intuyó que el bebé lloraba de hambre. Y en efecto, segundos después de comenzar a darle el pecho, la criatura dejó de llorar y se quedó dormido cuando el alimento y el calor de una madre, lo tranquilizaron. 

Un compañero de la mujer policía sacó esta foto y la subió a Facebook con un comentario que daba muestras del ámbito en el que Ayala decidió amamantar al bebé: "Quiero hacer público este gran gesto de amor que tuviste hoy con ese bebito, que sin conocerlo no dudaste y por un momento cumpliste cómo si fueras su madre, no te importó la mugre y el olor como los señores profesionales del hospital manifestaban".

Una descripción bien gráfica del entorno y del estado de nuestros hospitales públicos: mugre y mal olor definió el otro policía. Y en verdad a Celeste no le importó, solo quería calmar el llanto del niño porque ella supo que tenía hambre y nadie hacía nada por calmarlo.

Más de 60.00 usuarios compartieron esta imagen solo en Facebook y la comentaron con elogios y buenos deseos para la madre postiza. Las autoridades la ascendieron a sargento, traducido serán para Celeste unos pesitos más por mes y poca cosa más. Solo un gesto que en estos días es como un rayo de sol en medio de tanta oscuridad maloliente, de tanta muestra del ser humano actuando como ave de rapiña, como un carroñero y como un ladrón con patente de funcionario o empresario. Celeste Ayala y su teta y su humanidad sencilla y atenta fueron un soplo de aire suave, cargado de esperanza. Ese bebé tal vez nunca sepa que un día, en un sucio hospital una mujer con uniforme, le calmó el hambre y le dio calor, ni que ella no lo hizo por la gloria sino porque sintió que debía hacerlo empujada por su instinto de madre.

Acá termina la historia y en pocos días nadie o muy pocos la recordarán, pero quiero caprichosamente unirla a la realidad que vivimos, porque si estos bolsos repletos de dinero robado al Estado  no hubieran existido, ese niño seguramente no estaría llorando de hambre en un hospital roñoso y esperando un milagro. Por fin nos queda el consuelo que después del gesto de Celeste podemos afirmar que "con teta hay paraíso".

V. CORDERO