Volantazos inesperados

Semana económica. La suba en el nivel de los encajes bancarios no hace otra cosa más que secar de pesos el mercado ya que los bancos deberán retener en su estructura financiera un mayor nivel de esta moneda. Un paso adelante en la lucha contra la inflación, aunque es sabido que el efecto de las medidas de política monetaria tienen un efecto retardado de un semestre.

Corrido por las circunstancias, el Gobierno tomó esta semana urgentes medidas de política fiscal y monetaria. Actuó de manera coordinada en los dos planos, un movimiento de pinzas destinado a calmar la plaza cambiaria y acentuar el proceso de recorte del gasto.

La suba en el nivel de los encajes bancarios no hace otra cosa más que secar de pesos el mercado ya que los bancos deberán retener en su estructura financiera un mayor nivel de esta moneda. Un paso adelante en la lucha contra la inflación, aunque es sabido que el efecto de las medidas de política monetaria tienen un efecto retardado de un semestre.

Las decisiones surgieron a borbotones desde el lunes cuando el Banco Central que preside Luis Toto Caputo tuvo que hacer algo para frenar una nueva corrida contra el dólar, movimiento especulativo que había comenzado a tomar forma de ola en la semana previa. Así fue que se lanzaron dos misiles: subir la tasa de interés al 45% y diseñar una estrategia financiera para desarmar el paquete de Lebacs.

Lo primero, imposible de sostener en el largo plazo, hunde aún más al sector productivo, al que se le multiplican las dificultades para hallar financiamiento barato. Bajo estas condiciones la recesión se prolongará hasta bien entrado el año próximo. Por lo pronto, la industria ya denunció una caída del 8% y esta merma viene acompañada de suspensiones y despidos.

El plan para desactivar la tan mentada bomba de Lebacs no es más que un recurso inevitable: el Banco Central aceleró un proceso que ya habían iniciado los inversores particulares, quienes enfatizaban su deseo de desprenderse de los activos argentinos en pesos para ir corriendo detrás del billete verde.

La imagen es de círculo vicioso, de encerrona. Las tasas de interés por las nubes son el único recurso para que el capital de grueso calibre acepte trocar Lebacs por Letras del Tesoro, en lugar de ir a la compra de divisas y azuzar la devaluación. Pero, una vez más, las tasas altas son también un lastre para el sector productivo, con lo cual se profundizará la recesión.

Como explica Gabriel Caamaño Gómez en la nota de tapa del suplemento dominical de Economía de La Prensa, hoy la prioridad del Gobierno pasa exclusivamente por la estabilización de la economía. No hay margen ni siquiera para el mediano plazo. El desafío es ahora y para lograrlo quemará todas las naves. Tanto que ya recibió luz verde del FMI para echar mano de las reservas hasta donde sea necesario, y canceló la subasta diaria de dólares provenientes del crédito puente.

Pese a la vorágine de los movimientos queda la sensación de que el Gobierno corre siempre detrás de la crisis, que nunca logra anticiparse al devenir de los hechos. Construye cortafuegos contra el incendio cambiario que avanza, pero no puede evitar que el foco ígneo se inicie.

La pata financiera lleva consigo también una aclaración: la negociación de otro capítulo del swap cambiario con China, esta vez por un monto equivalente a u$s 4.000 millones, no se traduce de ninguna manera en el ingreso de divisas contantes y sonantes en las arcas del Banco Central.

El swap es una operación monetaria bilateral que se pauta en la moneda de origen de los países firmantes -peso y yuan, en este caso- y sirve para garantizar el pago de las importaciones provenientes del otro país. Es de uso exclusivo para el comercio exterior. A través de este tipo de acuerdos los países evitan utilizar dólares para cancelar los compromisos comerciales, por lo cual las reservas del Banco Central se ven fortalecidas indirectamente, porque esos dólares pueden ser utilizados para otro menester. Es decir, no entran billetes verdes que puedan estar disponibles para salir al cruce de una corrida cambiaria.

En el eje fiscal también apuró el paso el Gobierno. Esta vez se decidió suspender el cronograma de baja de las retenciones al poroto de soja, aunque no a sus derivados, y se redujeron los reintegros a los exportadores. La idea es es darle más cuerpo a la recaudación.

Quizás la medida que más ruido provocó fue la eliminación del Fondo Federal Solidario (FFS), popularmente conocido como Fondo Sojero, que transfería a las provincias y municipios el 30% de la recaudación de los derechos de exportación sobre el complejo oleaginoso.

Lo que en un primer momento fue visto en los medios como un hachazo a las arcas provinciales, un brusco recorte sobre dineros que lubrican la obra pública, cobró otro cariz a partir del análisis de los especialistas. Según lo indica el último informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), el FFS "se convirtió en un elemento dinamizador de las transferencias automáticas a provincias, llegando a representar casi un 7% de las mismas en el año 2010. A partir de allí cayó en relevancia junto a la evolución de los precios internacionales de la soja".

Otra verdad revelada es que "el FFS revestía importancia para el financiamiento de los gastos de capital, que era su finalidad específica", y no tanto para la financiación de la obra pública.

El movimiento de pinzas ejecutado durante la semana en los planos fiscal y monetario trajo algo de calma al mercado y le devolvió al Gobierno la imagen de que, de alguna forma, puede retomar el control de un país que hace rato transita por la banquina. El tiempo lo dirá.