El eterno retorno del pasado

Recuerdos durmientes
Por Patrick Modiano
Anagrama - 104 páginas

Patrick Modiano vuelve a visitar sus fantasmas y los misterios del pasado que aún se ocultan en París en Recuerdos durmientes, su primera novela desde que obtuvo en 2014 el Premio Nobel de Literatura, en la que regresa a un episodio que ya había tratado antes, aunque de un modo fugaz y más velado, en otro de sus trabajos.

La novela se presenta como unas memorias íntimas del escritor, rescatadas con esfuerzo. Aunque la desconfianza que manifiesta el propio Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945) sobre sus reminiscencias brumosas, que confunde con sueños, busca desdibujar la frontera entre la realidad y la ficción.

Los recuerdos a los que alude el título se relacionan con seis mujeres que el protagonista se cruzó en su juventud, hace unos cincuenta años. Encuentros muchas veces banales, pero que lo marcaron, y que evoca desde el presente.

Son recuerdos de principios de 1960 que estaban dormidos y que va enlazando a medida que los recupera, aislados, como retazos o piezas de un puzle. Un ejercicio que es un sello del autor, aficionado -según cuenta- a registrar lo que ve y lo que oye, incluso de voces ajenas, en cuadernos para que todo perdure.

La ciudad es el otro gran personaje de la novela. Sus rincones se iluminan mientras el protagonista camina por el barrio de Pigalle, Montmartre o el Trocadero, o se interna en sus cafés y restaurantes. Pero las reuniones en el piso de Martine Hayward, sus paseos con Geneviéve Dallarme, las visitas que ambos hacían a la casa de Madeleine Peraud, y las conversaciones sobre ciencias ocultas o sobre libros, son ligeros. Su encanto radica en ser atisbos de la vida cotidiana. Pero todo parece flotar sin un curso definido.

Una sensación que se potencia por el tono distante del narrador. Una aparente frialdad y desapego tiñe esas relaciones, cuyos recuerdos se interrumpen pronto.

El misterio es, hasta entonces, ver a dónde conduce todo. Una pregunta que surge, es cierto, cuando el lector ya se dejó llevar por la espontaneidad de la narración. Pero cuando el remanso en que discurren las anécdotas empieza a estancarse, lo que hace adelantar la historia es la aparición de un cadáver y una huida.

La muerte de Ludo F., provocada en forma "accidental" por una de esas mujeres, la única cuyo nombre no se revela, termina por comprometerlo. De esa traumática experiencia, que caló hondo en su vida, sale la necesidad de volver al pasado.

El narrador cuenta con remordimiento lo sucedido, que interpreta hoy como "un llamado al orden". Un quiebre individual que tiene como telón de fondo a la posguerra, cuando también "el mundo viejo estaba conteniendo el aliento por última vez antes de derrumbarse, igual que todas las casas y edificios de los arrabales".

Modiano cautiva con esta nouvelle en el que se ha visto una condensación de toda su obra, y en la que coquetea con la idea de un eterno retorno, y una posible reparación de lo ocurrido. Aunque menos como expiación que como un pensamiento mágico. La mera fantasía de desviar el curso del pasado, como en esos sueños que se interrumpen y se quieren retomar más tarde.