Corrupción y democracia

Mirador político- Si la Justicia no impone un castigo ejemplar y si la dirigencia política, que tanto habla del Pacto de la Moncloa, no se compromete realmente a terminar con prácticas que causaron una devastación, por el actual camino se llegará al uso de contenedores.

Hubo una época en que para referirse a las coimas se utilizaba la palabra sobres. Después fue la palabra valija y finalmente, bolso. Si hay que medir el crecimiento de la corrupción desde los 90, el cambio del medio de transporte sirve de indicio elocuente. Creció con seguridad mucho más que el PBI.

Si la Justicia no impone un castigo ejemplar y si la dirigencia política, que tanto habla del Pacto de la Moncloa, no se compromete realmente a terminar con prácticas que causaron una devastación, por el actual camino se llegará al uso de contenedores.

Esto es así porque el impartir justicia no depende sólo de los jueces, sino de los políticos que los nombran y protegen o desplazan según sea el caso. Por ejemplo, el del señor Oyarbide. Sin un cambio de conducta de la clase política, en el corto plazo el deterioro será irreversible. Esa es la primera lección que se extrae del caso de los cuadernos.

La escala cambió tanto en los últimos 25 años que ya no se trata de un problema penal, ni de moral pública, sino institucional y macroeconómico. Por ejemplo, los yacimientos carboníferos de Río Turbio recibieron en los últimos 10 años unos 26 mil millones de pesos del Estado y la central térmica para usar el carbón de ese agujero negro santacruceño se comió mil millones de dólares.

Si uno de los problemas más graves para el desarrollo económico es la falta de producción de energía, el caso de Río Turbio (que no funciona) demuestra que la corrupción no sólo mata, sino que también socava la economía y aleja el futuro.
Así como no se trata de una cuestión penal o moral, la corrupción tampoco es una cuestión ideológica. Hubo corrupción en la era de las privatizaciones y en la de las estatizaciones. Con ministros "market friendly" y con keynesianos extraídos de las aulas de la UBA y con una mentalidad que se remonta a la Guerra Fría.

Los beneficiarios de las coimas aumentan exponencialmente su patrimonio lo que genera habitualmente indignación en un país con más de 30% de pobreza, pero no usan esos fondos únicamente para mejorar su calidad de vida. También los invierten en campañas políticas, punto en el que la megacorrupción se toca con la calidad de la democracia y genera un círculo infernal.

Los corruptos usan los recursos provenientes del delito para "hacer política", es decir, conseguir más votos. Son votados, obtienen más poder, lo que deriva en mayor impunidad. La impunidad genera más corrupción, etcétera, etcétera.

Esa cadena quedó a la vista por la convergencia de distintos factores, pero fundamentalmente por el cambio de gobierno. Llegó al poder un partido sin compromisos con el pasado.
Esto, más una Justicia consciente de su pésima imagen pública, podría romper el círculo infernal pero se requiere que la vieja clase política no interfiera en la investigación y castigo de los corruptos y que los votantes cobren conciencia de que si llega la etapa de los contenedores, se acabará irremediablemente la de la democracia que tanto costó recuperar.