Energía, pero de la nueva

En 1989 se estrenó la película Volver al Futuro II. Hay una escena donde el científico coprotagonista recarga combustible en su auto con... cerveza de una lata y una cáscara de banana. Le explica al sorprendido protagonista que ése era el combustible del futuro.

No es una novedad en la Argentina de hoy. Ya hace tiempo que existe una usina eléctrica en Río Cuarto, bioléctrica, que produce energía exactamente con ese procedimiento. Fermenta residuos animales y del maíz, con lo que produce gas. Con él pone en funcionamiento una generadora eléctrica. El proceso tiene tres subproductos: energía eléctrica, que vende a la red, energía térmica, que utiliza industrialmente, y fertilizantes naturales (el residuo de la biomasa fermentada). La maquinaria fue importada de Alemania. Ya se han replicado instalaciones similares en otros lugares del país.

Actualmente, no sólo nosotros, sino la mayoría de los países, piensan la energía en términos obsoletos. 

Grandes complejos de generación de energía, como El Chocón o Puerto Nuevo, redes de alta tensión, red de distribución, consumidores industriales, comerciales y domiciliarios. Distancia entre la generación y el consumo de mil quinientos kilómetros. Es un pensamiento válido para 1960. Hoy es obsoleto. 

Sin embargo es el que sufrimos. Los gobernantes son antiguos. No es sólo una cuestión de venalidad, tienen en la cabeza la grandiosidad soviética. Por eso hablan de las represas de Santa Cruz, no sólo el gobierno anterior sino el presente. Es un claro ejemplo, pero no el único, de qué es un pensamiento obsoleto. Lamentablemente es nuestro presente. Nuestros funcionarios son personas fijadas en 1960.

PARCHES

En el caso particular de la Argentina, sufrimos redes de electricidad de tecnología obsoleta y faltas de mantenimiento, que fueron sólo parcialmente mejoradas durante el gobierno del Dr. Menem, tras lo cual sólo recibió parches. A lo que se suma que la población creció, no sólo en cantidad, sino en el uso intensivo de energía eléctrica. Como simple ejemplo, comparemos la cantidad de aires acondicionados actuales con los que había en 1998.

Este criterio de tener grandes generaciones de electricidad para ser consumida en concentraciones urbanas y fabriles a miles de kilómetros implica desperdicio, merma y el costo del transporte de energía. Estas cuentas son válidas para la electricidad, para el gas y para el combustible líquido también.

Abstraigámosnos del esquema actual, con sus instalaciones descangalladas, sus grandes represas y generadoras termoeléctricas, sus redes atadas con alambre y pensemos cómo puede llegar a ser un futuro cercano, mucho más cercano.

LO QUE VIENE

La energía que viene va a ser más democrática. Donde la generación y no sólo el consumo, estará repartida en pequeños productores y familias.

Lo razonable, y que tímidamente se está implementando, con muchas marchas y contramarchas, es la generación diseminada por todo el país. En una red interconectada, donde cada electrón deba viajar lo menos posible. Toda industria, comercio o vivienda, escuela, oficina pública puede ser (debe ser) un generador y no únicamente un consumidor de energía. Podemos producir energía solar y eólica en cada establecimiento, pero a su vez producimos basura orgánica y desechos cloacales. Su tratamiento tiene una doble ventaja: produce un bien deseable (el gas o la electricidad) pero a su vez evita el traslado de basura: el gran talón de Aquiles de las grandes urbes.

Con lo cual la conexión a la red de cada uno de nosotros debe ser en una doble función: de generadores y consumidores, lo que puede ser, además, un ingreso de las familias. Y, en forma adicional, alivia las redes (si yo consumo electricidad del taller que tengo a cincuenta metros es menos energía desde El Chocón a mi casa).

Gran parte del desperdicio eléctrico se produce en el traslado. La multiplicidad de formas de generación permitirá que todas las provincias puedan producir su propia energía y su propio gas. El domingo pasado proponía que se industrializara el algodón en Chaco, Formosa y norte de Santa Fe. ¿Cómo se moverían esas máquinas? A energía generada por el tratamiento de los desechos del algodón, entre otros desechos de cultivos y de animales.

Esto generará independencia no sólo de las provincias sino de cada agente de la economía.
Imaginen que cada industria convierta sus desechos orgánicos en energía, al igual que los organismos públicos. Seremos libres de las grandes utilities. No sólo las redes cambiarán, sino la tecnología también. La Argentina es uno de los principales productores de biodiésel del mundo y el principal exportador. No hay dudas: la Argentina debe moverse a biodiésel. Debe moverse a biodiésel, debe generar energía eléctrica a biodiésel, debe calefaccionarse a biodiésel. 

Los barcos (que hoy no tenemos pero que deberemos tener) se moverán a biodiésel, las barcazas fluviales, nuestros ferrocarriles y camiones también lo harán. 

Deberán cambiarse los artefactos de todos los hogares. Tener cocinas combinadas, vieja cocina económica donde echar al fuego los desechos de comida y leña, combinada con gas de red. Calefaccionarse con biodiésel o con energía solar. Cada uno de nuestras acciones de iluminación, motrices y de calefacción deben pensarse con las nueva tecnologías disponibles.

ORO BLANCO

También debemos considerar que somos uno de los principales productores de litio del mundo, lo que nos puede permitir, con la inversión adecuada, tener tecnología de punta en el almacenamiento de energía. Al punto de poder exportar baterías y otros implementos.

Una última palabra sobre la exuberancia barroca de ministerios y oficinas estatales de todo tipo. No sólo demandan ingentes cantidades de dinero de los contribuyentes, a veces para realizar operaciones innecesarias y ser justificativo del pago de miles de sueldos. También consumen energía, generan basura (papeles en su mayoría), y exigen al transporte público que mueve decenas de empleados públicos todos los días, en gran parte al microcentro.

Pensar un país geográficamente distinto, requiere un diseño del sector público acorde. Sin cientos de empleados en el AABE con sus decenas de aires acondicionados a toda máquina, que deben abrir ventanas y puertas para compensar. Todo eso es derroche, y no sólo de sueldos. Y, lamentablemente, no es el único caso.

Actualmente la producción de energía es una actividad altamente regulada, y por tal razón, en la Argentina, en manos de los políticos a través de testaferros varios, ya que los políticos no quieren ceder subsidios a terceros y terminan administrando las empresas receptoras de subsidios. Lo mismo sucede con el transporte. En otras palabras, se dan subsidios a sí mismos, están de los dos lados del mostrador. Pero, aunque prolonguen la sobrevida de este sistema energético, es un sistema que morirá por razones tecnológicas. A pesar de la voluntad de los actores.

UN PAIS DISTINTO

Tenemos que diseñar el sistema energético del futuro. Y, en la Argentina agraria, la energía viene de la biomasa.

El desafío es pensar un país distinto, federal en la distribución de la población, de la producción, del transporte de personas y mercaderías, y, por supuesto, en la producción de energía: alcohonafta. biodiésel, solar, eólica, gas, petróleo, represas hidroeléctricas, aceites industriales, biomasa (incluye entre decenas de opciones, las algas), tratamiento de desechos animales y humanos. Las alternativas, para nosotros, son infinitas. Cada provincia, en su diversidad, puede ser productora de energía. Cada industria y comercio; las oficinas públicas y las viviendas, donde todos podamos comprar y vender electrones y gas en un gran mercado. Pensar un país federal y horizontal, donde, como sostiene el lema del General Angel Peñaloza, "Naides, más que naides, y menos que naides".