Si la soledad te viene a buscar

Acuerelas porteñas - Las estadísticas demuestran con claridad un fenómeno que se ha extendido en los últimos tiempos: la tendencia de los habitantes de la Ciudad a vivir sin compañía, en hogares unipersonales. La clara demostración de que la empatía se ha transformado en un desafío gigante.

Hay sobrados motivos para festejar la amistad. Incluso, es cuestionable que se fije una fecha en el calendario que, en el fondo, es solo una excusa para que bares, restaurantes, cervecerías y otras variantes gastronómicas, tengan oportunidad de incrementar sus comensales.

Pero, más allá de esto, la razón lo vale. Especialmente en nuestra ciudad, donde la empatía ha comenzado ha ser casi un desafío para la mayoría de los habitantes. Así lo demuestran las cifras de la Dirección de Estadísticas del gobierno porteño.

En 1980, 1 de cada 15 personas de 15 años y más, vivía sola en la Ciudad. Treinta años después la cifra aumentó a 1 de cada 6 personas. Entre 1980 y 2010 se duplicó la cantidad de personas que viven solas en la Ciudad, sobrepasando las 350.000 personas. Los que viven solos son sobre todo jóvenes entre 25 y 34 años (17,4%) y mayores de 65 años (42,4%). Es una tendencia habitual en las grandes urbes, consecuencia tanto del comportamiento de la gente joven como del aumento de la esperanza de vida al nacer. Desde 2010 casi la mitad de los hogares encabezados por una mujer son unipersonales (46,6%).

Las causas de este fenómeno son diversas y se diferencian según la etapa de la vida: entre las mujeres mayores se observa una tendencia creciente de las que optan por vivir sola. El porcentaje de personas que viven solas en la Ciudad aumentó 1,4 veces entre 1980 y 2010. Estos comportamientos son diferenciales según grupo de edad y sexo.

Los varones incrementaron este porcentaje 1,6 veces mientras que las mujeres lo hicieron 1,3 veces. Son mujeres que enviudaron o se divorciaron, sin hijos o con hijos ya adultos que formaron su propio hogar, y con recursos que les permiten sostener su presupuesto hogareño en forma independiente. También en las mujeres más jóvenes esta estrategia habitacional va en aumento, en particular entre las mujeres que han alcanzado niveles educativos elevados y posiciones laborales que les brindan autonomía económica.

Asimismo, el aumento de los "solos" fue notorio entre los varones: el peso relativo de los hogares de hombres solos se ha más que duplicado entre 1980 y 2010. La postergación de la edad al matrimonio, períodos de soledad luego de la disolución de una pareja, la diversidad de identidades sexuales, la preferencia por el celibato, son algunas de las causas que explican esta tendencia. El mayor crecimiento se registra para los varones entre los 20 y 64 años, y en 80 años y más.

Por su parte las mujeres aumentaron más de 4 veces este porcentaje entre los 15 y 34 años, destacándose también incrementos importantes en la década de los 40 años y a partir de los 75 años. Las mujeres de 80 años y más que viven solas en llegan a representar cerca de la mitad del total de mujeres de ese grupo etario. La comparación de estos porcentajes según edad y sexo, en el período presentado, muestra importantes diferencias. Otra manera de mostrar cuales grupos de edad fueron los que experimentaron mayores cambios es analizar, para los años extremos, la estructura por sexo y grupo de edad de la población de 15 años y más que vive sola en la ciudad.

En 1980, los mayores porcentajes se ubican en las mujeres a partir de los 50 años, mientras que en 2010, se adiciona el incremento, en ambos sexos, de las edades de 20 a 34 años. Como consecuencia, se reduce la edad promedio de la población que vive sola: en 1980 para los varones era 52,4 años y para las mujeres 62 años y en 2010 disminuyen a 50 años y 61.

Estudios más recientes luego del último censo, profundizan esta tendencia. De continuar en el futuro tal opción, corresponde mostrar especial atención al estudio de las consecuencias de dichos cambios, especialmente para el grupo más vulnerable que son los adultos mayores de 80 años y más. Sus rasgos distintivos deberían tomarse en cuenta para el diseño de programas de atención. Sin embargo, la soledad urbana, sigue teniendo un antídoto eficiente. Se trata de la búsqueda incesante de todos quienes habitamos la cambiante geografía porteña en ver en el otro a un semejante.

Más allá de las fechas y las circunstancias, en todos quedan las alegrías y sinsabores compartidos. La clara advertencia de que estamos ante un abismo, si no hay otro con nosotros, cuando la soledad te viene a buscar.