El "boom" durante la guerra fría

Rafael Rojas analiza el cruce polémico entre política y literatura. La relación que vinculó al régimen cubano con los grandes escritores latinoamericanos de los años "60 y "70 es el eje del ensayo "La polis literaria". Fue una historia signada por complicidades y disidencias.

La aparente disconformidad de Gabriel García Márquez con el régimen cubano en los años "70 es una de las historias poco conocidas que cuenta La polis literaria, el reciente ensayo del escritor cubano Rafael Rojas que indaga en el desarrollo del "boom latinoamericano" en tiempos de guerra fría.

"Lo que yo trato es de ofrecer la otra cara de la moneda insistiendo en que durante toda su relación con Cuba, pero sobre todo entre 1959 y 1973, mi período de estudio, la visión que transmitía García Márquez del socialismo cubano era mayormente crítica", explicó Rojas en México.

Alabado por simpatizantes de la Revolución Cubana y criticado por los contrarios, el premio Nobel colombiano pasó a la historia como un amigo de Fidel Castro.

Que no siempre fue así lo demuestra el ensayista en el volumen de 261 páginas que aborda los primeros años del sistema comunista cubano.

Dividida en diez capítulos la obra del historiador es un manual para entender las posiciones de los autores latinoamericanos que marcaron una época, una especie de radiografía de las posiciones de la generación englobada dentro del "boom".

Con un apego a los hechos propio de un historiador, Rojas narra con anécdotas la estrecha relación de Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar con las instituciones culturales cubanas y comenta la correspondencia de autoridades de la isla con ellos, a quienes solían hacer reclamos en tono amistoso.

"La guerra fría produce una polarización del espacio cultural, del espacio político en los países latinoamericanos. Se manifiesta de forma distinta. No se puede decir que el bando de la izquierda sea una reproducción satelital del bloque soviético ni que el de la derecha una transferencia de los intereses de Estados Unidos o del llamado mundo libre", aseguró el autor.

Rojas cree que la ruptura de varios escritores del "boom" con la Revolución Cubana no fue por el conocido caso del poeta Heberto Padilla, apresado y luego expuesto al público para que confesara ser miembro de la CIA, sino un proceso que empezó cuando en 1965 se creó el Comité Central del Partido Comunista de Cuba y después cuando La Habana apoyó la intervención de Moscú a Checoslovaquia en 1968.

"Yo digo que el caso Padilla en el "71 no es el punto de partida de la ruptura, sino de llegada, el final de una ruptura que se va incubando desde mediados de los "60", señaló.

El libro publicado en hispanoamérica por el grupo Penguin Random House cuenta el modo en que asumió las revoluciones el poeta mexicano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990, para quien la palabra "revolución" era una forma de nombrar distintos tipos de dictadura.

En otro capítulo, Rojas desmenuza la vida literaria de Carlos Fuentes en los tiempos de la llamada guerra fría y detalla su obsesión por hacer varias novelas de dictadores del continente.

La evolución de la relación con Cuba de Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, marcada por matices en cada caso, y la literatura de los cubanos José Lezama Lima, Guillermo Cabrera Infante y Severo Sarduy, no alineados a la política cultural de Cuba, forman otros capítulos de un libro que no huye de la polémica.

"Yo observo a finales de los años "50 la reproducción de proyectos políticos de izquierda que por la guerra fría intentaban no enmarcarse en el proyecto soviético -apuntó-. Buscaban un socialismo alternativo o una radicalización desde la izquierda del proyecto nacionalista revolucionario y populista que venía de las décadas anteriores".

Rafael Rojas indagó también en la herencia en Cuba del premio Cervantes Cabrera Infante, que detecta en una marca con el trabajo del lenguaje y en la representación de La Habana que hoy explotan muchos escritores sin que ninguno esté buscando una imitación del estilo, algo difícil de lograr.

"En Cabrera Infante había un ingenio para el trabajo con el lenguaje y un sentido del humor difícil de reproducir. Sin embargo algunas tecnologías de la prosa y formas de representación de La Habana, su marginalidad y su pobreza, la encontramos en Leonardo Padura, en Pedro Juan Gutiérrez o en escritores de la generación más joven como Ahmel Echeverría o Jorge Enrique Lage", observó.