DE QUE SE HABLA HOY

En Tailandia no hubo un milagro pero se le pareció

La historia de los doce chicos encerrados en la cueva Tham Luang Nang Non, en la región de Chiang Rai de Tailandia recordó sin dudas a la experiencia de los mineros chilenos encerrados en una mina cuyo rescate también se convirtió en un hecho épico que conmovió al mundo. La aventura de estos pequeños miembros de un equipo de fútbol que quedaron atrapados en una caverna inundada junto a su entrenador, revivió aquella epopeya chilena y movilizó voluntades alrededor del mundo. No fue "un milagro" como titulaban algunos medios, fue el esfuerzo de un montón de gente desesperada porque había entre esos niños y su muerte un hilo muy delgado. Encerrados en la más absoluta oscuridad los chicos entre los once y dieciséis años pasaron diecisiete días de angustia y miedo.

Ellos recobraron su esperanza cuando las dos luces de las linternas de los buzos británicos que los encontraron aparecieron sobre la superficie del agua barrosa. Hoy sonríen detrás del vidrio que los separa de sus familias que aún no han podido abrazarlos -dicen que por temor a bacterias desconocidas que pueden haberse contagiado en la caverna- y allí deberán quedarse varios días más. Amén del tremendo esfuerzo y la inventiva de los equipos de rescate que finalmente encontraron el método para poder sacarlos de ese largo túnel inundado de más de cuatro kilómetros de largo, la historia de estos chicos sirve para entender que no está todo perdido, que el ser humano reacciona cuando debe y ante un drama como éste, llegaron a Tailandia ofertas de ayuda de todo tipo, desde humanas a tecnológicas, hubo cadenas de oraciones, profesionales de la medicina y expertos en buceo y espeleólogos llegaron al selvático lugar de los cinco continentes. 

Todos querían aportar su ayuda ante el avance de las lluvias y los monzones que harían imposible cualquier esfuerzo por rescatar a los niños y a su entrenador. Fue una carrera contrarreloj pero que las autoridades de Tailandia manejaron con tanto tino que en ningún momento se vivieron situaciones de verdadero dramatismo (aunque sí las hubo, como cuando algunos expertos dijeron que si no se los sacaba en dos días habría que esperar dos meses).

La caída en los niveles de oxígeno y la falta de entrenamiento de los chicos para el buceo, empeoraba las cosas. Se luchó contra el reloj, contra las inclemencias del tiempo y contra la presión de la prensa que quería más información de lo que ocurría. Pero hubo sobriedad, ni siquiera se vio a los familiares desesperados, ni escenas de dolor, todo se preservó para que no hubiera distracciones que perjudicaran el delicado operativo de rescate que cambiaba a cada hora. Los chicos fueron evacuados de a tandas y ayer, cuando a las ocho y media (hora de nuestro país) los diecinueve buzos que participaron del viaje final, comunicaron que habían salido los últimos cuatro niños junto al entrenador de 25 años y el rescate había concluido con éxito, el mundo estalló en júbilo porque se habían salvado 13 vidas. La pésima noticia acabó en una excelente noticia.

Una vez más el hombre pudo contra una naturaleza hostil y su ingenio logró vencerla, y ahora es de esperar que quede aprendida la lección y esas cavernas de uso turístico, tengan otro control de acceso y sobre todo acortar el período del año en que puedan visitarse sin riesgos como los que corrieron los doce chicos y su entrenador. Ayer fue un día de celebración porque en el mundo de la "información al instante" estos hechos hoy nos llegan más fuertes, como si fueran más cercanos y nos sensibilizan de otra manera. No fue un milagro, pero se pareció mucho.

V. CORDERO