DE QUÉ SE HABLA HOY

Ya pasaron dos siglos y todavía no sabemos qué país queremos ser

Ayer se cumplió un nuevo aniversario de nuestra Independencia, se cumplieron ya 202 años y todavía, aunque parezca mentira, no sabemos qué país queremos. Es casi inexplicable que hayan pasado más de dos siglos y los argentinos todavía no quisimos, no pudimos o no supimos definir qué tipo de nación queremos. Convinimos en formar una república democrática independiente y le dimos una Constitución realmente envidiable, pero hasta ahí, ni un paso más. No conseguimos nunca tener un rumbo único en los temas esenciales de la marcha de un país, como una política económica sustentable, una política exterior con continuidad y coherencia y un respeto básico a las instituciones que forman el sistema democrático. Mantenemos una disputa permanente entre los tres poderes del Estado con descalificaciones permanentes.

Nunca intentamos un gran acuerdo de pacificación nacional, una forma de recurrir al sentido común para ordenar los renglones que la historia nos escribió torcidos durante estos dos siglos, por el contrario, desde hace muchas décadas a cada período de gobierno abrimos brechas que dividen a la sociedad y cada cual trata de imponer su criterio a cualquier costo. Ese costo puede ser la utilización de planes demagógicos, sistemas políticos extraviados o foráneos y hasta las armas y la muerte. Tuvimos al frente de la nación a figuras mesiánicas, generales del horror, improvisados alquimistas del populismo, tecnócratas empecinados, políticos inhábiles, burócratas sombríos y tan mala fue la lista que hoy rescatamos como un triunfo que alguna vez "tuvimos un presidente honesto".

Magnificamos como una tragedia cada presencia en nuestra economía del Fondo Monetario Internacional (FMI) pero no nos acordamos que no vinieron sino que los llamamos porque los necesitábamos. Nunca supimos reconocer un error y casi preferimos desde los gobiernos el mal trato más que el mensaje democrático. Hijos del rigor, eso somos, preferimos que nos metan miedo, nos griten a que nos pidan que pensemos, que ejerzamos la libertad con criterio. Tenemos una clase empresarial que tampoco se define porque eligió el ventajismo como forma de conducir sus negocios. Piden la protección del Estado por un lado y exigen los beneficios del libre mercado por otro. Así cualquiera, de arriesgar, ni una.

Nos quejamos de la administración de nuestras arcas pero tenemos fuera del país 280 mil millones de dólares, la mitad de todo el Producto Bruto Interno, pero eso sí, vamos a pedir prestado porque esperamos que sean los extranjeros los que traigan capitales mientras los nuestros están a buen resguardo más allá de las fronteras. Vamos de a miles a ver el Mundial de Fútbol y después se descubre que la gran mayoría viajó con plata en negro. Así no funcionan las cosas, queremos solo lo bueno, nos quedamos siempre con los derechos y nos pasamos por el forro las obligaciones. Protestamos mientras seguimos evadiendo impuestos.

Celebramos el "uno a uno" sabiendo que era una mentira que un día nos iba a explotar en la cara. Nos llenamos la casa de plasmas y compramos que vivíamos en una sociedad del bienestar, pero sabíamos que íbamos a otro fracaso económico. La clase política ha cumplido un triste papel en estos dos siglos de vida como nación y aún hoy sigue con intentos de frenar la gobernabilidad y hasta buscar la interrupción de los gobiernos elegidos democráticamente. Los egoísmos y las traiciones pueden más que la voluntad de diálogo y planificar un mínimo plan de continuidad que les dé a los argentinos la seguridad que va a tener muchos años seguidos de estabilidad económica y emocional. Ayer fue otro cumpleaños de la patria y la cuestión sigue sin resolverse. Qué y cómo queremos ser, esta es la cuestión. 

V. CORDERO