Sarmiento en su versión más humana

El director Raúl Serrano escribió y dirige "Un hombre civilizado y bárbaro", donde intenta desmitificar al prócer. La "teatralidad natural" del sanjuanino cautivó al dramaturgo, que ya se había enfocado en otras figuras históricas como Alberdi y Castelli. "Debe haber un diálogo entre el mundo de la escena y el afuera", postula.

Mucha agua corrió bajo el puente desde que un Raúl Serrano adolescente creaba un espacio teatral en un sótano tucumano y figuras como Orestes Caviglia y Oscar Ferrigno (fundador del mitico teatro Fray Mocho) lo confirmaban en un rumbo teatral definitivo. Después vendría un itinerario que lo llevaría a espacios lejanos como Rusia y Rumania actuando, enseñando, dirigiendo, hasta anclar en Buenos Aires a fines de los "60 para montar obras e iniciar sus discrepancias con los métodos de enseñanza teatral que traía Lee Strasberg y la orientación hacia la memoria emotiva.

Hoy es un tiempo, para Serrano, en el que la reflexión y el interés por la historia se acentúan. Figuras relacionadas con la vida política nacional lo preocuparon hasta tal punto que llevó a escena la obra de Andres Rivera "La revolución es un sueño eterno", centrada en el personaje de Juan José Castelli, mientras que Juan Bautista Alberdi tuvo tal fuerza en su pensamiento que lo hizo protagonista de su obra "El solitario de la provincia flotante", que luego dirigió.

Ahora, con "Un hombre civilizado y bárbaro", le toca el turno a Sarmiento. "Sí, es mi tercera obra histórica. Con Alberdi, con Castelli y con Sarmiento intento desmitificar. No tienen por qué ser de bronce. Son hombres con todas sus contradicciones", justifica.

Serrano alude a su personaje y a lo que vino después. "Bien observó Sarmiento que "el mal que aqueja la República Argentina es la extensión". Pero, a pesar de las luchas de federales y progresistas, en el país ganó Rosas y los estancieros que impidieron la industrialización. Alberdi era el modelo con la Constitución de 1853. No se puede olvidar que a principios del siglo XX teníamos el primer ingreso per cápita, que éramos el segundo país que más inmigrantes recibía. El problema se da a partir de 1930 con un régimen fascista", sostiene.

-¿Cómo observa actualmente la situación del teatro?

-Sigo pensando que se tiene que establecer un diálogo entre ambas partes, entre el mundo de la escena y el de afuera. Y hay que privilegiar la comunicación y la lógica escénica, Ni con ésta ni con las otras obras quisimos demostrar una tesis (el plural obedece a la presencia de Mario Moscoso, el Sarmiento de "Un hombre civilizado...", que comparte años de militancia espiritual con el director). Nuestro deseo es que el público se pregunte sobre nuestra historia. Estamos acostumbrados a transformar todo en un Boca-River, en un Menotti-Bilardo, y no es así. No todo es blanco o negro. La condición humana es contradictoria.

RETRATO DE EPOCA

Volviendo a la obra, recientemente estrenada en el Teatro del Artefacto (Sarandí 760), nos interesa su comienzo: "La historia empieza en la casa de Sarmiento, que no se sabe si está vivo o muerto. Nos basamos en una fotografía que muestra a Sarmiento muerto y lo presentamos luego con la intervención de un actor que personifica el futuro", cuenta Serrano, mientras Moscoso lo acompaña en el relato.

Curiosamente, la fotografía mortuoria de Sarmiento era una circunstancia común en el siglo XIX. En esa época, las fotos de difuntos se realizaban en el mismo lugar en que tenía lugar el deceso y solían utilizarse para acompañarlo, objetos que identificaban al fallecido. Así, los niños muertos, por ejemplo, eran fotografiados con su juguete preferido y en el caso de la última fotografía de Sarmiento se lo ubicó en su silla de trabajo, habiendo muerto momento antes en su cama.

Sobre su elección de una figura como Sarmiento, el director remarca la "teatralidad natural" del sanjuanino, dueño de un particular histrionismo, y subraya la utilización en la obra de textos originales que dicen de un cuidado proceso de investigación. Así como su madre, Paula Albarracín, y Dominguito, su hijo del corazón, son parte de la obra, también aparece, acorde con su fama de mujeriego, el personaje de Benita Pastoriza, su esposa, y la conflictiva relación con Aurelia Vélez Sarsfield, el que fuera gran amor del sanjuanino y punto de disputa familiar al conocerse las cartas de amor con la joven, hija del autor del Código Civil, 25 años menor que el prócer.

TEATRO DE DIALOGOS

Serrano, siempre preocupado por la historia, enumera nombres fundamentales que configuran nuestro país. "Rosas, Mitre, Roca y un Perón que hizo crecer la clase media. Sarmiento -afirma- no está tan lejos de ellos. Aunque fue puesto por Mitre y colaboró con el poder". En su obra "El solitario de la provincia flotante" lo enfrenta a Alberdi, que quería construir un país más federal, pero se acomodó al exilio, esa "provincia flotante", mientras él tuvo que luchar contra la incultura.

Director, escritor y docente, Serrano, con sus bien llevados 84 años, destaca lo prolífico de la actividad teatral en estos momentos en Buenos Aires. "Un teatro nuestro que descubrió sus orígenes en el circo criollo y se afirma con el sainete, tan diferente al español con su temática social; que incorpora la rica población inmigrante, para luego abrirse al grotesco con Armando Discépolo y joyas como "El organito", describe. Evoca además Serrano la universalización del teatro independiente, ese que levantó con Teatro Abierto, una reacción cultural frente a la dictadura militar en el "81.

Con su Teatro del Artefacto, dirigido por su hija Manuela, sus alumnos como aval (Manuel Callau, Alejandro Awada, Alicia Bruzzo, fueron algunos de los que vivieron sus enseñanzas), sus muchos escritos y esta obra que revitaliza la figura de Sarmiento, Serrano sigue apostando al teatro de ideas, a ese teatro político que -como afirma- debe establecer un diálogo permanente entre el pasado y la actualidad.