Aranguren como señal

MIRADOR POLÍTICO- La salida de Aranguren del gabinete representó la mayor derrota del proyecto de saneamiento económico puesto en marcha en 2015.


La salida del ministro Juan José Aranguren del gabinete no tuvo ni lejanamente una repercusión acorde con su importancia. Representó, sin embargo, la mayor derrota del proyecto de saneamiento económico puesto en marcha en 2015.

La expulsión del funcionario podría ser interpretada como un triunfo del "ala política" del gobierno, es decir, de la vieja dirigencia, en especial de los radicales y de Elisa Carrió, alarmados por el sinceramiento de las tarifas y el ruido que sectores en retroceso como la izquierda y el peronismo organizaron sobre la cuestión.

Pero las protestas de los dirigentes no fueron ni el único ni el principal motivo de la defenestración del funcionario. Después del sofocón cambiario Macri dijo públicamente que el "gradualismo", es decir la demora en recortar el gigantesco déficit fiscal, había despertado la desconfianza en su gestión reflejada por la brutal escalada del dólar. No obstante lo cual, echó al ministro del área de energía, la única en la que el "gradualismo" se había dejado de lado. Cambió, paradójicamente, al hombre que defendía la idea de actuar con realismo ante la ruinosa situación heredada del dúo Kirchner-De Vido e impulsaba una estrategia de "shock" o lo más parecido que la sociedad puede tolerar como tal.

Para salir de la tormenta cambiaria y conseguir una tregua el gobierno hizo promesas de enmienda. Juró respetar la racionalidad económica, pero al mismo tiempo expulsó al único funcionario que la había llevado a la práctica. ¿Cómo conciliar ambas cosas?

Esa duda es más perniciosa planteada en el marco actual en el que Macri tendrá que rendir examen ante su prestamista de última instancia, el FMI, regularmente. El préstamo de 50 mil millones de dólares y el "upgrade" a mercado emergente fueron guiños del poder financiero que le permitieron ganar tiempo. Pero sigue abierto el riesgo de que la inflación se coma la suba del dólar y la economía se acerque otra vez al precipicio. Tiene por lo tanto que achicar los déficits fiscal y externo rápido. Señales contradictorias como la que dio con Aranguren no ayudará a despejar el horizonte.

Al margen del pataleo de Carrió para quedar bien ante la clase media porteña o de los radicales por Transener, los que conocen la interna oficialista deslizan que el motivo decisivo de la destitución de Aranguren fue la relación conflictiva que mantenía con la industria. No era un problema de idoneidad sino "político". Se espera ahora que su reemplazante teja acuerdos con los empresarios para moderar las subas precios. El objetivo es amortiguar el impacto sobre la inflación. Los mismos jugadores de siempre con las mismas jugadas de siempre tendrán, cómo dudarlo, los mismos resultados de siempre.

A Aranguren lo echaron junto con otro ministro, Francisco Cabrera, al que lo pusieron en otro cargo. Aranguren no quiso seguir en el gobierno. La experiencia lo convenció de que "hacer lo que hay que hacer" requiere una determinación que los políticos no tienen; que hay una lógica política, que la razón del ciudadano común nunca comprenderá.