Sale Federico, entra Toto

Semana económica. El dólar marca la agenda de esta Argentina sufriente que sabe las consecuencias directas del aumento de la divisa estadounidense: más inflación, menos poder de compra de los salarios.

Aunque no querramos, el tema dominante siempre termina siendo el dólar. Es, a esta altura, casi un estigma. Si sube, si baja, si vienen, si se van. El dólar marca la agenda de esta Argentina sufriente que sabe las consecuencias directas del aumento de la divisa estadounidense: más inflación, menos poder de compra de los salarios.

Por eso fue que la nueva corrida cambiaria experimentada entre miércoles y jueves terminó por eyectar de la presidencia del Banco Central a Federico Sturzenegger, poniendo en su lugar a Luis Caputo, otrora ministro de Finanzas. ¿De cuánto servirá este movimiento de piezas? Resulta prematuro aventurarse a una respuesta.

Como bálsamo para el mercado, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional duró bastante poco. La llegada de Toto Caputo, el Messi de las finanzas, apunta a recuperar la tranquilidad perdida. Ardió demasiado pronto la sensación de seguridad y respaldo que daba el pacto firmado por u$s 50.000 millones, en buena medida por la impericia de un equipo económico que borró con el codo lo que antes escribió con la mano.

Ahora que se disputa el Mundial bien vale el parangón futbolístico. Sturzenegger y su gente funcionaban últimamente como esas zagas centrales que no se entienden. Salgo, no salgo, intervengo, me retiro del mercado. Y la desconfianza que generan sus movimientos descoordinados terminaron por traducirse en una goleada en contra. El dólar sube, sin prisa ni pausa.

Queda claro que el pacto con el FMI trae atada la necesidad de dejar flotar el dólar. No sería raro si llega a 30 pesos en los próximos días. El gran problema de esto es que su sola suba impacta de lleno en la cadena de precios, aunque muchos de los productos que aumentan no estén relacionados con la divisa estadounidense. Y aquí la culpa es de los empresarios que remarcan por las dudas.

En este contexto de dólar en llamas la idea de tomar u$s 7.500 millones del préstamo del Fondo y ofrecerlo en cuotas diarias para abastecer la demanda del mercado de cambio, en el intento por poner paños fríos, no parece una idea saludable. Los grandes jugadores de la plaza se quedarán con las divisas en un abrir y cerrar de ojos. Se apropiarán ellos, hoy, de los dólares del endeudamiento que todos tendremos que pagar mañana.

El panorama es desalentador. Un país suele tener tres bocas claras de ingreso de dólares, pero a la Argentina ya no le funciona ninguna. A saber:­

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1- Comercio exterior: la estampida del dólar en esta nueva corrida le dará mayor competitividad al sector exportador, principalmente a las economías regionales. Pero el envión no será suficiente como para revertir una balanza comercial que terminó 2017 en -u$s 8.000 millones, y que podría ascender a -u$s 10.000 este año.

2- Inversiones: los brotes verdes nunca llegaron. Las inversiones registradas tuvieron lugar en sectores puntuales de alta rentabilidad, como el agropecuario o el energético. No mucho más que eso. La dinámica del ingreso de divisas estuvo dada por la bicleta financiera, el gran negocio de hacer una diferencia en pesos con las Lebac y luego volver rápido al dólar.

3- Endeudamiento externo: los mercados ya le hicieron saber al gobierno que se cortó el chorro del financiamiento. Era algo temido, una pesadilla que podía precipitarse en cualquier momento. Ocurrió antes de lo que muchos esperaban, por eso fue que hubo que golpear una vez más a las puertas del FMI.

El economista Eduardo Curia, ya fallecido, supo elogiar hasta sus últimos días los cuatro años de la gestión de Néstor Kirchner, cuando la fórmula de dólar alto y tasas bajas terminó por impulsar al sector productivo. Fue apenas un veranito.

La ecuación resulta saludable para la Argentina porque el dólar alto evita la fuga de divisas por turismo e importación de bienes finales, y las tasas de interés bajas permiten que las pequeñas y medianas empresas tengan acceso al crédito, inviertan, se expandan, obtengan una buena rentabilidad y creen empleo, que debe ser la finalidad de cualquier sistema económico que busque beneficios para la sociedad toda.

En medio del torbellino cambiario y la cortina de humo del Mundial han comenzado a aparecer algunas manifestaciones sociales de descontento. El paro del sindicato de Camioneros es una muestra, tal vez la punta del iceberg de un movimiento que buscará volver a negociar salarios ahora que el Gobierno dio luz verde para la reapertura de paritarias.

La inflación del 2,1% sufrida en mayo es un dato claro del azote a los bolsillos. El salario real se ha visto talado en forma y es dable pensar que el descontento irá in crescendo. Este estrangulamiento, más que una organización sindical caída en el descrédito, puede terminar por azuzar a una sociedad extrañamente adormecida.