El setentismo puesto en ridículo

Marcelo Birmajer se anima a la insolencia histórica en su última novela. En "El rescate del Mesías" el escritor se burla de las ideas dominantes en la década que glorificaba la revolución y la lucha armada. El humor es la columna vertebral de una comedia trágica.

Marcelo Birmajer escribió en El rescate del Mesías (Sudamericana, 384 páginas) una novela inusual, casi podría decirse que única en su género. Su mayor originalidad está en el tono en que aborda un tema tabú en ciertos círculos. Trata sobre el conflicto interno que desgarró a nuestro país en la década de 1970, pero lo hace en sorna, con una constante y afilada mirada burlona sobre las ideas dominantes de aquellos años terribles, como el mito de la revolución y la aceptación que tenía la lucha armada en ciertos sectores de la clase media urbana.

Su protagonista, José Mifkad, es un cómico judío que trabaja en fiestas y casamientos y una madrugada, de regreso de una de esas actuaciones, ve desde el colectivo un asesinato: un hombre es abatido a balazos en la vereda por una monja. Acuciado por esa imagen estremecedora, no tardará en descubrir que el crimen fue obra de la banda guerrillera Montoneros, hallazgo que marca el comienzo de una trama a la vez rocambolesca y trágica.

La historia avanza al ritmo de diálogos desopilantes y personajes descubiertos en sus contradicciones o hipocresías. Junto con ellos se nos presenta una atenta reconstrucción de la vida cotidiana de aquel tiempo, desde los programas más populares de la televisión a la necesidad -hace tiempo olvidada- de tener un cospel para hablar por un teléfono público. 

Conforme por ese trabajo de "archivo", Birmajer conversó con este diario sobre la escritura de la novela y el significado de enfrentarse a una época incómoda. 

-A primera vista parece muy osado hacer humor con el enfrentamiento de los "70, un tiempo que los medios intelectuales locales suelen recubrir de épica o idealismo. ¿Por qué se le ocurrió ensayar esa variante?

-Las consignas de las organizaciones guerrilleras, Montoneros, ERP, y las pequeñas sectas armadas maoístas, eran ridículas a la vez que sanguinarias. Los nazis peronistas, como Osinde, López Rega, o los integrantes de la redacción de El Caudillo, eran también criminales patéticos. No había manera de narrar esa tragedia sino a través de la comedia. Es una comedia trágica. Por otra parte, el humor es una pulsión en mi literatura. No lo puedo evitar. Es como respirar.

-En algún momento de la novela, el protagonista se define como un "contrarrevolucionario", que entonces era lo mismo que decir un hombre con sentido común. ¿Puede pensarse que alguien como José Mifkad representaba a la mayoría de la población en aquel tiempo?

-Definitivamente representaba a la mayoría de los argentinos, lo que Nixon definió correctamente como "la mayoría silenciosa". La mayoría de los argentinos, desde 1810, no queremos revoluciones, queremos república y democracia. Esa revolución fundacional fue inevitable. Pero desde hace 200 años lo que necesitamos es estabilidad, no revolución.

-Varias veces Mifkad denuncia los dislates de una época delirante. ¿Cuál cree usted que fue el mayor delirio de aquellos años?

-Que el ERP asesinara a un militante antifascista italiano, Oberdan Salustro, que había combatido a Mussolini como partisano. Que una organización de fascistas de izquierda como el ERP, asesinara a un verdadero luchador antifascista, es el mayor delirio que yo puedo señalar. Pero hubo muchos. Hay mucha competencia de delirios. Lo mataron sentado, de un tiro por la espalda. Eran asesinos despiadados. Los movía su deseo de asesinar.

RECREACION

-¿Hasta qué punto es Mifkad la persona que habría sido Marcelo Birmajer si hubiera vivido los años "70 como adulto?

-No, no puedo ni siquiera imaginar cómo hubiera sido mi vida en esa época. Mi punto de vista actual político es muy parecido al de Mifkad, pero cómo hubiera sido yo realmente en esa época, no tengo la suficiente imaginación para descifrarlo.

-Sin ser exhaustivo, a lo largo de la novela hay cierta reconstrucción de la vida social y cultural de la época. ¿Qué tanto empeño puso en atender ese aspecto de la obra?

-Más que en toda las demás novelas y cuentos que escribí. Nunca dediqué tanto tiempo a reconstruir una época, pintar escenarios, climas y ambientes como en El rescate del Mesías. Siempre confío mucho más en la imaginación. Acá hice un research que incluyó bibliotecas, películas, canciones, testimonios. Investigué durante más de diez años. Llevo toda mi juventud, y mi actual vejez, preparando esta novela.

-¿Es consciente de que con la novela estaba desafiando una versión establecida de la historia violenta de los "70? ¿Qué tipo de reacciones hubo hasta el momento?

-No hubo ninguna reacción. No sé si la habrá. Pero sí, soy perfectamente consciente de que la mía al respecto es una voz muy singular. Insolente. Espero que entretenida. Puedo sentir cierta inquietud por posibles reacciones, pero mucho más le temo a quedarme callado.