Cuando las formas realmente importan

A la Real Federación Española de Fútbol no le tembló el pulso para despedir a Julen Lopetegui sólo 48 horas antes del debut mundialista. Aunque la decisión pueda poner en riesgo las posibilidades de la selección, queda expuesto un modelo de conducción firme y sin dobleces.

"Aquí nadie puede estar fuera de las reglas del equipo; aquí no estamos para guardar las apariencias sino para defender los valores de la selección". Con este argumento, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, anunció el despido del técnico Julen Lopetegui. Aunque parezca increíble, echaron al entrenador apenas dos días antes del debut en el Mundial por el simple hecho de que se había anunciado su ligazón al Real Madrid sin habérselo comunicado a los dirigentes. Uno de los seleccionados más poderosos del mundo y candidato a quedarse con el título, pateó el tablero aun a costa de sus propias posibilidades en Rusia 2018.

Para suceder a Lopetegui, la RFEF rápidamente contrató a Fernando Hierro, un hombre íntimamente unido a la selección española, pero casi sin experiencia como técnico. Para hacer la cuestión todavía más curiosa, el nuevo DT es un símbolo histórico del… Real Madrid. 

La trama de la salida de Lopetegui es simple. Rubiales se enteró el martes de que el técnico había acordado su llegada al club merengue por una comunicación con el titular de esa institución, Florentino Pérez. Pidió que se retrasara el anuncio para intentar darle un marco menos desprolijo al tema. No tuvo éxito: cinco minutos más tarde de ese diálogo, el Madrid confirmó en su página oficial la contratación del entrenador que sucederá al francés Zinedine Zidane.

Rubiales hasta buscó hablar con Lopetegui, pero justo en ese momento él estaba contándoles a sus dirigidos que ya tenía trabajo una vez que finalizara la Copa del Mundo. El dirigente se reunió con los jugadores de la selección para explicarles que tenía pensando despedir al técnico. El plantel se dividió entre los que apoyaban la determinación y los que respaldaban a Lopetegui, encabezados por Sergio Ramos, capitán del Real Madrid.

España, uno de los favoritos para alzarse con el título en Rusia 2018, decidió barajar y dar de nuevo. Sin tiempo para reponerse del impacto, debe reconstruirse sin margen para los lamentos. El viernes, a las 15 de nuestro país, estará enfrentando a Portugal (cuya figura es Cristiano Ronaldo, goleador del Real Madrid) en el inicio del Grupo B, que también integran Marruecos e Irán. Hierro, seguramente acompañado por los colaboradores de Lopetegui, tendrá que salir al toro -como se dice en la jerga artística y en este caso en una expresión muy propicia para referirse a la Madre Patria- y conducir un equipo que no formó y con el que jamás trabajó. Aquí, en nuestras latitudes, se hablaría de improvisación, algo que curiosamente se da en la Argentina con una estudiada naturalidad.

El mismo seleccionado que barrió 6-1 al conjunto de Jorge Sampaoli hace pocos meses entró en un terreno peligroso que compromete seriamente sus posibilidades. Más que nunca, todo dependerá de los futbolistas, quienes quedaron en cierto modo a la buena de Dios, pues Hierro difícilmente pueda conferirle algo de su concepción de juego a un conjunto que hacía dos años trabajaba según el manual de Lopetegui. Es sabido que, más allá de las decisiones de los entrenadores, la identidad de los equipos depende de sus integrantes, pero en esta oportunidad el DT que asume a las apuradas no dispondrá de demasiados elementos para cambiar algo que no le guste o que vea que no funciona como debería.

A las órdenes de Lopetegui, España disputó 20 partidos, de los cuales ganó 14 y empató 6. Para cuidar las formas, la RFEF expulsó a un DT que marchaba invicto y que había acumulado el 70 por ciento de los puntos en juego. Es más, había marcado un promedio de más de 3 goles por encuentro (61) y la valla roja había caído apenas 13 veces. Está claro que los buenos resultados seguían siendo una constante como sucedía en los viejos buenos tiempos de Luis Aragonés (campeón de la Euro 2008) y de Vicente del Bosque (ganó el Mundial 2010 y la Euro 2012), pero a Lopetegui lo sedujo más tomar las riendas del Madrid pese a que tenía contrato con la selección hasta 2020, vínculo que había renovado el 22 de mayo pasado.

Pero la conducción de Rubiales no tolera ciertas desprolijidades. Las odiosas comparaciones nos recordarían que Sampaoli estuvo en el ojo de la tormenta por un incidente con un agente de tránsito en su Casilda natal, pero la AFA no reparó en ese hecho porque se trataba de una situación relacionada con su vida privada y no con su actuación como entrenador del Seleccionado.  Las apariencias aquí importan menos que en la Madre Patria. De hecho, la Selección no tuvo empacho en desairar al Papa y suspender un encuentro que estaba pautado con la suficiente antelación que un compromiso de esa naturaleza requiere y que la AFA diagramó un partido contra Israel que tuvo que cancelarse porque alguien les informó a los poco avispados dirigentes que Jerusalén no era precisamente una tierra de paz y armonía.

También, más allá de los nombres, es la misma AFA que forzó la salida de Gerardo Martino porque avaló a los clubes que decidieron dejar al Tata sin plantel para competir en los Juegos Olímpicos de Río 2016 o que expuso al Vasco Jorge Olarticoechea a hacerse cargo del equipo en esa competición. La AFA que de la nada contrató a Edgardo Bauza con una comisión normalizadora que no normalizó nada y que, ya con la actual conducción, salió desesperada a buscar a Sampaoli pese a que tenía contrato con el Sevilla.

España hoy está improvisando y se atiene a las consecuencias. En la Argentina se improvisa como estrategia de trabajo. Pero las formas sólo se cuidan del otro lado del Atlántico.