La "doble vida" de Patricia Palmer

Figura popular gracias a la televisión, se afirma en el teatro independiente en el rol de autora y directora Acaba de reestrenar "Mujeres que cocinan con huevos", obra en la que aborda la violencia machista desde el humor. "Siempre voy a estar del lado de los que tienen necesidad, y ahora todo está cada vez peor", opina.

Muy coqueta. Cuidadosa con su cuerpo y su rostro. Patricia Palmer, tan recordada y tan querida por sus grandes éxitos televisivos -especialmente "Dulce Ana" (Canal 9, 1995)-, se toma un tiempo para arreglarse para la entrevista con La Prensa.

Madre de dos hijos y abuela de dos nietos, pero tan esbelta y delicada como siempre, la actriz va al pequeño camarín de su teatro -Taller del Angel-, se retoca el maquillaje, y vuelve. Su cara y su actitud son las de una mujer que ha vivido pero revelan una ternura, una especie de inseguridad. Habla pausado pero firme, piensa las palabras. ""El país está cada vez peor"", dirá después, cuando se suelte.

También recordará, por supuesto, el mito de origen -la muchacha de 24 años que vino desde Mendoza con una niña en los brazos-. Se había recibido de actriz en la Universidad de Cuyo, no conocía a nadie en Buenos Aires y de a poco, con tesón y estudio, logró transformarse en una intérprete buscada por los grandes medios. 

Antes del estrellato, Palmer se dedicó a explorar el bichito del teatro. ""Doy clases desde 1984. Eso la gente no lo sabe"", asegura. Hizo la carrera de dramaturgia en el IUNA -ahora Universidad de las Artes- y cursó dirección con Rubén Szuchmacher. En el circuito off realizó varias obras, escribió -si bien su fuerte son los guiones de televisión- y también dirigió. Su última creación, "Mujeres que cocinan con huevos", anduvo tan bien el año pasado que el último fin de semana volvió a escena en el Taller del Angel (Mario Brazo 1239).

"Habla sobre la violencia de género. Yo nunca fui violenta ni nunca la padecí pero es un tema que me toca"", reconoce. De hecho, Palmer también es psicóloga social y estuvo siempre muy cercana a la problemática.

-¿Cómo abordar ese "temón" sin ser solemne ni caer en un panfleto, no?

-Con humor. Insospechadamente, la obra fue muy bien. Era de mucho riesgo hablar de la violencia de género con humor. Yo no puedo evitar escribir así. El humor es un vehículo fantástico para la compresión, para aflojar al que se resiste a mirar.

-Usted marca que la violencia no es privativa del hombre.

-Eso se encuentra en la obra. La violencia está en todos. En general, sucede que el hombre por una cuestión física mata. Si la mujer tuviera la misma condición física, también lo haría. El ser humano es primitivamente violento. El antídoto es la educación.

DOS MUNDOS

-¿Cómo se siente en el teatro independiente alguien tan famoso como usted?

-Siento mucho respeto y cariño por mí. Soy muy afortunada. Siempre me encontré con linda gente. Y si hay fea, no se me pega, los detecto. Me pasa que a veces la gente cree que esto viene después de la fama. Y es cierto que yo tampoco me encargué de comunicarlo. Separo bastante los dos mundos, el comercial y el independiente, porque no creo que tengan que unirse. No hay que mezclarlos.

-¿Por dónde va su camino? ¿Cuál es su búsqueda estética?

-A mí me encanta el teatro físico de Omar Pacheco, por ejemplo. No es el teatro que yo hago, igualmente. También el teatro de Eugenio Barba, el de Jacques Lecoq. Mi mayor inspirador es Grotowski. Acá es difícil hacer teatro físico. Sólo es posible en países subvencionados por el estado. Hago lo que puedo.

-¿Y qué puede?

-Es una mezcla. A mí me interesa el cuerpo. El teatro es un cuerpo que se expresa, no una cabeza que habla, como la televisión o el cine. En mis cursos obligatoriamente hay yoga todas las clases. De donde estoy más lejos es de un lenguaje realista o naturalista. No es un desprecio, es una no elección.

-A "Mujeres que cocinan con huevos", ¿cómo la catalogaría?

-Es almodovariana. Un poco surrealista, onírica.

-Está en la cabeza de uno de los personajes, ¿no?

-Exacto. Todo el lenguaje, los movimientos y la estética no son realistas, pero sí verosímiles. Esa es una condición imprescindible del teatro: no importa el lenguaje en el que esté, si algo no sucede en el escenario, no modifica. A mí me parece que el arte tiene que provocar. "Mujeres..." es muy zafada. Hay momentos en los que la gente grande se pone incómoda porque el lenguaje es muy procaz. También está bueno que alguien se pare y se vaya. Prefiero eso antes de que se queden dormidos.

PROYECTOS

Además de "Mujeres...", Palmer tiene varios proyectos en el "on" y el "off". Estrena otra obra en septiembre, que escribió con su hermano. Se llama "El don" y trata sobre un donante de corazón, con humor. Hacia octubre hará una miniserie para televisión.

-¿Cómo pasa del teatro independiente al sistema donde el éxito sí importa, y mucho?

-Entiendo perfectamente el juego. Lo vivo re bien. Yo si estoy ahí es porque quiero estar. No pretendo tener medalla en nada. Me gusta también la plata, comprarme mi casa y para eso está el sistema. Gano dinero y después lo meto en el teatro.

-¿Cómo vive que la gente la reconozca?

-Hubo una época en la que no me bancaba la pérdida del anonimato. Después entendí que ya son más rollos personales. Ser actor es un privilegio y uno tiene que estar muy agradecido. Y cuando tengo un micrófono adelante también pienso en la gente. Siempre voy a estar del lado de los que tienen necesidad. Y ahora todo está cada vez peor.

-Es difícil llenar un teatro.

-Sí, pero un actor, de última, trabaja en otra cosa. Pero hay gente que no tiene ni para comer. Yo deseo con toda mi alma que les vaya bien a los que estén. Ideológicamente no comparto con este gobierno, tampoco con el anterior. Les creo poco. Pero igual soy optimista, pienso que algo bueno sucederá en algún momento. Ojalá sea pronto.

-¿Con "Mujeres que cocinan con huevos" estarán dos meses?

-Sí, sólo junio y julio. Seguramente el público nos volverá a acompañar.

-Siendo como parece, tan tranquila, probablemente no estuvo nerviosa por el reestreno. Dejó que fluya.

-Así es.

-¿No le importa el éxito?

-Yo creo que estoy en este mundo para aprender a amar incondicionalmente, no para tener éxito, lo cual no quiere decir que no me guste. Si está, bárbaro, pero definitivamente no es lo esencial.