Un presidente promercado que recibió una lección del mercado

Macri creyó que podría seguir postergando el ajuste, pero una corrida cambiaria lo devolvió a la realidad. La oposición no es una amenaza; la pérdida del optimismo económico sí lo es

A pesar del ambiente apocalíptico instalado por buena parte de los medios, el descontrol del mercado de cambios se frenó la semana pasada cuando el dólar llegó a los 25 pesos. El mismo Banco Central al que los compradores le habían pasado por encima cuando quiso frenar la corrida en 22 o 23 pesos, aceptaron la nueva cotización y pactaron una tregua. No era, entonces, un problema de funcionarios, ideologías o "management", sino de precio. Corregida la cotización, el huracán perdió fuerza con rapidez.

¿Qué dejó a su paso? Una paradoja y varias enseñanzas. La paradoja es que un gobierno liderado por un empresario promercado fue castigado duramente por el mercado que le perdió confianza. Los que retiraron sus dólares no creen en la manera en la que Mauricio Macri está manejando el difícil cuadro heredado de Cristina Kirchner.

En ese marco el disparador de la estampida fue externo, el alza de las tasas dispuesta en los Estados Unidos, pero las dudas venían de lejos por decisiones tomadas en la Casa Rosada. Más exactamente desde fin del año pasado. El gobierno no devaluó en la medida necesaria y en conferencia de prensa de todo el equipo económico postergó la imprescindible reducción de la inflación y ratificó que mantendría una política fiscal laxa.

Esta decisión no fue tomada por razones económicas, sino políticas. El éxito del "gradualismo" le había permitido a Macri ganar la elección de medio término incentivando el consumo y anclando el dólar, lo que incidió directamente en la mejora de los sectores medios y bajos con ingresos fijos. Una táctica con bien ganada fama de populista. Pero lo que el presidente ganó en votos del conurbano lo perdió en credibilidad económica.

Aunque la historia contrafáctica tiene más de ficción que de ciencia, no hay duda de que, si Macri hubiera perdido en octubre pasado, la actual situación política no distaría demasiado del caos. Pero después de saltar la primer valla Macri se encuentra ahora con que la segunda es inesperadamente alta. El ajuste generará recesión, achicará el consumo y aumentará la inflación. El grueso de los votantes sabe lo que tiene en el bolsillo; la balanza de pagos es para ellos una abstracción incomprensible.

A lo que hay que sumar que la reducción del gasto ensayada hasta aquí sirve de poco, porque fue compensada por la suba de los intereses de la deuda adquirida para financiar el "gradualismo". Lo que se ahorró por un lado, se gastó por el otro. Llegó la hora de cortar en serio.

En este cuadro de dólares caros y carencias financieras el presidente tuvo que recurrir al FMI, una decisión a la que no le faltó lógica económica pero que tuvo una pésima recepción social. Aquí también hay que seguir a los votantes: la mayoría está lejos de ser expertos en finanzas, pero identifican al FMI como una suerte de gran Satán después de décadas de prédica en su contra y de experiencias nefastas en países subdesarrollados.

En resumen, la turbulencia cambiaria y la vuelta al Fondo deterioraron la imagen del presidente. Pero hay algo peor: el ajuste va a deteriorar las expectativas económicas positivas. Nada nuevo, pero que instala la incertidumbre respecto de las presidenciales. Si se repitiera la experiencia 2016/2017 período en el cual hubo una fuerte devaluación inicial seguida de una lenta recuperación económica, el gobierno se fortalecería, pero ese es solo uno de los escenarios posibles.

Además el presidente tendrá que enfrentar sin ayuda el ajuste. Que el peronismo haga por él lo que nunca hizo por sí mismo, bajar el gasto público, es un sinsentido. Tanto como suponer que "la política" es la solución para resolver los problemas que ella misma crea. Lo único que Macri tiene a favor es que el peronismo está más golpeado que él y no se sabe por cuánto tiempo seguirá en estado de estupefacción.