Literatura que indaga en lo real

Desde hace tiempo Jorge Volpi reivindica el uso de la novela para reflexionar y analizar la realidad. La crítica ya había visto en sus obras que integran una tetralogía sobre el siglo XX precisamente una pretensión de reflexionar sobre la historia, la política y la ciencia. Y él mismo caracterizó alguna vez su escritura como una forma de explorar el mundo, un camino de búsqueda, una investigación de la realidad.

Eso es precisamente lo que hace en Una novela criminal (Alfaguara, 504 páginas), que ganó el Premio Alfaguara. Una novela documental, o de no ficción, como él la define, que hace un recuento de un famoso caso policial: la desarticulación de una presunta red de secuestradores conocida como la banda del Zodíaco. Un proceso turbio y dudoso que desembocó en una crisis diplomática entre Francia y México.

La novela comienza en medio de la acción, con el secuestro de una joven contado con todo detalle. A partir de ese hecho, Volpi retrocede para presentar al mexicano Israel Vallarta y la francesa Florence Cassez en su vida cotidiana hasta que son arrestados en un espectacular operativo policial en el que fueron liberados tres de sus supuestos rehenes. Un operativo transmitido en directo por televisión, primer paso para que cayera la supuesta banda, de cuya existencia después comenzó a dudarse.

Para reconstruir todo el cuadro, el autor debió consultar el voluminoso expediente judicial del caso, entrevistar a los protagonistas, revisar publicaciones de la época y hasta el diario personal de Cassez. En una nota introductoria, cuenta que su labor consistió en ordenar los hechos, decantarse por la versión más verosímil, y llenar los vacíos con escenas conjeturales, circunstancia que aclara debidamente.

En la senda de Truman Capote, Emmanuel Carrre o Javier Cercas, el yo es el hilo conductor de la historia. Un yo discreto, que entra y sale de escena sólo para anticipar a quién irá a ver, para señalar inconsistencias, pistas que no se siguieron, hipótesis propias, o que explica sus decisiones a la hora de escribir.

En primer plano está la historia y la voz de los personajes, que parecen hablar en tiempo real a partir de los interrogatorios policiales. El escritor cede el protagonismo a Florence, luego a Israel, a los hermanos Rueda Cacho y a una periodista que duda de la transmisión televisiva. El conjunto da la impresión de un relato coral.

El resultado es un thriller trepidante, que logra mantener la atención y va invirtiendo la percepción de quiénes son culpables. Debajo asoman una historia amorosa, un México violento, el hartazgo social ante la industria del secuestro, la ansiedad de las nuevas autoridades por demostrar resultados, la corrupción en el sistema judicial y en los medios.

La revisión crítica del proceso judicial, sarcástica en ocasiones, es una acumulación de anomalías. El texto está así a mitad de camino entre el periodismo y la literatura. Volpi se presenta como un investigador que busca la verdad. Ya el material sobre el que trabaja -con sus engaños, montajes televisivos e intrigas políticas-, cumplía de sobra con los requisitos de una buena ficción.