Dilemas de una obra "irrepresentable"

El polaco Michal Znaniecki estrena su versión de "El casamiento", un texto clásico de Wilton Gombrowicz. Lo poético y lo filosófico conviven en este texto que apela a varios géneros teatrales para narrar el drama de un soldado que regresa a su hogar después de la guerra. Se verá en la sala Martín Coronado del San Martín.

Muy entusiasmado y sin miedo. Así se lo ve al prestigioso director polaco Michal Znaniecki -ex responsable artístico de la Opera Nacional de Varsovia y regisseur de fama internacional-, quien se embarcó en la nada sencilla misión de llevar a escena en el teatro San Martín la pieza "El casamiento", de su connacional, el escritor Wilton Gombrowicz (1904-1969).

El propio autor -afincado en la Argentina durante más de veinte años- había calificado la obra de, directamente, "irrepresentable". Y algo de razón tal vez tendría: para contar el drama de Enrique, un soldado que vuelve a su casa después de la guerra, mezcla géneros, lenguajes y climas. A pesar de la dificultad, o por ella misma, consiguió posicionarlo como un texto clave por su valor poético, filosófico y político.

No resulta fácil encararlo, no. Pero Znaiecki exuda confianza. Instalado en el hall del segundo piso del San Martín (la obra se verá desde hoy a las 20.30 en la sala Martín Coronado), el director recibe a La Prensa sin necesidad de traductores. Su castellano resulta impecable y da muestras de un acento "argentino" logrado luego de diez años de casi vivir en el país, donde dirige el Festival Opera Tigre.

-Hay varios puntos en común entre usted y Gombrowicz, además de ser ambos polacos.

-Sí, en principio, y quizás lo más importante, el gran amor de ambos por la Argentina. Yo empecé a vivir una vida muy parecida a la de él, conocí este país, me enamoré, viví mucho tiempo acá y quiero volver a Buenos Aires cada vez que me alejo, a pesar de no tener acá la posición que tengo en otros países como Polonia o Italia. Elijo estar más tiempo en la Argentina, donde soy un nombre polaco desconocido como persona. Llegué como turista, me quedé en San Telmo y descubrí que estaba a tres cuadras de donde había vivido Gombrowicz. Es decir, hay una sintonía de experiencias que nos unen y son ya diez años desde que estoy acá. Viajo mucho pero vuelvo siempre, tengo casa.

-Gombrowicz tampoco era reconocido estando en la Argentina.

-Claro que no. Era pobre, lo maltrataban, trabajaba en un banco polaco, nada especial, pero después que se fue siempre quería volver. Incluso cuando estaba en Francia y era muy reconocido, cada día reservaba el pasaje para volver a la Argentina. Hemos llegado a tener la misma experiencia: tengo la familia argentina, la casa. Es el momento para hablar al público de Buenos Aires. Tengo que compartir esta experiencia gombrowicziana, ahora o nunca más.

HOMBRE DE TEATRO

-¿Cómo encara el desafío de "El casamiento"? Laura Yuseim, quien la montó en el San Martín hace cuarenta años, se mostraba hasta "enojada" con Gombrowicz por la complejidad del material.

-Yo soy más bien primitivo, más como un público normal, no soy intelectual sino un hombre de teatro. Como teatro, no me asusta, quiero entender el texto. Si bien Gombrowicz decía que era irrepresentable, para mí es lo contrario. El te deja tanto input, tantas impresiones...

-Incluso tiene muy interesantes aclaraciones en el texto.

(Sonríe) -Por suerte yo no las leo. Tomo el texto sin leerlas ya que hacerlo me puede cortar las alas. La cosa más divertida es construir un espectáculo onírico, tradicional, clásico, moderno, mezclando formas, tal como hacía Gombrowicz, con referencias a Shakespeare y a otros. Yo hago lo mismo con referencias a Tadeusz Kantor y al teatro de moda de hoy.

-¿Sin cambiar nada de la letra?

-Sin cambiar nada. En "El casamiento" podés pasar de un teatro de horror a uno clásico, donde el rey usa el registro de Shakespeare; hay juegos de palabras, repeticiones. No me aburro nunca mirando ensayos, estoy todo el tiempo sorprendiéndome. Esto es gracias a que los actores están trabajando conmigo de manera muy atenta. Buscamos siempre que sea actual y que el público diga "este texto habla de nuestro mundo, de nuestro país, de nuestra casa".

LOS VIUDOS

-A pesar de no ser masivo, Gombrowicz tiene muchos seguidores en el país.

-Mi sorpresa es que en la Argentina está muy viva la relación con él. "Yo lo adoro, yo lo conozco", me dicen. Hay muchos fans aquí, muchos viudos de Gombrowicz, gente que lo ha conocido un rato, un momentito, y se quedó con él en el corazón. Para mí, Gombrowicz es el creador de un teatro moderno, fundador del teatro grotesco, absurdo. Resulta perturbador, te pone incómodo. Mi trabajo más importante ahora es volver a descubrir que es actual, que no envejeció, que te duele, te perturba.

-¿Cómo logra eso?

-Es que cuando ya creés que entendiste todo, él te desplaza. Gombrowicz dice: "¿Querés un drama o melodrama?", te lo doy. ¿Querés farsa?, no hay problema. ¿Te gusta? ¡Ahhh, qué mal gusto!, hagamos una cosa psicológica. ¿Te gusta esta mierda psicológica?, entonces hacemos vodevil". El público no sabe dónde ubicarse. Habla de política, de totalitarismo, algo que siempre es actual, y entonces te da miedo. Toca asuntos que cada uno puede reconocer y decir "habla de mí", de mi pequeño poder como director de escena o como dueño de una carnicería.

-¿Qué estilo de actuación busca usted en la puesta? ¿Desde dónde se dice semejante texto?

-Acá también hemos mezclado el escenario, y entre el público hay actores también. Usamos toda la tecnología del teatro. El público, como un niño, necesita atracciones todo el tiempo y cada diecisiete minutos debe estallar una bomba en el escenario para no ir a mear con mamá. Esto es un gran desafío para retener la atención todo el tiempo y descubrir hasta dónde llega la locura de un autor como Gombrowicz y hasta dónde llegaremos nosotros como actores. Aburrido seguro que no va a ser.

DESDE LA IMAGEN

-¿Cómo conecta con el espectador de hoy?

-Usando tecnologías muy claras. Gombrowicz decía que la palabra construye, que puede construir relaciones, tu carácter. Ahora tenemos Facebook, Instagram, hoy la imagen construye más que la palabra. Entonces eso lo usamos, hay cámaras, monitores en la puesta.

-¿Cómo fue el proceso de ensayo?

-Es quizá distinto para el actor argentino, que necesita más tiempo de entender, discutir. Yo no lo hago. Sé dónde quiero ir y estoy construyendo una jaula donde los actores pueden ser muy libres pero saben adónde van. Y si hay algo que no funciona para ellos, eso está bien. Esa es la idea: que estén incómodos. Confiando y con una entrega absoluta.

-¿Va a seguir viendo la obra después del estreno?

-¡No! Mañana viajo a Polonia por otros trabajos. En la Argentina, el director está presente en todas las funciones, pero yo pienso que a partir del estreno los actores construyen con el público y yo no puedo participar. Pero voy a volver, siempre vuelvo.

"Es surrealista, una pieza donde todo es onírico"

Roberto Carnaghi cumplirá un rol clave en "El casamiento": el del padre del protagonista. Afable, conversador, el prestigioso actor se cruza en el hall del San Martín con el director Znaniecki y lo saluda con un abrazo. Se lo ve entusiasmado con el proyecto a pesar de las dificultades que representa.

-Desde el lado del actor, ¿cómo se dice este texto?

-Yo tengo letra pero no tanta como Luis (Ziembrowski). Soy un actor que a medida que va ensayando, va aprendiendo el texto. Lo hago mío con los ensayos porque para mí el movimiento también tiene mucha importancia: cuando vos aprendés el texto solo, sin lo otro, se pierde el pie, la pausa.

-¿Es realmente tan difícil el material?

-El texto es comprensible e incomprensible. Cuando lo leés por primera vez resulta incomprensible, es cierto, pero tiene una música que quizá en polaco suene distinto, pero resulta apasionante. Se trata de una pieza surrealista, donde todo es onírico. Lo más importante es que el público pueda captar desde el comienzo que es como un sueño. Esta todo en la cabeza de Enrique, el protagonista, y va creando personajes que ahora son una cosa y después otra.

-Como la lógica que tienen los sueños.

-Efectivamente, una lógica ilógica. Es un desafío, pero Michal tiene muy clara la obra. Posee una gran claridad en lo que quiere y en lo que pide. A partir de ahí uno empieza a volar, a crear. Es cierto que uno siempre pretende tener más tiempo de ensayo pero va a estar muy bien, sin duda.

J. C. A.