La experiencia de enseñar forma líderes

Para disminuir la desigualdad educativa, la fundación "Enseñá por Argentina" lleva a escuelas de contextos vulnerables a jóvenes profesionales para que se formen en el llano y contribuyan a cambiar las prácticas dentro del aula.

"Enseñá por Argentina" es una organización no gubernamental que viene trabajando desde hace nueve años en estrategias para contribuir a reducir la desigualdad educativa, la brecha que existe entre los aprendizajes de los sectores más ricos y los más postergados.

De hecho, el problema de la desigualdad fue expuesto en forma dramática en la última Asamblea Legislativa por la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal como el principal tema a enfrentar en educación: "La mitad de los chicos que empiezan la escuela pública no la termina, y de esa mitad el 68% no puede resolver operaciones básicas de matemática y el 55% no pueden comprender textos".

"En este contexto, nuestra intensión es poder contribuir a cambiar la realidad educativa, pero no hay una única solución para un problema que es sistémico y multicausal y que debe ser abordado con la colaboración de todos los actores del sistema", sostiene Pablo Princz, director de la fundación "Enseñá por Argentina", que busca, a través del conocimiento de realidades del aula, formar a los líderes sociales que diseñarán las políticas públicas que cambien el sistema educativo.

-¿En qué consiste el Programa de Liderazgo Social y Educativo?

-Lo que hacemos es formar a los jóvenes profesionales para que trabajen en forma colaborativa con los docentes, el equipo directivo, los estudiantes y sus familias, poniendo el foco no tanto en los saberes académicos sino en el desarrollo de habilidades, el aprendizaje basado en proyectos y la inclusión de tecnología.

Nuestro objetivo es formar un movimiento de personas que hayan pasado por la experiencia de enseñar en escuelas con contextos sociales vulnerables para que puedan seguir trabajando, ya sea dentro del propio el sistema educativo o en otros ámbitos, para disminuir la desigualdad.

En ese sentido, nosotros no vamos a las escuelas a enseñar, sino a aprender de los que más saben, que son los que están en la comunidad, los que tienen años de experiencia trabajado.

-¿El objetivo es formar líderes, tal vez futuros ministros, con experiencia en el terreno?

-Lo que podemos aportar es que en los distintos niveles de toma de decisiones del sistema educativo existan personas que hayan pasado por la experiencia del aula en contextos vulnerables.
Creemos que ese es el espacio transformador por excelencia y creemos que el camino lo vamos a encontrar en la medida en que pensemos en qué es lo mejor para mejorar el aprendizaje de los estudiantes.

Por otro lado, la experiencia de enseñar te forma como líder. El desafío de estar en una aula motivando, enseñando, cuidando a otros, empoderando a jóvenes, conociendo sus realidades, mostrándoles cómo la educación puede contribuir a enriquecer sus vidas y su propio entorno es fundamental. Lo que buscamos es que los profesionales que pasen por el programa continúen contribuyendo con la educación.

-¿Qué cambios concretos logran?

-Lo que nos dicen los directores y docentes es que ven a los chicos empoderados y motivados con su aprendizaje, que logran una mejor vinculación con sus docentes, porque al conocer la realidad de los chicos, se puede ofrecer una educación realmente contextualizada que permita los aprendizajes significativos.

Muchos ven con cierta desconfianza la intromisión del sector privado en las escuelas, pero cambia cuando del otro lado las personas que te reciben entienden que venís a contribuir, y que ocupás el lugar que te corresponde, que es sumarte a los esfuerzos que ya existen y reconocer el trabajo que ya se hace. La idea es sumar los esfuerzos para logra una mejor educación par los estudiantes.

-La discusión sobre educación siempre pasa por las paritarias, pero no se cuestiona el problema de fondo, que es el contexto, lo vulnerable.

-Lo primero que hay que reconocer es que enseñar en contextos vulnerables es muy desafiante: lograr alcanzar a todos en un aula muy heterogénea, con chicos que vienen con trayectorias escolares muy dispares, muchos habiendo sufrido el fracaso escolar más de una vez y con niveles de repitencia y sobreedad muy altos.

Hay que comprender que enseñar en esas condiciones es complejo, estresante y puede generar mucha frustración y mucho dolor, por la propia realidad que enfrentan los chicos. Entonces, lo primero es empatizar con esa realidad y saber que no hay recetas mágicas para ofrecer mejores oportunidades educativas.

-Entonces, ¿qué hacemos?

-Tenemos que poder tener un diálogo franco y decir que, si bien el nivel socioeconómico explica muchas de las desigualdades, cuando se saca esa variable, el principal factor que determina los aprendizajes de un estudiante es el docente que tiene enfrente: en dos escuelas con el mismo nivel de vulnerabilidad, que en una el chico aprenda más o mejor que en otra, depende del profesor.

En escuelas en las que los chicos no están motivados o no le encuentran sentido a lo que aprenden, donde el docente no se interesa por ellos y no hay vínculo, las posibilidades de fracaso escolar son mucho más altas que otras.

-¿La clave está en la formación docente?

-La formación en la Argentina, sobre todo en el secundario, está orientada a una escuela que no fue pensada para alcanzar a todos, para incluir a todos.

Entonces, la modalidad de disciplinas compartimentadas, divididas por áreas del saber, de profesores que dan cátedra y entran y salen del aula, habla de una educación con el foco puesto en el contenido y no en el aprendizaje del estudiante.

Para muchos docentes, su vocación está en transmitir el conocimiento que aprendieron y que los apasiona, y esperan del otro lado a estudiantes que se interesen, pero no necesariamente han sido formados para atender la problemática de enseñar a chicos que no tienen tan clara su motivación ni están pensando en la universidad como un proyecto a futuro. 

Los chicos tienen un montón de desafíos y realidades sociales que los atraviesan permanentemente y hacen que el aula sea un espacio donde no solamente se trabajan temas propios de la disciplina, sino otras cuestiones, que son más trascendentes para la continuidad escolar de ese estudiante. 

-¿Se trata de correr el foco hacia los chicos?

-La escuela hoy pone al docente en un lugar en el que tiene que repensar la manera en la que enseña, atendiendo las cuestiones que están atravesando la vida de los estudiantes.
Es muy interesante entrar a una clase y que esa mañana haya muerto un referente del barrio en un tiroteo. Eso tiene implicancias... Uno llega a la clase y los chicos no están igual que el día anterior... Ese día los alumnos no tienen la energía y la disposición para el aprendizaje.

Uno, como docente, no tiene que resignarse, pero sí entender que ya no podemos entrar al aula pensando que lo que les está pasando a los chicos en ese momento no es importante.

-¿En qué sentido pasar por esa experiencia te forma como líder?

-Una persona que quiere promover el cambio debe tener la capacidad para poder trabajar con otros. Ningún cambio se va a lograr por el liderazgo de uno.

El líder es el que tiene la capacidad de movilizar y convocar a otros a sumarse a su causa, pero el aspecto esencial de un buen líder es poder armar un equipo, trabajar con otros, tener la empatía para escuchar y entender el contexto propio y ajeno para sumar los esfuerzos en función de una misma causa.

Todo el trabajo colaborativo que hacemos en las escuelas es fundamental y por eso hay que incorporar a los estudiantes a ese trabajo, porque muchas veces se los piensa en un rol pasivo, sólo como receptores del conocimiento, pero lo que tenemos que intentar es que tengan un rol protagónico, que sean constructores del conocimiento, que sean protagonistas. Eso promueve una colaboración entre el docente y el estudiante y, a su vez, de los alumnos, activos y protagonistas, con su comunidad.