Rosario Bléfari, otra vez en cine con un rol singular

A punto de estrenarse, este jueves, en la reapertura de la sala Leopoldo Lugones del teatro San Martín, la ópera prima del cineasta colombiano Vladimir Durán, "Adiós entusiasmo", cuenta con las participaciones de Verónica Llinás, Martina Juncadella, y el protagonismo tácito de Rosario Bléfari, una de las voces más singulares del rock nacional.

A punto de estrenarse, este jueves, en la reapertura de la sala Leopoldo Lugones del teatro San Martín, la ópera prima del cineasta colombiano Vladimir Durán, "Adiós entusiasmo" (elegida Mejor largometraje en la categoría Vanguardia del Festival de Berlín), cuenta con las participaciones de Verónica Llinás, Martina Juncadella, y el protagonismo tácito de Rosario Bléfari, una de las voces más singulares del rock nacional.

Bléfari lideró la banda Suárez, un emblema de los sótanos porteños en la década del "90. En este filme le pone su impronta a una madre que, tras una pared, maneja los hilos de una familia disfuncional. En diálogo con La Prensa, la artista se refirió a esta experiencia atípica de rodaje y a lo difícil que le resultó, siendo mujer, hacerse un lugar dentro el rock nacional.


-¿Cómo llegó a este proyecto?
-Fue algo raro porque me encantó la propuesta pero ni siquiera estuve en el set de filmación. Mi personaje es una madre que está encerrada y no se ve, sólo se escucha su voz y cómo manda a toda su familia desde la habitación.
-¿Le costó aceptar una propuesta tan extraña?
-Lo tomé como un hermoso mimo a mi carrera. Porque el guionista y director (Durán) me dijo que quería mi voz porque, desde que pensó la película, era mi timbre el que tenía esa madre. Lo raro es que a mí no me gusta mi voz porque me resulta aniñada. Cantando tiene poder pero al hablar sé que parece la de una niña insulsa.

EN ESTUDIO
-¿Cómo se materializó su participación?
-Se grabó en un estudio, como un disco, en base a lo que veía de las filmaciones, porque la película ya estaba semi montada, pero con otra voz.
-Filmó en los "90 "Yo la peor de todas". Sin embargo, consiguió mayor notoriedad por su recorrido en el rock alternativo.
-En esa locura que representaba el Parakultural y todos los espacios alternativos de fines de los "80 se abrían puertas impensadas. Una de ellas fue el casting con María Luisa Bemberg para hacer "Yo, la peor de todas". Pero así como se abrían unas puertas también se cerraban otras, porque se juntó la nueva camada de actores y directores con los artistas que habían quedado postergados durante la dictadura, que volvían de a poco. No había muchas posibilidades de esperar propuestas, más bien había que generarlas, y en esa motivación por hacer surgió Suárez.
-El mundo de la música es machista por excelencia. ¿Se le dificultó mucho siendo mujer?
-El argentino nunca se permitió admirar a ninguna mujer por su arte. Sólo Patricia Sosa con La Torre logró un espacio, pero luego tomó mucho más vuelo como solista. Yo sé que Suárez fue descubierto por muchos porque su voz era femenina. Se engancharon y no nos rechazaron porque les habré gustado. La atracción venía por otro lado. No era admiración sino gusto por la cantante, que era yo, que tampoco era una bomba sexual, pero era mujer y usaba minifalda. Seguro que si era pelada y chueca, Suárez no hubiese tenido ni un solo fan.
-Suárez representa, para muchos, el corazón alternativo de los "90.
-Suárez nació en la periferia que dejaban grupos artísticos como Gambas al Ajillo, en aquel Parakultural inolvidable. Para mí fue mi primer amor, surgió con casi nada y terminó siendo mucho. Cada show era una experiencia única y, aún hoy, así me lo recuerdan los que nos seguían.