Crítica: "Yo soy Tonya", dirigida por el cineasta Craig Gillespie

Una villana devenida en antiheroína

"Yo soy Tonya". ("I, Tonya", Estados Unidos, 2017) Dirección: Craig Gillespie. Guión: Steven Rogers. Fotografía: Nicolás Karakatsanis. Actores: Margot Robbie, Sebastian Stan, Allison Janey. Duración: 120 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años.

A medio camino entre el biopic y la comedia negra se encuentra "Yo soy Tonya". La película de Craig Gillespie -director de la recordada "Lars y la chica real"- escarba en la vida de la joven mediática del patinaje Tonya Harding, quien estuvo implicada en una agresión contra su máximo rival, Nancy Kerrigan.

No sólo es el funesto sueño americano y la competencia salvaje en el deporte lo que retrata el filme, sino también los maltratos psicológicos y físicos que padeció Tonya (Margot Robbie) durante su infancia y adultez por parte de su madre (una sobresaliente interpretación de Allison Janney, que le valió un Oscar a Mejor actriz de reparto) y luego su marido (Sebastian Stan).
La película, que emula por momentos tener un registro documental con entrevistas de los personajes mirando a cámara, deconstruye la figura de la patinadora sobre hielo, la primera estadounidense en realizar un triple salto axel en competición.
Margot Robbie, hasta ahora siempre conocida por sus papeles secundarios en los que acompaña a la figura masculina (a Leonardo Di Caprio en "El lobo de Wall Street" y a Will Smith en "Focus"), encarna un complejo personaje que se enfrenta a sus propias miserias y al clasismo del mundillo del patinaje. Los medios tampoco se quedaron atrás y terminaron por convertir a la deportista en la villana más temeraria sobre la pista de hielo.
"Te hice una campeona, te di un don", se jacta LaVona, madre de la protagonista. Un don, una pasión que termina por resquebrajarse gracias al propio sistema. Porque es un poco eso, una película sobre los sueños rotos y, ante los ojos de la prensa, una villana devenida en antiheroína.

Calificación: Buena.