Cómo entender el 21F

La marcha de hoy será, ante todo, una demostración de su fuerza. Y en segundo lugar, una prueba de la posible proyección de un polo sindical moyanista, opositor frontal al Gobierno.

POR JULIO BURDMAN *

Finalmente, la historia se repitió: al igual que sus predecesores Menem, De la Rúa y los Kirchner, Macri terminó enfrentado a Hugo Moyano. En esta trama hubo cosas de las que no se vuelve, que incluyen causas judiciales -en un momento de la Argentina en el que las causas judiciales ya no son chiste- y la sensación de que el Gobierno se mete en donde no debe -la obra social, OCA, Independiente-. El líder de los Camioneros tiene unos años más encima pero, a juzgar por sus últimos movimientos, está con la energía de siempre. Y secundado por su hijo, el incontrolable Pablo. La marcha será, ante todo, una demostración de su fuerza. Y en segundo lugar, una prueba de la posible proyección de un polo sindical moyanista, opositor frontal al gobierno de Macri.

El Gobierno nacional, de diferentes formas, ha elegido a Moyano como adversario. Cambiemos nació del sentimiento antikirchnerista y se fortalece en los combates. Un año atrás, en un contexto de paritarias, el blanco de las críticas oficialistas fue Baradel; ahora es Moyano. Las dificultades son las mismas: llegan las demandas sociales en un contexto inflacionario y de popularidad menguante, y al Gobierno le sirve la politización. Moyano, cabe recordar, es más que Baradel. Tiene más poder, y connotaciones más pesadas. Una victoria sobre Moyano pesa más. Es un verdadero adversario. Y por eso mismo, se trata de una pelea más riesgosa.

Muchos en el Gobierno repiten, con autoconvicción, que la jugada puede salir bien. Que este Moyano ya no es el de antes: que no tiene poder ni apoyo social, y que está aislado en el mundo sindical. Uno a uno, los Gordos anunciaron que no asistirán a "la marcha de Moyano". Una calle llena sin implicancias reales. Todo eso es cierto, sí. Pero ahí no acaba el significado de Moyano.

UN AUDAZ

Ese dirigente al que muchos creen ver acabado o en decadencia siempre fue harina de otro costal en el universo gremial. Como muestra su trayectoria de acercamientos y posteriores rupturas con los sucesivos gobiernos, Moyano nunca creyó que su negocio fuera la buena relación con el Estado para consolidar su poder y mantener su posición. Moyano siempre jugó a la audacia. En esa estrategia puede haber aspectos de personalidad, pero por sobre todas las cosas aquí tallan las características de su actividad. Moyano tuvo un plan de expansión de su gremio: todo lo que anda sobre ruedas entró en su jurisdicción.

Por esa misma razón, aunque supo tener aliados en el mundo sindical, su capacidad de lograr grandes consensos cegetistas es relativa, ya que muchos jefes sindicales con los que pujó por los afiliados no lo quieren.

El Sindicato de Camioneros es una corporación de la logística. Y tiene más intereses en el mundo privado que otros sindicatos. Con ese plan, Moyano se ha ido inmiscuyendo en otras actividades. Lo estructural no cambió: la Argentina igue siendo un país que se transporta sobre ruedas, y el Sindicato de Camioneros lo entiende bien.

Ese poder de Moyano, el que deriva de su control de un sindicato poderoso y autosuficiente, no ha cambiado. Hasta podríamos decir que se ha fortalecido un poco más. Camioneros puede paralizar un país, o casi. Si hoy, aún sin la declaración de un paro, Moyano tiene a la Argentina en vilo, habrá mostrado que Moyano sigue siendo Moyano. Y que ese poder de daño puede extenderse si los aumentos salariales de marzo dejan disconformes a muchos argentinos.

SUBIRSE AL CAMION

El otro aspecto a tomar en consideración es la proyección de Moyano al conjunto del sindicalismo. Que no significa que Moyano vaya a convertirse en un líder político. Es cierto que Moyano no tiene apoyo en la opinión pública. Nunca lo tuvo, de hecho. Ni le interesó. Tampoco es alguien que haya mostrado interés en liderar al conjunto de la CGT, ni que haya puesto demasiado esfuerzo en ello: Moyano, desde los 90 al menos, siempre entendió que el movimiento obrero es un conjunto heterogéneo y que sus alianzas o unidades son circunstanciales.

Así como en la etapa final del kirchnerismo Moyano se sentaba en la mesa con Barrionuevo y Venegas -los sindicalistas amigos de Macri-, hoy se abraza a la CTA y a los docentes bonaerenses. No tiene mayor problema porque ahora, como antes, el que maneja las cosas es él. Y siempre habrá quien se suba a su camión por razones tácticas o de conveniencia.

Esta vez, no sin sorpresa, se encontró con un gobierno que milita activamente contra su liderazgo. Que lo provoca. Que conversa con los jefes sindicales y anota los nombres de quienes se bajan de la marcha. Se la dejaron servida. Moyano, en el programa de Mirtha Legrand de este fin de semana, lanzó un desafío: "Acá no importan los dirigentes, importan los trabajadores".

En un momento de vacío en el liderazgo opositor y sindical, Moyano solo en la cancha puede hacer goles. Hasta podría aprovechar para meter cuña en la interna de algunos gremios. Eso, por otra parte, al Gobierno no le viene mal: el Gobierno también es audaz, al igual que Moyano y, consciente o inconscientemente, apuesta a que el camionero llene las calles y se consagre como referencia de la oposición social. Las razones de ser de Cambiemos se verán revitalizadas. Todos contentos, y jugando con fuego, otra vez.

* Politólogo. Artículo divulgado por la Consultora Analytica.