El club de la pelea

Pasamos sin escalas de la luna de miel en el inicio de la gestión macrista a la batalla que sostiene el Gobierno con el sindicalismo, en especial con el clan Moyano. Dejado de lado el kirchnerismo, el Presidente va a fondo contra lo que denomina las mafias en la Argentina.

Se dobla pero no se rompe. ¿O sí? La relación entre el presidente Mauricio Macri y el sindicalismo empezó dulce como toda luna de miel pero con el correr de los meses se fue resquebrajando. La proclama de abril del año pasado en la Rosada -frente a los secretarios generales- de vivir en una Argentina sin mafias ni comportamientos patoteriles fue el puntapié inicial para que de ambos sectores empezaran a mirarse con desconfianza.

Ni siquiera la buena predisposición al diálogo que mantienen los "Gordos" e independientes de la CGT con el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, pudo calmar un ápice las aguas, de por sí turbulentas en momentos en que desde Tribunales acorralan a Hugo Moyano y a su hijo Pablo.

Ciertos manejos oscuros en Independiente que investiga la Justicia por la falsificación de entradas para los partidos que disputó el Rojo; el traspaso de la empresa de correos OCA -que desde siempre le fue endilgada al camionero- y el supuesto vaciamiento de la obra social de su gremio, tal como denunció la diputada nacional Graciela Ccaña, son frentes de tormenta que azotan al sindicalista, ya procesado y con un inminente llamado a indagatoria.

Macri no tiene un rival fácil en esta contienda. Pero cuenta con un seguro de cambio: el descrédito de la sociedad que pesa sobre la mayoría de los sindicalistas. Más allá de la cuestión judicial, fue el propio Gobierno quien eligió a Moyano como rival de turno.

MOMENTOS

El dato es que a Cambiemos ya no le sirve más como enemigo el devaluado kirchnerismo y entonces, en el imaginario colectivo, aparece el camionero.

El asesor presidencial, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, suele decir que "se deben analizar los momentos". Y el momento de la pelea es este. Lejos de la elección de 2019 y con crédito y dinero suficientes como para bancar la lucha y "aniquilar" al sindicalismo.

El sistema gremial argentino, con la CGT a la cabeza, es fuerte y único en el mundo. No hay país en el globo que sostenga este tipo de estructuras. Por eso el rival no es fácil para el oficialismo. Durán Barba eligió bien el momento, el terreno y el enemigo. Y están peleando no porque quiso el sindicalismo sino porque así lo prefirió el Gobierno, utilizando lo que denominan "tácticas de identificación de sectores contestatarios".

Un secretario general que estuvo presente en la reunión del miércoles en la Federación de Camioneros , le confió a La Prensa que "el odio no lo deja pensar claramente a Hugo. Para las presidenciales de 2015, el "Momo" Gerónimo Venegas aportó 70 millones de pesos a la campaña de Macri y Moyano puso otro tanto". Un dato que a más de uno podría provocarle urticaria si algún fiscal iniciara una investigación de oficio.

TRAICION

Si bien el jefe del gremio rural Uatre se mantuvo firme al lado del Presidente hasta el último día de su vida, el camionero eligió el mismo camino que supo encarar durante el kirchnerismo: al principio, juntos a la par; después, te planto el camión en la vereda de enfrente.

"Por eso está dolido y se siente traicionado" -acota la fuente-. "En el Gobierno a Moyano lo ven viejo y con evidentes problemas de salud y saben que sin Hugo, tanto Pablo como Facundo no pueden hacer nada solos". A las claras, la etapa de la luna de miel llegó a su fin.

El descrédito de la gente para con el sindicalismo es el Caballo de Troya del Gobierno. Si fue obsceno ver los bolsos que revoleaba Josecito López en un convento, la misma obscenidad se plasmó en los millones de dólares encontrados en la imponente chacra esteña de Marcelo Balcedo (Soeme). O en los cientos de fajos hallados en poder de Humberto Montero, de la Uocra bahiense. O el mismísimo Pata Medina, detenido por su ADN patotero para amedrentar o amenazar a empresarios de la construcción en La Plata. Sería ya inútil a esta altura detenernos en el Caballo Omar Suárez, tantas veces nombrado desde estas páginas no por su obra sindical en los puertos sino más bien todo lo contrario.

¿Cuál fue la respuesta de Moyano al embate del oficialismo? Una marcha. Arrastrar a la CGT a una movilización que, con cierto tino por parte de los organizadores, fue adelantada para el miércoles 21 para no superponerse el día 22 -fecha original- con un nuevo aniversario de la Tragedia de Once. Y ahí se dio el quiebre. Virtual y real en la CGT.

Los gordos e independientes -Armando Cavalieri (Comercio), Héctor Daer (Sanidad), Gerardo Martínez (Uocra), Andrés Rodríguez (UPCN), los ferroviarios Omar Maturano y Sergio Sasia, y Roberto Fernández (UTA) le quitaron apoyo a los Moyano y al resto de sus pares que marcharán el 21F. Circunscriben el acto a una mera cuestión camionera. A los Moyano los acompañarán el bancario Sergio Palazzo, las CTA de Pablo Micheli y Hugo Yasky, y los docentes de Roberto Baradel, entre otros. También los piqueteros y la vilipendiada izquierda argentina.

DEBE Y HABER
Ayer, Ocaña amplió su denuncia contra el clan Moyano. Sabe el camionero que tiene todo en contra para ir preso. "No tengo miedo", dijo públicamente. Si eso ocurre antes de la marcha, sería un gran dolor de cabeza para Macri porque teme que el hecho eleve a Moyano a la categoría de mártir y genere el 21F un nuevo 17 de Octubre.

Si Moyano cae, el Gobierno le propinaría un verdadero mazazo al sindicalismo, con consecuencias políticas inimaginables. En la columna del haber tendría ganada la batalla de la Reforma Laboral -con la venia de los Gordos- y su dominio claro sobre el gremialismo. En la del debe, Macri vería aglutinada a la mayor parte de la oposición política que ya dio el sí para estar en la marcha: léase kirchnerismo, izquierda y agrupaciones piqueteras.

Pero saben que no lo une el amor. Estos sectores -sobre todo la izquierda- tienen sobre sus espaldas el peso de la responsabilidad en el fracaso de sus luchas. El exceso de ideología aburre y dinamita el trabajo en empresas y fábricas. Y varios empresarios, cansados de interminables asambleas y paros, optan por invertir fronteras afuera.

En su testamento, Leandro N. Alem escribió la famosa frase: "Que se rompa pero que no se doble", haciendo alusión a la insostenible situación que vivía el radicalismo hacia finales del siglo 19. Para Alem, romperse era digno, doblegarse, no. El sindicalismo se quebró, una vez más. Habrá que ver si Macri puede doblegarlo. Aunque la lucha eterna también es perjudicial. Para todos.