Un partido con saldo en rojo

El partido rojo
Por Claudio Gómez
Planeta. 256 páginas

Presentado como "la hazaña más grande del fútbol argentino en medio de la más sangrienta dictadura", El partido rojo mezcla recuerdos de aquella memorable final de 1978 entre Independiente y Talleres (en pocas dosis y con mayoría de datos bastante conocidos) y política (demasiada, al punto que el militar Luciano Benjamín Menéndez ocupa casi más espacio que Ricardo Enrique Bochini).

Cuando los editores del Suplemento Cultura, conociendo mi fanatismo por el auténtico Rey de Copas, me ofrecieron leer este libro de Claudio Gómez, no dudé en responder afirmativamente. Deseaba encontrar en el texto una reivindicación glosada de aquella gesta que, de haber sido concretada por Boca o River, tendría seguramente todos los años una edición especial de los principales medios de prensa.

Sin embargo, la ilusión recibió el primer gol en contra en la página 14, cuando el autor ubica cronológicamente el partido en el 25 de enero de 1977, es decir, un año antes de cuando en realidad se disputó.

No importa, el fútbol da revancha, pensé. No fue el caso. La recreación de semejante proeza, que yo elevo a la mayor a nivel mundial futbolísticamente hablando, no emociona y ni siquiera sorprende, porque quedó reducida a algunas entrevistas que no aportan mucho y hasta cae en una injusta omisión: destaca los dos cambios que introdujo el DT, José Omar Pastoriza, Ricardo Daniel Bertoni y Mariano Biondi, quienes participaron en la jugada del empate consagratorio, pero entre tanto nombre de detenidos y de desaparecidos por la dictadura -sí son mencionados y acaparan largos párrafos-, olvida a los sustituidos, héroes que también hicieron su aporte a la conquista lograda con 3 hombres menos y sobreponiéndose a fallos arbitrales bochornosos. Uno de ellos fue Pedro Remigio Magallanes -tiene una mínima referencia, aunque no se aclara el rol que le cupo-, mientras que el restante directamente brilla por su ausencia. Aquí lo rescato a modo de humilde homenaje: se trata de César Brítez.

Quizás sea demasiado duro en la crítica, una severidad tal vez atribuible a la excesiva expectativa depositada y a no haberme despojado de ciertas imágenes de aquella noche increíble: con mis pueriles 12 años, tuve que soportar las burlas de un tío boquense cuando los cordobeses se pusieron 2 a 1 arriba.

Aquellas lágrimas de furia, que minutos después mutaron en un llanto de alegría y orgullo por el título cosechado, reclamaban descripciones, testimonios, remembranzas, anécdotas ignoradas que colocaran esta inigualable hazaña en su justa dimensión.

Lamentablemente, fue como un penal desperdiciado en tiempo de descuento. Así, entre capítulos destinados a abundar en la incomprobable hipótesis de que el resultado histórico sirvió para entronizar en la AFA a Julio Grondona en desmedro de Amadeo Nuccetelli, el presidente del derrotado equipo de la Docta que era palanqueado por el régimen de facto, se fue el libro, esperando, vanamente, alguna caricia al corazón. Pero ni siquiera pegó en el palo. Por eso mi decepción.

Por suerte, todavía me queda "la piel de gallo" por un artículo que escribió en la página Web de La Prensa mi compañero Carlos Viacava. Fue sobre el querido Deportivo Morón, mi otro club, en las vísperas de las semifinales de la Copa Argentina contra River. Ya en la segunda línea, se me hizo un nudo en la garganta.http://www.laprensa.com.ar/459292-Deportivo-Moron-vive-un-sueno-del-que-no-desea-despertarse.note.aspx

Al concluir, con la voz quebrada, le agradecí con un merecido elogio: "Es muy difícil emocionar a través de la palabra escrita". El lo logró. Otros, desafortunadamente, no.