Encuestas, paritarias, gremios y lluvia ácida

El primer mes de 2018 presenta signos ambiguos para el oficialismo. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, se ufanó de algunos resultados económicos: 2,9% de crecimiento del PBI; un déficit fiscal 0,3% más pequeño que el estimado a inicios de 2017 (con la ayuda, eso sí, del recurso excepcional del blanqueo). Sin embargo, otros datos son más preocupantes: el persistente déficit comercial; el creciente déficit de la cuenta corriente, que el año pasado se ubicó en el 4,6% del PBI.

Hay otro indicador que se destaca por los reflejos políticos que provoca: la caída del consumo interno. 2017 registró un descenso interanual del 4,5% en las ventas; y lo que más retrocedió fue el consumo de alimentos, que perdió un 5,6%. 

El descenso del consumo (que fue significativo en diciembre) es paralelo al retroceso de la imagen del Gobierno. En el contexto de ese consumo adelgazado, las encuestas (propias y ajenas) confirman que, si la ofensiva parlamentaria de diciembre le había facilitado al gobierno la pírrica victoria del nuevo cálculo de actualización previsional, también coincidió con una caída (entre 8 y 10 puntos, según quien mida) de la imagen del Presidente y del gobierno. En algunas de las mediciones serias la imagen neta de Macri muestra por primera vez un desbalance hacia el polo negativo.

Ni al regresar de su descanso patagónico pareció Macri inmutarse por esa pérdida: lo consuela acaso la evidencia de que ninguna figura ni fuerza política está hoy en condiciones de aprovechar su retroceso. Por ahora, como advierte el viejo refrán, le alcanza con un ojo para reinar en tierra de ciegos y está dispuesto a usar esa ventaja relativa para avanzar sobre aquellos territorios que estima ocupados por fuerzas contrarias, inclusive en momentos en que no tiene demasiados logros para exhibir.

LA COLA DEL LEON

Los números de la inflación (uno de sus blancos principales) también se muestran esquivos: el Indec registró más de 3 puntos en diciembre y los analistas ya advierten que habrá un arrastre significativo sobre los guarismos de enero y febrero. El objetivo inflacionario que el Banco Central fijó para 2017 quedó largamente desbordado y el de este año, pese a que el último día de los Inocentes el Poder Ejecutivo fue rectificado (de 10 a 15 puntos) para darle más realismo, ya empieza a sonar quimérico antes de que concluya enero.

Los 15 puntos de horizonte inflacionario enarbolados en diciembre por el Jefe de Gabinete, los ministros de Hacienda y de Finanzas y el banquero central pretenden, en rigor, ser un tope para los aumentos salariales que se discutirán en las próximas paritarias. Por si los sindicatos no captan el mensaje, ha comenzado a caer sobre el sector gremial una lluvia ácida. Que parezca un accidente.

Los sectores más orgánicos y estructurados del movimiento sindical no se mosquean por el hecho de que figuras marginales como los platenses Medina y Balcedo, el bahiense Monteros o el marítimo Caballo Suarez, un favorito de la última presidencia de CFK, caigan ante investigaciones de la Justicia por corrupción o extorsiones. Sí se inquietan cuando observan que figuras del gobierno y un sector de la prensa particularmente receptivo de las conceptualizaciones oficialistas extienden los cuestionamientos y hablan de mafias sindicales en general, como si apuntaran a una blietzkrieg sobre todo el sector. "La verdad es siempre concreta, tiene nombres y apellidos. Cuando procesan a algún empresario, esas mismas voces no hablan de mafias empresariales. Y mucho menos en casos en que no hay procesamientos, sino apenas denuncias o investigaciones en marcha", observa un hombre de la CGT.

A esa impresión se refirió una semana atrás Luis Barrionuevo cuando advirtió que no era sensato "pisarle la cola al león". Y recordó que tanto la dictadura militar como los gobiernos de Alfonsín y De la Rúa fueron al choque con los gremios y se tuvieron que ir antes de lo previsto. Algunos quisieron ver en sus palabras una amenaza. Más bien habló como un médico que indica que fumar en exceso puede provocar enfermedades fatales. El león -el movimiento obrero-, así se encuentre hoy debilitado o haya perdido parte de la melena y la dentadura, no deja de ser un factor de gobernabilidad (o ingobernabilidad). 

MAS LLUVIA ACIDA

El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, puente principal del gobierno con los sindicatos, negó que el Ejecutivo aliente "una caza de brujas" y, a diferencia de aquellas voces que quisieran una ofensiva en toda la línea sobre el sector, desdramatizó la advertencia de Barrionuevo, calificándola amablemente de "desafortunada". Se encargó, además, de aclarar que "la mayoría de los dirigentes cumplen su función gremial dentro del marco de la ley". Y, aunque hay "algunos con actitudes mafiosas, no toda la dirigencia sindical es igual. Hay una mayoría de sindicalistas de diferentes sectores políticos que hacen las cosas con transparencia".

Esos comentarios del ministro no cayeron muy bien en los sectores oficiales (y oficialistas) que consideran que este es el momento de dar una pelea sin cuartel contra los gremios. Triaca es considerado en esos círculos un interlocutor demasiado contemplativo con el movimiento sindical.

Casualmente, la lluvia ácida que cae sobre algunos dirigentes salpica estos días al propio ministro, denunciado ahora por emplear en negro a una casera y canjear su indemnización por un puesto semioficial. Como este es un mundo de pecadores, quién más, quién menos tiene alguna mancha de la que disculparse. Eso sí, sólo algunas manchas tienen prensa.

CONTRA EL DESCARTE

El viaje del Papa a Chile concluyó el jueves. Se trató de una gira llena de desafíos, que el Pontífice superó con sabiduría y discreción: se encontró con mujeres detenidas, habló ante multitudes mapuches, para cuya cultura reclamó respeto al tiempo que pedía un compromiso no violento para defenderla. Conquistó a las decenas de miles de jóvenes que lo aguardaron bajo el sol ardiente en Maipú: volvió a pedirles pacifismo "activo" y esta vez no sólo reclamó genéricamente que "hagan lío", sino que "muevan el piso" de la Iglesia, para que esta no sea una Santa Abuela, sino la Santa Madre. Les advirtió que no deben quedarse sin batería espiritual.

Resultó entretanto interesante apreciar en medios y redes argentinas cierta proliferación de actitudes reticentes o virulentas frente al viaje del Papa, con el argumento de que "deja de lado su propia patria" en la agenda de visitas o hasta con la banal excusa de que el telegrama que le llegó a Mauricio Macri cuando el avión que trasladaba a Bergoglio atravesaba espacio aéreo argentino estaba escrito en inglés (una fórmula protocolar que sistemáticamente aplica El Vaticano y que está lejos de ser un rasgo personal del Papa). 

Evidentemente, en algunos tramos de nuestro país hay frecuentes chaparrones de lluvia ácida. Probablemente eso tiene algún significado.

Una doctrina peligrosa

Otro campo de ambigüedades para el oficialismo lo proporcionó la Justicia que, en un paso de contradanza, decidió corregir la prisión preventiva de Amado Boudou y su coequiper, José Núñez Carmona y les devolvió la libertad. Para las miradas simplificadoras y maniqueas, la decisión judicial luce como un triunfo del cristinismo, empeñado en caracterizar todas las investigaciones que afectan a ex jerarcas de ese período como meras maniobras políticas.

En rigor, la liberación del ex vicepresidente no lo exculpa a éste de nada: los procesos siguen su marcha y que pueda esperarlos fuera de la cárcel no implica ningún veredicto anticipado. Lo significativo de esta decisión judicial es que ha puesto en discusión la llamada doctrina Irurzun, un criterio demasiado dilatado para aplicar las prisiones preventivas que había sido celebrado, cuando se puso en práctica, por un distinguido sector de la opinión publicada.

Esta columna señaló en aquellos momentos (noviembre del año último) algunos reparos al subrayar "peligros ocultos en la extemporánea ofensiva de los jueces sobre funcionarios del gobierno que pasó", por ejemplo: que el repentino ímpetu judicial sea considerado una manifestación de descontrol e imprevisibilidad (figuras que a veces son definidas como inseguridad jurídica) y que eso redunde en un obstáculo adicional a la captación de inversiones. Además, existe el riesgo de que los procedimientos que hoy se emplean sobre personajes como Boudou o De Vido, basados en una extensión de los criterios preventivos asentada en un reciente fallo redactado por el juez Martín Irurzun, puedan eventualmente ser aplicados a funcionarios actuales o a amigos del poder. El ruido judicial, que hoy tiene su utilidad para el oficialismo en algunos aspectos, puede en otras circunstancias ser contraproducente.

En definitiva, la propia Justicia contiene y rectifica ahora los criterios de aplicación de aquella doctrina y empieza a exigir que las prisiones preventivas estén legalmente fundamentadas en función de motivaciones específicas y no meramente en evocaciones genéricas del fallo Irurzun. El caso Boudou sirvió para hacer esa corrección, porque su prisión preventiva no estaba razonable y específicamente fundada. 

J.R.