Arturo U. Illia: una figura señera y respetada por todos

Se cumplen mañana 35 años del fallecimiento de uno de los mejores presidentes que tuvo la República Argentina, al menos en la segunda mitad del siglo XX.

* Por Diego Barovero 

En el caluroso verano de 1983, el 18 de enero, los argentinos perdimos a la figura señera y respetada por todos el ex presidente Arturo Umberto Illia.

Tras un largo ciclo de inestabilidad institucional, y luego de un agitado y sangriento periodo de enfrentamientos y de violencia coronado por la derrota en la guerra de las Islas Malvinas, la dictadura militar se replegaba mientras los argentinos avanzábamos a tientas hacia la normalización constitucional. 

Hubiera hecho falta la guía moral de don Arturo en esos primeros pasos de la reconstrucción democrática.

Hombre de partido, radical sin doblez, médico y humanista, se había fogueado políticamente en la Córdoba que fue cuna del reformismo universitario y en las luchas cívicas del Radicalismo que le ganó limpiamente a los conservadores terminando para siempre con el fraude en la provincia mediterránea.
Illia fue senador provincial y vicegobernador de Santiago del Castillo. Luego fue diputado nacional en tiempos del apogeo peronista y en 1962 fue elegido gobernador de Córdoba, aunque no pudo asumir por la anulación de los comicios decretada por Frondizi debido a presiones de los militares golpistas que de todas formas lo derrocaron de la Presidencia.

Su figura adquirió dimensión nacional y en 1963 Illia encabezó la fórmula presidencial de la UCR del Pueblo secundado por Carlos Perette, triunfando legítima y limpiamente en las elecciones conforme al sistema de elección indirecta de presidente y vicepresidente consagrado por la Constitución Nacional desde 1853.

Nunca existió el mal llamado "pecado de ilegitimidad" ni el triunfo por el 25% de los votos superados por el voto en blanco difundido por voceros del establishment para justificar el golpe que lo derrocó en 1966.

Los votos en blanco no superaron el 19 % y cuando se escrutan los votos afirmativos válidos, Illia obtuvo el 34% y mayoría absoluta en los colegios electorales. La proscripción del peronismo no fue tal, sino una maniobra desesperada del Líder exiliado a votar en blanco cuando sobre la hora del cierre de listas se les cayó la negociación con los militares azules dirigidos por el Comandante del Ejército Juan Carlos Onganía, el ministro Rodolfo Martínez y los sindicalistas Vandor y Alonso (que tres años mas tarde de asistieron de saco a corbata a la asunción del primero como presidente de facto que les regalaría un botín preciado como premio por su apoyo, la caja de las obras sociales).

Illia fue un presidente ejemplar, mucho más que un gobernante honesto y respetuoso de las formas democráticas, fue un auténtico estadista.

Durante su gobierno impulsó un audaz proceso de nacionalismo económico (anulación de contratos petroleros lesivos de la soberanía nacional, Ley de Medicamentos) y planificación indicativa, la defensa de los intereses de los trabajadores (Ley del Salario mínimo, vital y móvil, mayor participación en la distribución de la renta nacional), la mayor inversión presupuestaria en educación, ciencia y tecnología (25 % del Presupuesto nacional) y una política exterior de firme contenido antiimperialista y americanista. Entre otros logros obtuvo el máximo éxito diplomático sobre la soberanía argentina en las Islas Malvinas a través de la Resolución 2065 de la ONU que imponía a Gran Bretaña el diálogo bilateral. Todo ello dentro de la plena vigencia del régimen constitucional, incluyendo todas las libertades civiles y políticas, aún para el peronismo al que los militares habían proscripto en 1955 que en 1965 pudo participar libremente en los comicios.

Digámoslo sin ambages: Arturo Umberto Illia fue uno de los mejores presidentes que tuvo la República Argentina, al menos el mejor en la segunda mitad del siglo XX. 

*Vicepresidente del Instituto Irigoyeneano.