Mago se necesita

Mirador político- El panorama no es sencillo, pero el gobierno tiene tres circunstancias a favor: que la oposición está liderada por el dúo Cristina-Kicillof, responsable de un verdadero desastre económico, y que con dos años hasta la próxima votación el aterrizaje podría no ser tan brusco.


2018 será (o debería ser) el año del ajuste. Un ajuste `sui generis', porque el gobierno lo quiere sin costo político. Pero se llegó a un punto en el que el recorte del gasto ya no se puede demorar. Por eso o ajusta voluntariamente eligiendo las áreas del recorte o la poda la haráa el mercado de manera generalizada con consecuencias políticas desagradables. Hay experiencia histórica suficiente en la materia.
Para ordenar la economía y ganar elecciones simultáneamente en Argentina no se necesita un ministro de economía, sino un mago. Esa es la conclusión a la que llegó Mauricio Macri el jueves cuando todo su equipo económico compareció ante la prensa para reconocer su primer fracaso: la inflación sigue en niveles incompatibles con un crecimiento sostenido. También con la lucha contra la pobreza, propósito que el presidente declama de manera constante
¿Cómo se llegó a esto? Por razones económicas y políticas. El relajamiento de la pauta inflacionaria fue interpretada como una derrota del presidente del BCRA, Federico Sturzenegger, pero lo fue en realidad de todo el gobierno. Falló la estrategia de manipular la política monetaria para frenar el alza de precios sin reducir el déficit.
Si bien sobre la inflación influyen distintos factores, en Argentina está estrechamente vinculada con el desastre fiscal perenne. No hay que ser un liberal empedernido para admitirlo. Entre 2007 (año en que Néstor incendió el Indec) y 2009 el déficit promedio fue del 2,2% del PBI y la inflación, del 23%. Entre 2014 y 2016, el déficit fue del 5,% y la inflación, del 36%. En 2017 fue del 6% y se calcula que la inflación podría ser del 22%. Esto último es todo lo que se puede conseguir con restricción monetaria, tasas por las nubes y endeudamiento peligroso. Ergo, hay que reducir sí o sí el gasto. Y aquí es donde se precisa el mago.
Del presupuesto 2018 aprobado un día antes de la conferencia de prensa el gobierno aplicará casi el 70% a gastos sociales. De ese porcentaje el 40% es para jubilaciones, 7% para la asignación universal por hijo y 5% para pensiones no contributivas.
Como se ve no hay mucho de donde cortar, por lo que Macri se vio obligado a mandar una reforma previsional que terminó en una batalla alrededor del Congreso. Si a eso se suma que el presupuesto 2018 fue saqueado por las demandas de los gobernadores y el aumento de impuestos (reforma tributaria), minimizado por la presión de gobernadores y lobbistas, difícilmente el déficit pueda reducirse en el nivel necesario este año.
A todo esto que hay que agregar la resistencia de la burocracia estatal y de los gremialistas a terminar con decenas de miles de cargos de productividad nula que constituyen en realidad moneda de cambio política. El panorama como se ve no es sencillo, pero el gobierno tiene tres circunstancias a favor: que la oposición está liderada por el dúo Cristina-Kicillof, responsable de un verdadero desastre económico, y que con dos años hasta la próxima votación el aterrizaje podría no ser tan brusco. También con la histórica tolerancia de la sociedad a que la estafen emitiendo moneda espuria. Hasta en ese punto Cambiemos le está aplicando su propia medicina al peronismo