Independiente se ilusiona abrazado a la vieja mística

El equipo de Ariel Holan derrotó 2-1 a Flamengo en la primera final de la Copa Sudamericana. Se impuso en un partido que erradicó por un día la idea de que esos choques se afrontan con dientes apretados y poco juego. Ese es el gran mérito de un Rojo que se atreve a soñar en grande.

La mística se percibe en el aire. Se aprecia en las tribunas colmadas. Se antoja similar a la de los iniciáticos años ´60. Se ve a Jorge Chivita Maldonado levantando los brazos y a sus compañeros, codo a codo, detrás de él. También se parece a la de la gloriosa década del ´70. Ahí está El Chivo Ricardo Elbio Pavoni y el resto de los jugadores en la misma pose. La mística goza de buena salud. Nicolás Tagliafico, anoche, hoy en 2017, alza sus brazos en homenaje a los próceres del pasado y ya no quedan dudas. Independiente vive una jornada copera. El estadio Libertadores de América -nombre que para la ocasión se reconoce más que acertado- vibra como en los mejores días del pasado. El Rojo acaba de ganarle a Flamengo 2-1 en un partidazo correspondiente a la final de ida de la Sudamericana. Falta la revancha, pero en una porción de Avellaneda se goza con el presente en recuerdo de ese ayer lejano pero triunfal.

La volea de Maximiliano Meza sentencia el partido. Grita Ariel Holan, el hincha que es técnico y vive cada minuto en Independiente como el mejor regalo que le concedió el fútbol. Los hinchas festejan y se ilusionan con otra vuelta olímpica, pero no una cualquiera, una de ésas que eran comunes en los ´60, ´70 y ´80 pero que, salvo por algún éxito aislado en los ´90 y en los 2000, se extrañan.

El Rojo modelo 2017 intenta recuperar esa mística que era cuestión inseparable del ADN rojo y que con el paso de los años se fue perdiendo. Tanto se perdió que poco después de ganar la Sudamericana de 2010, Independiente sufrió la mayor afrenta de su historia y se fue el descenso.  Pero ese momento oscuro ahora queda sepultado en el olvido. Porque Meza hizo realidad la victoria luego del empate tranquilizador de un Emmanuel Gigliotti que brindó calma con una definición de goleador para establecer el empate tras el baldazo de agua fría que lanzó Rever con la apertura del marcador para Fla.

Sufrió mucho el equipo de Holan para adueñarse de la primera final. Tuvo que padecer más de la cuenta contra un rival que llegó a Avellaneda dispuesto a jugar bien. Eso obligó al dueño de casa a hacer lo mismo y a demostrar que tenía argumentos para aspirar al título. Porque Independiente ganó un partido que, por suerte, no hizo nada para alimentar esa idea de que las batallas coperas se libran con dientes apretados, pierna fuerte y nada de buen fútbol.

Tras destacar la “valentía y el carácter” del equipo, el entrenador se jacta de que “el resultado se levantó con buen fútbol”. Las palabras de Holan son el mejor premio que se llevó El Rojo luego de la victoria. Se sabe que la ventaja en el duelo inicial es lo más importante que dejó la velada en el Libertadores de América, pero el cómo importa y mucho.

Las formas a veces explican la seguridad con la que se persigue un objetivo. Independiente desea la Copa Sudamericana. Lo hace en el término más visceral del término. Por eso para derrotar al Fla puso lo mejor que tenía, tanto en nombres como en juego. No buscó de cualquier manera, sino con argumentos sólidos y con el convencimiento de que sus atributos futbolísticos le alcanzaban para concretar el triunfo.

Se sabe que nada garantiza obtener los resultados anhelados. Que un equipo juegue bien, no basta. Pero ayuda. El fútbol es rico en ejemplos de grandes conjuntos que se quedaron con las manos vacías. También es cierto que la convicción de Independiente le permitió llegar a donde está y que abrazado a ella dio el primer paso. Le quedan 90 minutos en un escenario mítico como el Maracaná contra un adversario de idénticos méritos.

Quizás como nunca en los últimos tiempos, en la porción roja de Avellaneda se siente que la mística está de regreso. Ese argumento por sí sólo no alcanza. Pero cuando allí se intuye que la mística está presente, la gloria no parece tan lejana.