Un retorno con poca gloria

Cristina Fernández probó cómo es ocupar una banca sin poder externo y con poder externo. Entre 1995 y 1997 fue senadora por Santa Cruz en pleno auge del menemismo. Intentó armar una interna en el bloque que por entonces presidía Augusto Alasino y terminó expulsada

Hoy la Cámara de Senadores aprobará el ingreso de veinticuatro nuevos miembros que ocuparán sus bancas a partir del 10 de diciembre. De esos veinticuatro sólo uno, Cristina Fernández de Kirchner, concentrará la atención de los medios, proclives habitualmente a crear una realidad paralela, alimentada de falsas polémicas y expresiones de deseos.

Tanta es la expectativa que se han tomado medidas inusuales de seguridad para prevenir incidentes. Pero la ex presidenta vuelve a la Cámara en circunstancias que no coinciden con el protagonismo que le vaticinan los medios.

Vuelve derrotada, con el peronismo en una crisis más fuerte que la de los 80 y aislada políticamente. En ese marco resulta llamativo que sea ella el foco de atención y no Esteban Bullrich, que le ganó con claridad en el único distrito en el que era competitiva.

Su principal problema, sin embargo, no es Bullrich, sino su aislamiento creciente. En el Senado, como en el Congreso en general, el poder viene de afuera. La oposición suele tener valor testimonial y cuando se convierte en protagonista es porque está por sobrevenir el caos por colapso del Poder Ejecutivo, como ocurrió en 2001.

ANTECEDENTES

Cristina Fernández probó cómo es ocupar una banca sin poder externo y con poder externo. Entre 1995 y 1997 fue senadora por Santa Cruz en pleno auge del menemismo. Intentó armar una interna en el bloque que por entonces presidía Augusto Alasino y terminó expulsada. Sola, tuvo que renunciar y refugiarse en la provincia que gobernaba su marido. Volvió al Congreso poco después, pero para ocupar una banca en Diputados.

Entre 2005 y 2007 volvió al Senado en una situación completamente distinta: con Néstor Kirchner en la Casa Rosada. De inmediato se convirtió en la mandamás de la Cámara. Daniel Scioli, que ocupaba la presidencia nominal del cuerpo, puede dar testimonio de eso. Cuando dejó su banca fue para asumir la presidencia de la Nación.

Su actual situación se parece más a la del 95 que a la de 2005. Se estima que después del 10 de diciembre Cambiemos tendrá 26 senadores, el peronismo de los gobernadores, 25, y ella, ocho. Esos números le dejan un sólo papel, el de la oposición confrontativa y de denuncia. Tiene, no obstante, un problema para recurrir al escándalo: los doce años en el poder de los que se verá forzada a rendir cuentas en cada debate.