Los pibes se hacen a golpes

La mayoría de los equipos del fútbol argentino recurre a sus juveniles en busca de la salvación. Economías quebrantadas y refuerzos que no rinden propician un fenómeno que obliga a los jugadores de inferiores a madurar a las corridas.

El fútbol es rico -por no decir que está plagado- de frases con pretensión de verdad. “Los pibes ganan partidos; los hombres, campeonatos” es una de las más conocidas. Atribuida a un símbolo de la historia de Boca como Antonio Rattín, esta proposición ha sido repetida una y otra vez. Se la ha citado para explicar el fracaso de un equipo conformado por juveniles, o para justificar el triunfo de uno integrado por jugadores experimentados. Del mismo modo, se la ha pronunciado para encontrar ejemplos que la contradigan. En un deporte tan atado a los caprichos de la imprevisibilidad, está claro que ninguna idea puede constituir un axioma irrefutable. Hoy, los pibes constituyen una abrumadora mayoría en gran parte de los participantes de la Superliga y salen a la cancha obligados a gambetear ese postulado. Ganan, empatan y pierden, como le sucede a cualquiera. Pero se los obliga a madurar de golpe y en ocasiones pagan muy caro las consecuencias de ese apresuramiento.

Como nunca en los últimos tiempos, Vélez tiembla por el miedo que le provoca el fantasma del descenso. Uno de los equipos más ganadores del pasado reciente, dejó de ganar y su promedio se convirtió en un inmenso dolor de cabeza. Por la incomprensible idea del ahora ex presidente Raúl Gámez de afrontar exitosamente “el campeonato económico”, El Fortín se desprendió de sus futbolistas más experimentados -y con sueldos más altos- y les abrió la puerta para salir a jugar a muchos purretes que tuvieron que aprender a caminar cuando apenas estaban para gatear. Ellos deben poner la cara en un momento muy delicado, sin el respaldo de hombres con más recorrido en la profesión.

Salvo por la presencia de Fabián Cubero en el plantel, en Vélez la experiencia brilla por su ausencia. Poroto debutó en Primera el 17 de noviembre de 1996, como parte del recambio que se producía en el conjunto acaparador de títulos que había construido Carlos Bianchi y continuado Osvaldo Piazza. El veterano capitán tiene muchos compañeros que nacieron después de su irrupción en el fútbol profesional. Uno de ellos es Matías Vargas, El Monito, talentoso mediocampista, de lo mejor de la cantera. Vino al mundo el 8 de mayo de 1997. A Santiago Cáseres, un mediocampista central que asombra por su personalidad pese a contar sólo con una veintena de partidos, la cigüeña lo trajo el 25 de febrero del ´97.

Sin contar a Cubero, de los 13 futbolistas que entraron en acción en la derrota a manos de Godoy Cruz el jueves, sólo el arquero César Rigamonti (30 años), Jonathan Cristaldo (28), Fausto Grillo (24), Jorge Correa (24) y Federico Andrada (23) llevan más tiempo de vida que Poroto de futbolista. El resto son pibitos que deben dar la cara como si fueran hombres en una situación que Vélez no está habituado a enfrentar. Para colmo, uno de los refuerzos con más trayectoria, Gonzalo Bergessio (33 años), casi no jugó por diversos problemas físicos.

Nicolás Delgadillo (2-10-1997) todavía no aprendió que el fútbol es un deporte colectivo y sólo piensa en hacer gala de su habilidad. A medida que fracasa en su intento, se derrumba anímicamente y deja de intentar. Le faltan darse varios porrazos para saber cómo sobreponerse a las caídas. Maximiliano Romero (9-1-1999) es un proyecto de goleador. Hace varios partidos que no encuentra el arco. Braian Cufré, uno de los más cuestionados por los hinchas, nació casi un mes después del debut de Cubero…  El DT interino, Marcelo Gómez, hizo debutar a otros dos: Emiliano Bogado (16-11-1997) y Hernán De la Fuente (7-1-1997), quienes llevan un par de derrotas en igual cantidad de partidos. Ellos tampoco pueden ser solución.

Ejemplos de estos surgen a raudales en el elenco de Liniers. Los pibes de Vélez no ganan partidos, mucho menos campeonatos. Y el descenso los acorralada sin piedad. Pero no son los únicos que pagan un duro precio a las malas decisiones de los dirigentes o los entrenadores de turno.

PECADOS DE JUVENTUD

River perdió a Marcelo Barovero, uno de los mejores arqueros de su historia. El técnico Marcelo Gallardo decidió que Augusto Batalla, nacido el 30 de abril del ´96, asumiera la inmensa responsabilidad de tapar un vacío difícil de llenar. Pagó un precio muy alto: producto de sus pecados de juventud, más pronto que tarde perdió el puesto y hoy es el tercer arquero del plantel. El titular es Javier Lux (de rendimientos tan pobres como los de Batalla), quien por una insólita expulsión le cedió a otro experimentado como Enrique Bologna, que sólo con no cometer demasiados errores se ganó los aplausos de los hinchas en la victoria del miércoles sobre Unión.

Pensando en la revancha contra Lanús por la Copa Libertadores, para jugar contra Talleres Gallardo apeló a una formación con jóvenes que apenas tienen edad para atarse los cordones. Los cordobeses vapulearon a ese jardín de infantes millonario por 4-0. Ese día estuvieron, entre otros, Batalla, Augusto Aguirre (18 años), Kevin Sibile (19), Nahuel Gallardo (18, hijo del DT), Exequiel Palacios (19), Denis Rodríguez (21, ex Newell´s), Rafael Borré (22), Nicolás De la Cruz (20), Cristian Ferreyra (17), Tomás Andrade (21) y Matías Moya (19).

No fue la primera vez que un técnico recurre a una alineación alternativa para privilegiar el descanso de los titulares. Lo que asombra es que River en vez de suplentes, tenga pibes. Todo un síntoma de un fútbol cada vez más empobrecido en el que las generaciones medias ya no existen. Sólo hay veteranos al borde del retiro y jóvenes que dan sus primeros puntapiés en el ámbito rentado.

Cuando subyugados por un par de buenas actuaciones en el modesto Independiente del Valle, los millonarios incorporaron al ecuatoriano Arturo Mina no sabían que se habían comprado un problema. La solución llegó de la cantera. Lucas Martínez Quarta apareció y con pocos partidos hizo olvidar la pobre tarea del moreno zaguero y las constantes lesiones de Luciano Lollo. Y cuando por el doping en la Copa ya no se pudo contar con Martínez Quarta y el uruguayo Camilo Mayada, hubo que tapar agujeros con Gonzalo Montiel (20 años). Y como de las inferiores parecen no brotar laterales izquierdos y porque Milton Casco brinda más dudas que certezas, se contrató al uruguayo Marcelo Saracchi (19).

LOS PURRETES SALVADORES

El San Lorenzo del uruguayo Diego Aguirre no acertaba en la Copa Libertadores y el técnico, entre la desesperación y las apuestas arriesgadas, se la jugó por Nahuel Barrios. El pibito entró, hizo un gol y extendió por un tiempito más el crédito de un Ciclón que se desvaneció muy rápido y que dejó a Aguirre sin trabajo.

Racing se encomienda a Lautaro Martínez, un delantero de 20 años con fantásticas condiciones. Por esta promesa de las inferiores, el entrenador Diego Cocca hasta consigue permitirse relegar a un atacante del peso de Lisandro López. Y en la otra vereda, el Independiente de Ariel Holan se nutre de Ezequiel Barco, quien con 17 años tuvo que ponerse el equipo al hombro. Además, Alan Franco y Fabricio Bustos, ambos de 20, también se erigieron en pilares de un Rojo que no viene acertando con los refuerzos.

En Newell´s las deudas impiden hacer grandes erogaciones para reforzar el plantel. En la mitad leprosa de Rosario se vive una época de malas administraciones como en Vélez. Entonces, el técnico Juan Manuel Llop también se ve obligado a darles pista a los jóvenes. En lo que va de la Superliga, el Chocho mandó a la cancha a Milton Valenzuela (19 años), Jalil Elías (21), Joaquín Torres (20), Braian Rivero (21), Mauricio Tévez (21, uno de los más experimentados por su precoz debut hace un par de temporadas), Daniel Opazo (21) y Enzo Cabrera (17).  A los rojinegros no les está yendo bien en el certamen. Los pibes no pueden hacer milagros.

Los resultados tampoco acompañan a Estudiantes, que es casi una excepción en el fútbol argentino. Tiene viejitos como Leandro Desábato (38 años), Rodrigo Braña (38), Mariano Pavone (35), Pablo Lugüercio (35) y Gastón Fernández (34).  Ellos les marcan el camino y les pasan la posta a los que representan el futuro del Pincha: Lucas Rodríguez (20), Christian Alemán (21), Juan Bautista Cascini (20), Marco Borgnino (20) e Iván Gómez (20). En este caso se confirmaría que ganar o perder no es cuestión de edad.

El equipo que se lleva todos los aplausos en el campeonato local es Boca. Con un plantel de lujo, se da el gusto de no hacer explotar a sus juveniles por los aires. Después de un comienzo promisorio, pero con algunas dudas que a veces parecían opacar su futuro, Cristian Pavón (21) no sólo se afianzó en la Ribera, sino que llegó a la Selección y se lo considera con muchas posibilidades de estar en el Mundial. Los xeneizes hasta pueden desprenderse temporariamente de sus purretes para que adquieran experiencia, tales los casos de Marcelo Torres (20), quien fue cedido a préstamo a Talleres, o Agustín Bouzat (23), que pasó un año en Defensa y Justicia antes de regresar y ser una opción para el DT Guillermo Barros Schelotto.

Boca sería algo así como un espejismo en el desierto del fútbol argentino.  La mayoría de los equipos no les tiene piedad a sus pibes. Los hacen madurar de golpe. Tal vez porque “los hombres se hacen a los golpes”.