Un escritor para almas buenas


Cuentos selectos
Por Hermann Hesse
Edhasa. 331 páginas

Cuando Hermann Hesse murió en 1962 el diario Die Zeit publicó una necrológica en la que aseguraba que con su obra ya no se podía ganar "ni una maceta", es decir, ni un centavo. Cincuenta y cinco años más tarde la realidad opina lo contrario. Se vendieron más de cien millones de ejemplares de su extensa producción que fue traducida a más de medio centenar de idiomas. Una nueva impresión de algunos de sus cuentos no hace sino ratificar que sigue teniendo lectores y que los juicios provocadores y absolutos habituales en el periodismo son desacertados la mayoría de las veces.

Después de su muerte Hesse se convirtió en un ícono de la contracultura de los "60 y "70. El famoso profesor de psicología de Harvard y Berkeley, Timothy Leary, que de drogas algo sabía, comparó su célebre novela El lobo estepario con un viaje psicodélico producto "de una sensibilidad realzada en respuesta a una realidad exterior corrupta y amenazante".

Es verdad que esa interpretación habla más del intérprete que de la novela, pero puede tomarse en cuenta como una de las muchas reacciones que generó la obra de un autor que produjo 40 volúmenes de prosa y poesía y atravesó las décadas de conflictos políticos y culturales más tormentosas de la historia de Occidente. Una vida literaria extensa en la que recorrió distintas etapas y conquistó a distintos lectores que vieron en sus ficciones realidades variadas. Desde una espiritualidad sublime hasta un "kitsch" ingenuo y sentimental.

Los cuentos reunidos en este volumen tienen mucho de autobiográfico y son al mismo tiempo una nuestra bastante representativa del estilo y la mentalidad de Hesse. Irónico poco sutil, espiritualista militante, crítico de la chatura pequeño burguesa, fascinó a una parte importante de la pequeña burguesía que estaba en contra de la violencia como forma de expresar su descontento y menospreciaba la vulgaridad materialista de la clase a la que pertenecía. Pequeña burguesía que cuestionaba la sociedad de consumo y el progreso material y que para superar esas deficiencias prescribía el consumo de estimulantes, la audición de rock and roll y la promiscuidad sexual ostentosa. Que propugnaba una revolución sin lucha por el poder, ni riesgos, pero con abundantes gratificaciones.

Hesse era pacifista y tenía una visión melancólica del alma humana. Por eso seguramente fue tan bien recibido por los cultores del "flower power", esas almas buenas que desempeñan a la perfección el papel de víctimas, culpan a los demás de sus fracasos, desprecian el poder y gustan de escritores en los que en el fondo siempre suena una nota falsa.