El equipo no está

La Selección debía demostrar que podía funcionar sin Lionel Messi. Jugó un buen primer tiempo y en el segundo se desdibujó por completo. Perdió 4-2 con una Nigeria que en el complemento se decidió a atacar y expuso la endeblez del sistema táctico de los albicelestes.

“Ser o no ser. Esa es la cuestión”. La frase tal vez más famosa que salió de la pluma de William Shakespeare en Hamlet parece propicia para explicar la importancia del partido que la Selección afrontaba ayer contra Nigeria en la ciudad rusa de Krasnodar.  Porque esta Argentina que Jorge Sampaoli intenta construir para jugar el Mundial del año próximo tenía que demostrar nada más y nada menos si era un equipo, si era capaz de sobrevivir cuando, como en este último amistoso de 2017, no contaba con Lionel Messi en sus filas. El desafío consistía en probar que aun cuando no poseyera su carta de triunfo, encontraría el camino más sencillo para salir airosa. El traspié por 4-2 en una actuación muy buena en el período inicial y totalmente deficiente en el complemento dejó en claro que la cuestión es que hoy por hoy, el equipo no es tal y que deberá trabajar mucho para llegar a serlo.

En este ensayo el entrenador decidió darle rodaje a lo que en su mente va dibujándose como la defensa titular (Javier Mascherano, Germán Pezzella y Nicolás Otamendi), quizás en un intento de encontrar certezas y abocarse a otras cuestiones que todavía constituyen interrogantes.  También optó por un mediocampo con roles más definidos. Ever Banega, por el centro, Enzo Pérez y Giovani Lo Celso por los costados. Más adelante, Cristian Pavón -con menos obligaciones de retroceder de las que tuvo Eduardo Salvio el sábado contra Rusia-, Paulo Dybala y Angel Di María, con Sergio Agüero como atacante más definido. En el arco le llegó la oportunidad a Agustín Marchesín.

Muy pronto quedó en claro que, si bien había plantado una retaguardia bien nutrida, con cinco integrantes, Nigeria no era un rival decidido a abroquelarse atrás. Los africanos estaban dispuestos a un proponer un juego más franco, más golpe por golpe. En esas circunstancias, a los albicelestes se les abrieron los espacios que necesitaban para que aflorara la clase de Dybala para conectarse con Agüero. Para el de la Juventus esto resultaba ideal para que se disiparan los nubarrones que hasta ahora oscurecían su cielo.

Lo Celso parecía menos contenido que en su debut y Pérez exponía perfectamente su categoría de hombre de Selección, generalmente tirado a la derecha, pero con movilidad e inteligencia para adivinar cuál era el sector más adecuado para desnivelar. A Di María se lo veía dispuesto a desbordar por la izquierda y Pavón, por el otro costado, se parecía al Pavón de Boca. Desequilibrante en velocidad y muy atento para lanzar peligrosos centros al medio del área.

Agüero daba señales de que no le costaba complicar a los defensores nigerianos. Otamendi se mandaba con acierto por la izquierda. Argentina estaba jugando realmente bien y había reducido a la nada a la tibia resistencia de su rival.

Tan tibia resultó Nigeria que el arquero Daniel Akpeyi cometió un error insólito al tocar la pelota con la mano fuera del área. Tiro libre que Banega transformó en gol con un tiro libre muy bien ejecutado que sacó rédito de una barrera mal formada que le tapó la visión de un guardavalla que dejó muy descubierto el poste izquierdo. 

Enseguida llegó el segundo. La presión, marca registrada de Sampaoli, no se agotaba en quitarle la pelota al adversario, sino que era el primer paso para salir hacia adelante. Dybala, muy activo, metió un pase en profundidad perfecto para la corrida de Pavón, quien envió el centro letal que el Kun empujó al gol.

Pero Nigeria no era la Rusia que sólo es mundialista porque la Copa del Mundo se disputará en sus estadios. Los africanos son un oponente de mayor cuidado. Intentaron acercarse al arco argentino y se encontraron con un tiro libre, cerca del final primer período, que Kelechi Iheanacho estampó en la red por encima de la barrera y haciendo inútil el vuelo de Marchesín. Un llamado de atención que dejaba en evidencia que incluso cuando el partido parece controlado, no lo está.

DUDAS Y CAOS A GRANEL

Tan cierto es este postulado, que cuando la Argentina disponía del dominio casi absoluto de los tiempos del partido, los africanos remontaron la cuesta y dieron vuelta el marcador. Liderada por el capitán John Mikel Obi, Nigeria notó que el déficit albiceleste estaba en los costados de la defensa. Se le metió por la izquierda al hasta entonces impasable Otamendi y el centro desembocó en el descuento de Alex Iwobi.

Sin que las huestes de Sampaoli pudieran reaccionar, Brain Idowu estableció el tercero ganándole en la corrida a un Pavón forzado a un retroceso antinatural para él. Más que nunca, la Selección debía demostrar si era un equipo.

Deficiencias en la marca, imposibilidad de abortar mediante anticipos los ataques de las Aguilar Verdes, Argentina se había desdibujado por completo. Por primera vez, el Seleccionado nacional se encontraba en desventaja desde la asunción del entrenador casildense. Por primera vez se notaba que por más buenas intenciones que tuviera para manejar la pelota y ser agresiva en ataque, no tenía marca en el medio.

El partido había cambiado tanto que ya había adquirido la apariencia de algo que Sampa no había vislumbrado jamás en ese ideal que lo hace imaginar que la que siempre ataca es Argentina. Apareció el partido en el que la pelota la tiene el rival y decide los tiempos del duelo.

Y en este nuevo contexto, los albicelestes perdieron las formas. Los cambios (entraron Darío Benedetto, Alejandro Gómez y Fernando Belluschi por Agüero, Lo Celso y Dybala, respectivamente) dispuestos por el DT a lo largo del complemento no aportaron nada. El goleador de Boca no generaba el temor a la defensa que causaba Agüero y tampoco aportaba peligro al fondo nigeriano.

Iwobi volvió a recibir la pelota cerca de la medialuna del área grande, le tiró un caño a Mascherano y se la cruzó a Marchesín. Esa acción confirmó el déficit en la marca del representativo nacional. Sampaoli hizo todas las variantes posibles (también entraron Diego Perotti, Emiliano Rigoni y Emiliano Insúa, por Di María, Pavón y Pezzella), pero ya nada se modificaba. El predominio nigeriano era total. El desconcierto argentino, también.

De la comodidad casi absoluta se cayó en un abismo profundo y negro. Todo lo bueno esbozado durante los primeros 45 minutos se esfumó en los segundos. El amontonamiento de atacantes tan común en Sampaoli no le dio más poder ofensivo al equipo. La apuesta por un mediocampo con más juego que marca fracasó porque en cuanto su rival se decidió a ir al frente, los albicelestes no pudieron quitarle la pelota. La defensa que al DT se le antojaba prácticamente consolidada, se la veía demasiado permeable. El desorden se hizo innegable y derivó en un caos evidente.

Entonces quedó en claro que el examen no tuvo un resultado satisfactorio. Y no por la derrota por 4-2 que le puso punto final invicto de Sampaoli. Sin Messi, Argentina no sólo no tuvo el as de espadas que la acerca al triunfo, sino que además el equipo todavía no está.