Los "ilustres" que bajaron de los barcos

Entre las figuras puede nombrarse a Albert Einstein, Federico García Lorca, Margarita Xirgu, Rafael Alberti, Witold Gombrowicz, Miguel de Molina, Le Corbusier y el padre del papa Francisco.

Entre 1857 y 1920 arribaron al país 5 millones de inmigrantes. Escapando muchas veces de guerras, hambrunas, y con el sueño de una vida mejor ayudaron a forjar con mucho esfuerzo la Argentina trayendo su trabajo, cultura, costumbres y saberes.

Pero en estos más de 150 años de historia el puerto de Buenos Aires fue también el lugar de llegada de personalidades ilustres. Algunos se quedaron un largo tiempo y otros vinieron también para dejar su impronta y enriquecernos con sus conferencias, obras de teatro, ciencia y arte.
El Museo de la Inmigración, dependiente de la Dirección Nacional de Migraciones guarda un riquísimo archivo que permite ver las fichas y los libros que dan cuenta de muchas de estas ilustres personas que llegaban en barcos junto a otros miles de inmigrantes.
Uno de los registros de la antigua Dirección Nacional de Inmigración da cuenta de la llegada de Albert Einstein, quien arribó al país el 25 de marzo de 1925. La ficha lo presenta como casado, de 45 años, y de profesión profesor. Hablaba tres idiomas: español, alemán y francés. Llegó en el vapor Capitán Polonio, en primera clase y se presentaba con una salud buena. Dijo que venía a la Argentina de visita.
El gran científico ya había sido galardonado con el premio nóbel, pero no por la Teoría de la Relatividad, su descubrimiento más reconocido, sino por los llamados movimientos brownianos.
Se alojó en la casa de Bruno Wassermann, un rico comerciante judío en el barrio de Belgrano. Estuvo un mes en la Argentina, donde dictó precisamente 12 conferencias hablando de la Teoría de la Relatividad.
Escribió algunos artículos en esos días para La Prensa. Allí propuso la creación de una Paneuropa, sueño que el tiempo le daría la razón, con la creación de la actual Comunidad Europea.
En una entrevista con el diario indicó: "Quiero que en la Argentina, en cuya capital reconozco un gran centro de cultura, se conozcan los fundamentos de mi teoría, tal como la entiendo y no bajo el aspecto en que me la presentan admiradores entusiastas que, en el calor de la polémica, la desfiguran muchas veces".

POETA Y CONFERENCISTA
Otro "ilustre" que arribó al país y dejó sus datos en la Dirección de Migraciones fue el gran escritor y poeta español Rafael Alberti. La ficha muestra que llegó en el vapor Mendoza, en segunda clase el 2 de marzo de 1940. Tenía 37 años y como profesión puso conferencista. Había partido del puerto de Marsella. Hablaba español y se presentaba en buen estado de salud.
Aunque en el registro había declarado en el apartado para que viene a la Argentina, como "tránsito a Chile", se quedó a vivir aquí. El escritor comulgaba con las ideas republicanas, por eso decidió emigrar al país al terminar la Guerra Civil española, luego de un breve paso por Francia.
Durante su estadía en Buenos Aires el poeta vivirá hechos trascendentes, como el nacimiento de su hija Aitana. Cultivará la amistad con la actriz Delia Garcés y su esposo, el director Alberto de Zavalía.
De esa amistad nacieron dos películas argentinas "La Dama Duende"(1944) y "El gran amor de Becquer", ambas con guiones de Rafael y su esposa María Teresa León. El matrimonio también entablará una fraternal relación con Victoria Ocampo, Raúl González Tuñón, Margarita Xirgu, los compositores Juan Carlos Guastavino y Manuel de Falla.
Y los pintores Lino Spilimbergo, Raúl Soldi y Juan Carlos Castagnino. Fue una época de alta producción artística, publicando gran cantidad de libros. Finalmente regresó a España en 1977.

POR ASUNTOS
Federico García Lorca es otra de las grandes personalidades que pasó por el puerto de Buenos Aires. En su ficha se lee que llegó en la primera clase del Vapor Conte Grande el 13 de octubre de 1933 con 33 años de edad. Partió del puerto de Barcelona y se presentaba como de profesión escritor. En la consulta para que viene a la Argentina contestó "asuntos". Era soltero y nunca había estado en el país.
El escritor y dramaturgo había sido invitado por la Asociación de Amigos del Arte, con el plan de pasar unas pocas semanas por aquí, pero quedó tan fascinado con Buenos Aires que se quedó seis meses.
Se cuenta que le gustaba ir al café Tortoni, lugar que le quedaba cerca del hotel Castelar donde se hospedó. Allí se reunió con personalidades como Carlos Gardel, Victoria Ocampo y Oliverio Girondo.
Tuvo el honor de ver cómo Lola Membrives ponía en escena Bodas de Sangre en el teatro Avenida. Cuando finalizó la obra recibió una ovación de pie de varios minutos. Dejó Buenos Aires con el mejor de los recuerdos.
Witold Gombrowicz también es otra personalidad que tuvo su ingreso por el puerto porteño. Se presentó como turista, pero el escritor se quedó en el país por más de 20 años. Llegó en el sector de primera clase del vapor Ghrobry procedente de Kielce, Polonia, el 20 de agosto de 1939. Tenía 35 años y decía hablar polaco y francés. Estaba en buen estado de salud. Como profesión dijo que era periodista.
El escritor decidió quedarse luego de conocer la noticia de la invasión alemana a su país. Aquí se convirtió en traductor, y escribió gran parte de su obra. Fue resistido por algunos escritores como Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Ernesto Sábato y Ricardo Piglia, en cambio, valoraron su obra.

VARIOS VIAJES
Una escueta ficha, con pocos datos, en tanto, es la que da cuenta de la llegada al país de Margarita Xirgu por primera vez. Su arribo es el 22 de julio de 1922 en el buque Eugenia en la primera clase proveniente de Barcelona. Estaba casada y tenía 34 años de edad.
La gran actriz y maestra de actores emprendió este viaje y luego tres más por América. Fue en ese tiempo que la guerra civil española la sorprendió de gira, y entonces decidió quedarse y residió en Argentina y Uruguay.
Aquí representó la obra de autores españoles como Lorca o Alberti y contribuyó a la formación de nuevas generaciones de actores iberoamericanos desde su puesto de directora de la Escuela Dramática Municipal de Montevideo.
En Argentina participó del filme Bodas de Sangre en 1938. Un año antes actuó en Yerma y Doña Rosita en el Teatro Odeón. En 1945 estrenó en el Teatro Avenida el último drama de Lorca, La casa de Bernarda Alba, quien ya había sido asesinado. Falleció en 1968 en la vecina Uruguay.
El artista español Miguel de Molina es otro ilustre que fue registrado en migraciones. Llegó a Buenos Aires el 7 de noviembre de 1942 en el buque Monte Amboto procedente de Lisboa. Se presentó como soltero, de profesión artista y nacido en Málaga.
No le fue fácil la vida a Molina en Buenos Aires. Tras ser invitado por Lola Membrives para la temporada de teatro de verano, lo ponen preso por comunista y debe volver a España. Sin embargo en 1945 tomó revancha y volvió, actuando en el aniversario de casamiento de Perón y Evita, quedándose varios años.
Edouard Jeanneret, más conocido como Le Corbusier también llegó a territorio argentino poniendo el primer pie en el puerto porteño. Arribó en el buque Massilia el 28 de septiembre de 1929 procedente de Burdeos. Tenía 42 años, de estado civil soltero y se presentó como de profesión artista. Dictó 10 conferencias y diseñó la casa Curuchet en la ciudad de La Plata. 

EL PADRE DEL PAPA
Claro que no todas son personalidades, aunque pueden aparecer parientes cercanos. Tal lo muestra la ficha de Mario Bergoglio, padre del papa Francisco. Llegó en la tercera clase del vapor Giulio Cesare desde Génova el 15 de febrero de 1929.
Se presentó como contador y dijo que se instalaría en el Hotel de Inmigrantes, lugar donde podían hospedarse durante pocos días quienes no tenían aún un lugar donde ir. El padre de Francisco, de 21 años, señaló que venía a la Argentina en busca de trabajo. Tiempo después trabajaría en el ferrocarril, se casaría y tendría como hijo a quien hoy es el Papa.

La vida en el Hotel de Inmigrantes

Muy cerca de la dársena donde llegaron los barcos que trajeron a quienes venían con la ilusión de "hacer la América" se encuentra el edificio, hoy museo, del hotel de inmigrantes.
Allí, los inmigrantes ya sea que estuvieran solos o junto a sus familias podían quedarse durante cinco días tal cual lo establecía la ley de inmigración.

"El hotel se inaugura en 1911 y hasta 1954 funcionó como tal", señala a La Prensa Sergio Sampedro, coordinador del museo de la inmigración. "Allí se los alojó, se les dio capacitación y comida y un lugar para dormir".

Sampedro agrega que quienes querían podían irse antes de los cinco días, ya sea porque habían encontrado trabajo o algún familiar que les daba hogar. "También se prolongaba cuando alguno caía enfermo. Había un Hospital Modelo para atenderlos".
En el complejo estaba la oficina de trabajo. "Dependían de esa oficina otras suboficinas que tenían el nombre de los ferrocarriles de la época. Así ya estaba todo listo para que el inmigrante con su familia pudiera viajar a cualquier destino donde se le ofrecía el trabajo. Menos el viaje en barco, todo eso era solventado por el estado", destaca Sampedro.

Algo llamativo, señala el coordinador del museo es que en aquel tiempo los barcos, que llegaban a la actual dársena norte, contaban con tres clases: primera clase, segunda y tercera. Quienes venían en segunda y tercera eran considerados inmigrantes, pero los de primera clase no, eran los pasajeros. "Sin embargo hubo muchos quienes vinieron en primera clase que igualmente se quedaron a vivir en Argentina", comenta Sampedro.

Por el hotel pasaron en sus años de existencia cerca de un millón de personas. "Esto da una idea de la importancia que tuvo la inmigración. El censo de 1914 informaba que de la población argentina un tercio eran extranjeros".
Los grandes barcos, -arribaban unos tres por día- una vez que llegaban a la costa, primero debían parar en la rada o dársena del puerto. Hasta allí iban en botes el personal del departamento de sanidad quienes hacían una inspección ocular.
El capitán del barco firmaba el conocimiento de la ley de inmigración argentina, que establecía cuestiones como espacios mínimos para la gente, y luego entregaba el informe del viaje.
El mismo daba cuenta de los nacimientos, fallecimientos y enfermos durante la travesía. En caso de alguna enfermedad infectocontagiosa grave, se enviaba en cuarentena a la gente a la isla Martín García, alojándose en unos lazaretos. "Si estaba todo bien desembarcaban, bajaban y hacían la inspección aduanera. Luego el capitán entregaba el certificado de pasajeros donde eran registrados", completa Sampedro. El personal de inmigración pasaba los datos a los libros, con la cantidad de pasajeros. El desembarcadero tenía sala de espera para primera clase, segunda y tercera.
Luego se hacía la ficha de ingreso al país. Quien necesitaba pedía alojarse en el hotel de inmigrantes, y si no ya se iba a la calle.
Sampedro destaca por último que esa rica tradición de puertas abiertas en el país aún sigue vigente. "En 2016 se radicaron unos 215 mil extranjeros", informa.