Recorrido onírico y sugestivo

"Miró: la experiencia de mirar" explora las últimas décadas del artista catalán. La exposición en el Bellas Artes se compone de unas 50 obras pertenecientes al Museo Reina Sofía de España. Constituyen la parte menos conocida de su trabajo, y la que lo acompañó en los momentos finales de su vida.

El miércoles pasado se inauguró en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) la muestra Miró: la experiencia de mirar, que se centra en el trabajo del artista catalán Joan Miró (1893-1983) durante las dos últimas décadas de su vida y que reúne 50 obras pertenecientes a la colección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de España.

En el Pabellón de Exposiciones temporarias del museo se despliega ante el espectador un recorrido onírico y sugestivo alrededor de la obra de este artista, con 18 pinturas, algunas de grandes formatos, que remiten a sus icónicas imágenes de colores nítidos y morfologías particulares; seis dibujos, y unas 26 esculturas que constituyen "la parte menos conocida de su trabajo", comentó Carmen Fernández Aparicio, curadora del Reina Sofía, durante una recorrida realizada para la prensa.

Se trata de un conjunto pictórico realizado por el artista catalán entre 1963 y 1981. Son ""las obras con las que Miró vivió en su taller-vivienda hasta los últimos momentos de su vida, ya que falleció en 1983. El siempre decía que quería que sus obras impacten por su belleza"", señaló la curadora española junto al director ejecutivo del museo, Andrés Duprat, la directora artística, Mariana Marchesi y el presidente de la Asociación Amigos, Julio Crivelli.

El itinerario comienza así con lo que constituye tal vez una de de las imágenes más emblemáticas de la etapa madura de este creador, el inmenso óleo Mujer, pájaro, estrella (Homenaje a Pablo Picasso), de casi dos metros y medio de alto, donde Miró reúne algunas de las formas más características que eligió para representar al mundo, "las tres figuras esenciales de la simbología mironiana", una obra que le demandó casi siete años de producción y que finalizó el día de la muerte de su gran amigo Pablo Picasso.

SURREALISMO

Miró nació en Barcelona en 1893 y en 1920 viajó a París donde conoció a Picasso y entró en contacto con las vanguardias artísticas de la época. Así, en la capital francesa se vinculó con Antonin Artaud y otros poetas. Por su estética ligada al surrealismo, el poeta y escritor francés André Breton dijo alguna vez que a Miró "el surrealismo le debe la más bella pluma de su sombrero".

Desde los años "20 Miró se mantuvo en el centro del devenir del arte moderno vinculado a los círculos parisinos de vanguardia, pero hacia mediados de la década de 1950 inició un proceso de introspección en el que alcanza la máxima simplificación de su universo. 

Para la curadora, a lo largo de su trayectoria, Miró cambia continuamente de la pintura a la escultura "reiterando siempre en ambos medios los mismos aspectos conceptuales y resoluciones técnicas: simplicidad, planitud, línea, gesto, ideograma".

El artista se traslada en 1956 a su nuevo estudio de Son Abrines en Mallorca, diseñado por su amigo Josep Lluís Sert. En el taller-vivienda reúne por primera vez la totalidad de su producción, lo que le ofrece la posibilidad de revisar y redefinir, directamente, toda su obra.

En esta época, a partir de un motivo casual o fortuito, que podía ser una mancha, una gota, una huella, un objeto encontrado o un elemento natural, intentaría recrear, por medio de este impulso, un tema frecuente en su obra: la representación de la naturaleza y de la figura humana.

La última sala expositiva reserva para el visitante algunos de los paisajes que Miró realizó en los años "70, como La danza de las amapolas o Pájaro en el espacio, un despojo absoluto de elementos, espacios abstractos donde el cielo y la tierra se unen, y "el intento de transmitir emociones como la música y la poesía", en palabras de la curadora. Los epígrafes de obra completan el sentido de la simbología: "El sol es un gran globo rojo suspendido en el cielo y, en general, aplastado. La luna, por el contrario, se representa siempre en cuarto menguante o en cuarto creciente, perpetuamente azul".

"He sentido la necesidad de obtener el máximo de intensidad con el mínimo de medios. Es lo que me obliga a dar a mi pintura un carácter cada vez más despojado", es una de las frases atribuidas al artista que se puede leer en las paredes de la sala, y que acompañan algunas de las obras.

La exposición, que viajará en marzo de 2018 al Museo de Arte de Lima, Perú, incluye además la proyección de dos filmes: Miró habla (1974), del fotógrafo y realizador francés Clovis Prévot, en el que se incorpora una profunda entrevista al artista realizada en 1972 en Palma de Mallorca; y el cortometraje Miró, otro (1969), dirigido por Pere Portabella, que constituye una de las piezas más importantes de la filmografía dedicada al autor.

La muestra Miró: la experiencia de mirar es organizada por el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, con el apoyo de la Asociación Amigos del Bellas Artes. Se podrá visitar hasta el 25 de febrero de 2018, de martes a viernes de 11 a 20, y sábados y domingos de 10 a 20, con entrada libre y gratuita, en la sede del museo en Avenida del Libertador 1473 (CABA).

Reúne la muestra, de notable éxito de público, 18 pinturas, seis dibujos y 26 esculturas.