Metódico, prolijo y personal

El pasado y sus distorsiones ocupan un papel central de la obra de Kazuo Ishiguro. Personajes desgarrados entre dos mundos, el juego con los géneros literarios y un cuidadoso trabajo estilístico son algunos de los rasgos comunes en los libros del flamante Nobel de Literatura.

Como un adolescente con problemas, la Academia Sueca no puede dejar de llamar la atención. El anuncio del Nobel de Literatura es el momento ideal para exhibir sus caprichos, sus manías, su personalidad inestable. En 2015 desconcertó al premiar a una periodista. El año pasado se entregó a la histeria: el galardonado fue Bob Dylan. Ahora, en cambio, parece haber sentido la necesidad de sosegarse un poco distinguiendo en Kazuo Ishiguro a un escritor con todas las de la ley. Que no era el favorito, es cierto, pero que al menos tiene una (algo escasa) obra literaria en qué apoyarse.

Si el Nobel beneficia o perjudica al escritor entendido como artista es una discusión tan vieja como el galardón, y tan habitual como las veces que la Academia premió a nulidades y soslayó a genios indudables. Mientras el prestigio del premio decrece con cada año, no hay dudas de que su beneficio económico (en ventas, traducciones, ediciones) es considerable y se transforma en el factor que al final termina por silenciar todas las objeciones. Tal vez por eso se lo vio tan contento al refinado Ishiguro el día que se conoció su victoria.

Serio, concienzudo, prolijo, Ishiguro (Nagasaki, 1954) es un escritor con trayectoria propia que no debe su fama al Nobel (ya la tenía de antes), aunque sin dudas ganará innumerables lectores por todo el mundo y el "previo fervor" de una crítica obligada a partir de ahora a tratarlo con más reverencia de la que acostumbraban.

LA SINTESIS

El día de la buena nueva los periodistas lo asaltaron en su casa londinense de Golders Green para preguntarle cómo podría resumir su obra. Ishiguro respondió con la siguiente frase: "El modo en que países, naciones y comunidades recuerdan su pasado, y la frecuencia con que sepultan recuerdos incómodos de ese pasado". Que es una síntesis mucho más clara y concisa que las atildadas definiciones que prodigan cada año los académicos suecos para explicar sus distinciones.

En efecto, el pasado y las formas muchas veces engañosas que adquiere el recuerdo están presentes en varios de los libros de Ishiguro. Parece evidente que su historia personal ha incidido en esa orientación. Nacido en Japón, Ishiguro emigró de niño a Gran Bretaña con su familia sin tener la certeza de que ese traslado fuese permanente. Una vez confirmada, la mudanza obró un corte nítido en esa joven vida, la dividió en dos. "Esa identidad dual -escribieron en el New York Times- lo volvió alerta a las dislocaciones de la vida; muchos de sus personajes están atrapados, en formas diversas, entre dos mundos".

Quien llegaría a ser el más británico de los autores de su generación, nunca dejó en el olvido sus raíces niponas. Sus dos primeras novelas, Pálida luz en las colinas (1982) y Un artista del mundo flotante (1986), las que le dieron cierta fama en el ambiente literario inglés, transcurren en Japón.
La consagración le llegó en 1989 con The Remains of the day (Los restos del día). Esa novela ambientada en la residencia de un aristócrata pronazi en la Inglaterra en vísperas de la Segunda Guerra Mundial ganó el Premio Booker y fue llevada al cine con gran fortuna por el exquisito James Ivory.

El crítico estadounidense James Wood lo considera un libro "casi" perfecto. Su protagonista, el mayordomo Stevens, ha quedado ya como uno de los mejores narradores engañosos ("unreliable narrators") de la literatura moderna. Y David Lodge lo tomó como modelo del apartado "narrador poco fiable" en El arte de la ficción.

Seis años después Ishiguro se despachó con un libro que aún divide aguas entre los críticos. Los inconsolables (1995) transcurre en un anónimo país de Europa central. El narrador es un pianista que llega a una ciudad también anónima para tocar un concierto. Pero nunca lo hace. El libro, de obvia inspiración kafkiana, es una serie de postergaciones que se prolonga por cientos de páginas.

No convenció a los más exigentes. Wood, por caso, llegó a afirmar que esa novela "inventó su propia categoría de fealdad". 

MEZCLAS

Las tres novelas siguientes cruzan, adaptan y mezclan las fronteras de los géneros, otra de las aficiones del flamante Nobel. Cuando fuimos huérfanos (2000) pretende homenajear al policial clásico con una trama situada en la ciudad china de Shanghai en la década de 1930, época por la que Ishiguro parece sentir especial predilección.

Nunca me abandones (2005) ensaya una distopía de ciencia ficción que transcurre en una parodia del clásico internado británico. La más reciente de sus obras, El gigante enterrado (2015), es una historia fantástica, de aliento alegórico, ubicada en la Inglaterra medieval y mítica del rey Arturo que inspiró evaluaciones contradictorias entre los críticos.

"Ishiguro insinúa más de lo que muestra, procedimiento no muy recomendable cuando de literatura fantástica se trata -escribió Guillermo Belcore en este suplemento-. Los consumidores bulímicos de literatura de género ansiamos que ocurran muchas cosas, que las páginas desborden de sucesos y las escenas sean memorables. Es un error de los remilgados creer que el efectismo siempre resulta perjudicial".

Cinéfilo y músico vocacional, Ishiguro se formó en el curso de escritura creativa de la Universidad de East Anglia, donde tuvo de profesores al notable Malcom Bradbury y a Angela Carter (por eso, apuntó alguien, bien podría ser el primer Nobel salido de un taller literario). Desde sus comienzos ha sido un escritor metódico, puntilloso, apreciado y a la vez aislado dentro del ambiente cultural londinense, que reconoce a otras figuras dominantes entre los escritores de su generación, como Martin Amis, Ian McEwan, Julian Barnes, William Boyd o Salman Rushdie, todos ellos, además, perfectos candidatos para obtener el premio que acaba de conseguir su colega de origen nipón.

¿Cuál es entonces la virtud mayor del autor que el Nobel, para bien o para mal, acaba de consagrar? Las opiniones varían dentro de un mismo rango. Se menciona su preocupación por el estilo claro, la engañosa simpleza de historias que sondean dilemas personales y recuerdos atribulados, su independencia creativa y su (en palabras de Wood) "pureza brillantemente imperturbable".

Así es el nuevo favorito que ungió la Academia Sueca. Que a partir de ahora vuelva a hablar su obra.