Extranjero en el propio país

La casa de la puerta amarilla

Por Juan Pablo Gómez
Zona Borde. 148 páginas

Una historia simple y de contornos meramente familiares se recorta sobre una Buenos Aires que transita los días finales de la dictadura militar. Pero este telón de fondo es mínimo y, hasta podría decirse, descolorido. Construido con unos pocos fogonazos: cuando el protagonista contempla de lejos la fachada de la Escuela de Mécanica de la Armada, ve unos soldados corriendo, o se detiene ante unos recortes de diario. Ese puñado de imágenes aisladas no desvelan ni aportan nada a una novela que se reduce así a un periplo personal.

El que sufre es Miguel, un joven que regresa al país ocho años después de emigrar a Costa Rica, a donde había ido para alejarse de su propia familia y donde malvive gracias a un bar que montó con un socio. Enterado de la muerte de sus padres, vuelve para disponer de la casa del barrio de Núñez, que pretende hacer dinero para su negocio. El regreso sólo le deparará desventuras, a medida que se corren los velos que cubrían sus ojos antes de partir.

Juan Pablo Gómez (Buenos Aires, 1975), periodista y escritor, construye en esta, su segunda novela, una historia obsesiva en torno a ese joven y la casa donde se crió, mientras Miguel va descubriendo una realidad que lo perturba y que acentúa su soledad. Mostrarlo como un extranjero en su propio país es un giro ocurrente.

Pero la historia no llega a despertar más que un modesto interés. No convence la razón por la que el personaje se hunde en el desamparo, ni la indecisión del autor entre explotar o no el tema de la dictadura. En cierto punto, el protagonista se cree un secuestrado cuando había sido socorrido por un buen samaritano (!). En ese contexto, la pobre pintura de época, lejos de parecer una prosa contenida o velada, deja la impresión de una falta de calado que le resta atractivo.