Agobiante corrección política

Reimprimieron "El cuento de la criada" junto con su versión televisiva. La novela de Margaret Atwood es una utopía negativa de intención feminista que se extiende a lo largo de más de 400 páginas de esforzada lectura. Su falta de humor conduce al tedio.

Una razón comercial y otra ideológica confluyeron en la reimpresión de esta novela (*) publicada por primera vez en 1985. La comercial está ligada a su transformación en serie de TV, lo que le dará una difusión infinitamente mayor a la obtenida hasta ahora y representa la oportunidad de vender más ejemplares. La ideológica es que podría funcionar como un conjuro. Imaginar un futuro posible para que no ocurra. Aunque suene extraño, su autora lo explica en el prólogo.

Con el advenimiento de un gobierno conservador en los Estados Unidos (el de Donald Trump) podrían sobrevenir catástrofes como las que dan marco a la historia que imaginó hace más de treinta años. En ese caso el texto podría tener el valor de un llamado de alerta. "Si este futuro se puede describir de manera detallada, tal vez no llegue a ocurrir", opina. No se sabe si lo dijo por un exceso de pensamiento mágico o por falta de modestia.

La historia es simple pero confusamente desarrollada. Se la define como distopía o utopía negativa: transcurre en un futuro de pesadilla en el que las mujeres son sometidas a una suerte de servidumbre reproductiva por un régimen cuasi medieval instalado en los Estados Unidos después de derribar a la democracia. Los desastres ecológicos y otras atrocidades derivadas del capitalismo superdesarrollado provocaron un fuerte descenso de la tasa de natalidad. Las mujeres fértiles son acaparadas por la reducida elite gobernante que las somete a un régimen semiconventual y las usa para procrear. Las restantes son carceleras de las primeras, sirvientas o mano de obra para las tareas más brutales o peligrosas. De los hombres se habla muy poco; sólo aparecen bajo la forma de oligarcas o policías. Resulta irónico que el oligarca que usa con fines reproductivos a la protagonista sea un especialista en márketing, la misma disciplina de la que se sirve la editorial de la autora para vender más ejemplares.

Hay progresismo, victimismo, maniqueísmo y corrección política en dosis masivas. Pero lo central es la confusión que genera una trama contada en primera persona con una excesiva cantidad de flashbacks. Para que se entienda bien y que ningún lector se pierda al final se insertan las actas de un congreso de ficción realizado en 2195 en las cuales se comenta El cuento de la criada y se lo pone en contexto. Tan limitado es el arte narrativo de la señora Atwood.

Se supone que su intención fue contar las penurias injustas y muy reales que sufren las mujeres de hoy, insertándolas en un futuro de fantasía, pero no sale aprobada, a pesar de que recurre a un procedimiento literario con una larga tradición. El mismo utilizado, por ejemplo, por Jonathan Swift, pero en el presente caso con un resultado pobre debido en buena medida a un motivo adicional al de las deficiencias del arte narrativo de Atwood: la falta de humor. La autora, como las feministas y los miembros de otras tribus políticamente correctas se toman demasiado en serio. No se permiten ni siquiera el sarcasmo. Se creen investidos de una misión regeneradora, cruzados de una causa y lamentablemente carecen del pensamiento crítico del que presumen. De eso al absurdo hay un camino corto que pasa infaliblemente por el tedio.

* El cuento de la criada, de Margaret Atwood, Salamandra, 412 páginas.