Redefiniendo el clown

Crítica: "Dulce de mandarina", unipersonal. Sin nariz de payaso, pero con mucha simpatía y frescura, Julieta Raponi encarna a Sandra, una chica que se cae al comienzo de la obra y trata de remontar la cuesta viviendo mil peripecias.

"Dulce de mandarina" de Julieta Raponi y Walter Velázquez. Dirección: Walter Velázquez. Escenografía: Ariel Vaccaro. Iluminación: Ricardo Sica. Vestuario: Soledad Galarce. Asistente de Dirección: Alejandro Leguizamón Varsovia. Actúa: Julieta Raponi. No Avestruz (Humboldt 1857), viernes 22.30.

Buenos Aires se caracteriza por poseer una gran tradición en el mundo del clown. Grupos como "El clú del claun" o "Los Papota" o artistas como Marina Barbera o Gabriel Chame Buendía -por sólo nombrar a algunos- fueron construyendo una historia con galardones, giras mundiales y amplio reconocimiento del público. A esa historia, con sus particularidades, se suma ahora "Dulce de mandarina", creada por la joven actriz Julieta Raponi y el director Walter Velázquez.

Sin nariz de payaso, pero con mucha simpatía y frescura, Raponi encarna a Sandra, una chica que se cae al comienzo de la obra y trata de remontar la cuesta viviendo mil peripecias. Precisamente, la prehistoria de la pieza comenzó con una caída real. La actriz se quebró los codos y estuvo inmovilizada durante dos meses a causa de un inoportuno resbalón.

Sin embargo, lejos de paralizarse, comenzó a escribir todo aquello que quería hacer y no podía. Así nació "Dulce de mandarina".

Se trata de un unipersonal con los riesgos e inconvenientes -y las satisfacciones, claro- que entraña el género. Pero Raponi sale airosa y logra que el público la siga en todo momento, a pesar de encontrarse sola en el escenario. Vestuario e iluminación la acompañan en su pequeña odisea. Su clown no es agresivo y si bien contiene cierta participación del público, nunca invade ni incomoda.

La gracia de la protagonista y su indudable capacidad física -hace un verdadero despliegue- permiten que ciertas reiteraciones o un lenguaje por momentos demasiado llano se pasen por alto. "Dulce de mandarina" en definitiva resulta un espectáculo muy noble que logra que el público pase un muy buen rato viéndolo.

Calificación: Muy Buena.