Agua que no has de beber

Un estudio sin precedentes demostró que el 83% del agua potable en el mundo contiene fibras de plástico microscópicas. Si bien todavía se desconoce a ciencia cierta sus efectos sobre la salud humana, las observaciones de sus consecuencias en animales y plantas despiertan preocupación. El desafío: encontrar la manera de reducir el impacto de una sustancia omnipresente en la vida actual.

El plástico está en todos lados. Basta tan solo con mirar a nuestro alrededor. Pero también hay un reino de `plástico invisible': pequeñas fibras, fragmentos y subproductos químicos del plástico que se infiltran en todos los aspectos de la vida cotidiana, incluso en el aire y el agua que sale de la canilla de nuestra casa. Así lo alertó la ONG con sede en Washington Orb Media, al dar a conocer los resultados de un estudio que llevó adelante junto con científicos de la Universidad Estatal de Nueva York y la Universidad de Minnesota, ambas en Estados Unidos.­

El trabajo, titulado `Invisibles. El plástico dentro de nosotros', demostró que de 159 muestras de agua potable recogidas en cinco continentes, el 83% contenía microplásticos.­

Se trata del primer estudio científico que detecta estas micropartículas de plástico en el agua de la canilla alrededor del mundo. La solución, aclaran, no es tomar agua en botella o comprar un filtro, ya que la misma investigación detectó fibras plásticas en el agua embotellada de las principales marcas estadounidenses y en hogares que usan filtros de ósmosis inversa.­

"Basándonos en nuestros resultados, una persona que bebe dos litros de agua de la canilla al día o bebidas como café, té y jugos artificiales, puede ingerir ocho fibras de plástico, el equivalente a más de 2.900 al año", subraya el informe.­

"Sabíamos que este plástico vuelve a nosotros a través de nuestra cadena alimenticia. Ahora vemos que vuelve a nosotros a través del agua potable", afirmó el Premio Nobel de la Paz 2006, Muhammad Yunus, fundador además del Banco Grameen.­

"Hemos sido advertidos antes sobre la amenaza del plástico para la vida y el planeta. Pero no había reparado en el riesgo que corre nuestra vida hasta que se presentaron estas nuevas conclusiones", añadió Yunus, quien lanzará a fines de este año una iniciativa para combatir los desechos de plástico.­

La realidad es que las implicancias para la salud humana de la contaminación del agua potable con microplásticos es aún desconocida. Los científicos sospechan que el plástico puede emanar toxinas una vez dentro del cuerpo humano. En estudios con animales, se observó "que el plástico liberaría esos productos químicos y que las condiciones en el intestino facilitarían una liberación realmente rápida", aseguró Richard Thompson, de la Universidad de Plymouth, en Reino Unido. "Cuando pensamos en los plásticos, el beneficio que aportan está completamente separado de todo el daño que causan", añadió.­

En esa misma línea, la organización periodística Orb Media plantea que existen abundantes pruebas de que el plástico puede considerarse un residuo peligroso y que es una amenaza para la vida silvestre. "Los productos químicos utilizados en el plástico se han vinculado a una lista de enfermedades, incluido el cáncer", recuerdan los autores de la investigación.­

"Las fibras plásticas se agregan a una lista alarmante de contaminantes que amenazan el abastecimiento de agua del mundo, incluidos los productos químicos que afectan al sistema endocrino", añaden, para luego advertir: "Pero los gobiernos no han examinado lo que el plástico en el agua potable, la comida y el aire podría significar para el bienestar humano"

Sherri Ann Mason, directora del departamento de Geología y Ciencias Ambientales de la Universidad Estatal de Nueva York y pionera en la investigación de microplásticos, que supervisó el estudio de Orb, remarcó: "Tenemos suficiente información a partir de la observación de la vida silvestre. Si está afectando la vida silvestre, ¿cómo pensamos que no nos va a afectar a nosotros de alguna manera?".­

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EL ORIGEN­

El estudio reveló que la mayor prevalencia de fibras microscópicas de plástico se dio en Estados Unidos y en Beirut (Líbano), donde el 94% de las muestras analizadas las contenían, seguidos por Nueva Delhi (India) con el 82%, Kampala (Uganda) con el 81%; Yakarta (Indonesia), 76%; Quito (Ecuador), 75% y Europa (Eslovaquia, Reino Unido, Alemania, Suiza, Irlanda e Italia), con el 72%.­

El agua analizada fue tomada en contextos bien diversos: desde las canillas de la Torre Trump y el Capitolio estadounidense hasta una pequeña ciudad cercana al lago Victoria en Uganda.­

"Hay varias vías en las que se podría estar expuesto a plásticos o productos químicos asociados a los plásticos", afirmó Tamara Galloway, una eco-toxicóloga de la Universidad de Exeter, en Reino Unido. "La vía principal sería a través de la comida o el agua", agregó.­

Y es que si las fibras sintéticas están en el agua de la canilla, también están en los alimentos: panes y masas, pastas, sopas y leche de fórmula para bebés.­

Reducir la contaminación del plástico es un desafío de una magnitud similar a la del cambio climático, según ponen de manifiesto los autores del estudio.­

"Las fábricas del mundo producen más de 300 millones de toneladas de plástico cada año. Más del 40 por ciento de ese plástico -contenedores, bolsas plásticas, pajitas- es usado una vez para luego ser desechado. Pero el plástico se niega a desaparecer. El frágil tenedor que usamos en el almuerzo puede romperse pero, a falta de fuego, no será destruido. Mientras el hierro y el acero se convierten en óxido, la única concesión del plástico es fragmentarse en trozos cada vez más pequeños de sí mismo hasta alcanzar un tamaño microscópico, un contaminante que persistirá durante miles de años", enfatizan.­

Los científicos estiman que billones de piezas de plástico están bloqueadas en el casco polar ártico que se está derritiendo, y que un billón más flota en la superficie del océano.­

Un estudio realizado en 2015 encontró plástico en los intestinos del 28 por ciento de los peces en un mercado indonesio. En California, el 25 por ciento de los peces y el 33 por ciento de los moluscos incluidos en la muestra contenían plástico.­

El agua dulce también está plagada, tanto con artículos de desecho más grandes como con microplásticos -pequeños fragmentos y fibras sintéticas retorcidas-.­

"Los investigadores temen que las partículas de plástico en los mariscos puedan contribuir a las enfermedades humanas al liberar las toxinas absorbidas por el agua contaminada y al secretar sus propios ingredientes químicos", prosiguen.­

En cuanto a cómo llegan al agua potable las fibras de plástico, expertos de la Universidad de Plymouth hallaron que las prendas sintéticas -lana, poliéster, lycra y fibras de acrílico- que se lavan en el lavarropas emiten hasta 700.000 fibras microscópicas de plástico por lavado.­

"En Estados Unidos, las plantas depuradoras de aguas residuales capturan más de la mitad de ellas, pero el resto se vierte a los canales públicos de agua y, de ahí, se cree que pasa al agua potable que se suministra luego a los hogares", detallan.­

Otra fuente podría ser el aire. Un estudio realizado en 2015 estimó que entre 3 y 10 toneladas de fibras sintéticas caen sobre la superficie de París cada año. "Lo que observamos en París tiende a demostrar que una gran cantidad de fibras están presentes en las precipitaciones atmosféricas", confirmó a Orb Media el investigador Johnny Gasperi, investigador de la Universidad Paris-Est Créteil, quien especuló que tal vez esta contaminación se de por "la abrasión de la ropa durante el día", es decir por el desgaste normal.­

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ENFRENTAR EL PROBLEMA­

Mientras que los científicos se enfocan en el trabajo metódico de descubrir los riesgos para la salud debido a la contaminación por plásticos microscópicos, otros trabajan para obstruir el flujo del plástico hacia el ambiente y nuestro organismo, explican los autores del informe.­

En ese sentido, una de las soluciones podría implementarse en las plantas que depuran las aguas residuales. "Ralentizar el proceso de tratamiento permitiría a las instalaciones capturar más fibras de plástico", explica Kartik Chandran, ingeniero medioambiental de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), aunque reconoce que esto también aumentaría los costos.­

"A más largo plazo, el reto consistiría en producir sustancias con las cualidades de los plásticos actuales pero más seguras para la salud, como podrían ser los bioplásticos, polímeros hechos de fuentes como el almidón de maíz y la raíz de tapioca", proponen.­

Además, instalar en lavarropas y secarropas filtros más eficaces para retener este tipo de contaminación también podrían ser medidas a tener en cuenta.­

Respecto de los consejos para implementar a nivel personal, los investigadores sugieren:­

* Evitar el uso de bolsas plásticas.­

* No utilizar pajitas, ya que están entre las piezas más comunes de contaminación marina. Son uno de los objetos más desechables de la tierra, que dura por siglos en vertederos y el medioambiente.­

* Reducir el uso de prendas de fibras sintéticas y usar ciclos de lavado suaves para este tipo de ropa con el objetivo de disminuir la abrasión que provoca la ruptura de las fibras.­

* Utilizar botellas de vidrio o reutilizables.­

* Reducir el uso del auto dado que el polvo de plástico de los neumáticos llega a las corrientes de agua. Se trata de una de las principales fuentes de contaminación por microplásticos en el océano.­

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¿Y EN LA ARGENTINA?­

En nuestro país, el Código Alimentario Argentino (CAA) fija las especificaciones del agua potable y también las de `agua de bebida envasada', `agua mineral' y `agua mineralizada'.­

En el artículo 982, el CAA define el agua potable como aquella "apta para la alimentación y uso doméstico: no deberá contener substancias o cuerpos extraños de origen biológico, orgánico, inorgánico o radiactivo en tenores tales que la hagan peligrosa para la salud. Deberá presentar sabor agradable y ser prácticamente incolora, inodora, límpida y transparente". Además, se estipulan las características físicas, químicas y microbiológicas que debe cumplir.­

Sin embargo, según señala el doctor Fernando Cardini en el informe `Derecho al agua segura', elaborado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina y el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina (UCA), "las aguas para consumo, para la fabricación de bebidas y para el procesado de alimentos, están hoy expuestas a una serie de contaminantes químicos y microbiológicos que hacen necesario estudios de análisis de riesgo para el control y prevención de numerosas afecciones que en muchos casos pueden ser mortales".­

"Puntualmente, desde el punto de vista toxicológico en nuestro país nos preocupan temas como el contenido de arsénico y de sales de nitrato en aguas de pozo que se utilizan para beber o producir alimentos. Otra inquietud que siempre ha sido motivo de análisis es el riesgo que implican los subproductos que pueden llegar a formarse cuando se utilizan compuestos clorados u ozono para la potabilización del agua", añade el experto en toxicología.­

Cardini apunta que el cloro como desinfectante puede llegar a producir subproductos no deseados dependiendo de la fuente de agua que se utilice en el proceso y alguno de estos subproductos hoy son reconocidos como altamente tóxicos.­

"Existen numerosos trabajos de investigación que señalan que el consumo prolongado de agua potable con cloro es el responsable del 9% de todos los cánceres de vejiga, del 15% de cáncer de recto; e incluso la causa básica de arterioesclerosis y de un alto porcentaje de los ataques cardíacos o de apoplejía en la población que la consume", subraya.­

No obstante, matiza al concluir que los subproductos tóxicos producidos por el uso de desinfectantes es un "mal menor" frente al riesgo de enfrentarnos a una contaminación microbiológica patógena. Además, considera que siempre está la posibilidad de un tratamiento previo al consumo del agua así potabilizada, que elimine parcial o totalmente estos productos como es el uso de carbón activado, sistemas de ósmosis inversa y tratamiento por resinas de intercambio, entre otros.­

"En pocos años más el agua será aún más escasa y probablemente más contaminada", vaticina el especialista, quien enfatiza: "Nos cabe a los profesionales de la salud el gran desafío de prevenir, investigar, evaluar los riesgos, regular y educar a la población sobre los cuidados, el manipuleo y uso del agua, para asegurar la inocuidad de las bebidas y alimentos que de ella derivan".­