MIRADOR POLITICO

Expansión e identidad

Las PASO registraron dos hechos nuevos: una onda expansiva de Cambiemos por todo el país y su consagración como "marca" política.

La expansión fue a partir de la Ciudad de Buenos Aires y llegó hasta las fronteras: Jujuy, Neuquén, Santa Cruz y la Mesopotamia. La dirigencia peronista y radical calificaba despectivamente hasta hace poco al macrismo como un "partido distrital", sólo porteño y de clases urbanas acomodadas. Tendrá que revisar ese diagnóstico, porque está claro que también lo vota el pobrerío de distintos lugares del país.

El macrismo ganó o estuvo muy cerca en los cinco distritos principales, CABA, Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Santa Fe, y se impuso claramente en siete provincias "chicas", donde los aparatos políticos estaban en su contra con la sola excepción de Jujuy. Se fue extendiendo del centro a la periferia como el alfonsinismo en el período 1983/85. La Ciudad de Buenos Aires mostró el camino y en dos años el partido penetró hasta en lugares considerados feudales como San Luis.

Este proceso no hubiera sido posible sin un fenómeno identitario simultáneo que se consolidó desde la llegada de Mauricio Macri al poder. Su prédica de tono evangelista, hecha de actitud positiva, de confianza en el espíritu de empresa y de progreso a través del esfuerzo propio se convirtió en la marca registrada de Cambiemos. Su bandera es el famoso "sí se puede" que millones de empleados públicos, punteros, políticos y todo tipo de gente que vive del Estado miraba con sorna. Es hora de que empiecen a mirarla con preocupación si la economía sigue mejorando.

Los dos fenómenos nuevos ponen en evidencia que el éxito o el fracaso del macrismo no depende de las décimas de más o de menos que lo separen en Buenos Aires de Cristina Fernández, sino en gran medida de que su identidad se consolide. De que Cambiemos se convierta en símbolo de futuro y superación de la decadencia, así como la UCR hoy representa al republicanismo y el PJ, a las políticas populistas.

El haber ganado una elección en pleno ajuste y sólo agitando expectativas de un futuro mejor debería llevar a reformular sus análisis a la vieja clase política que considera a la dirigencia de Cambiemos una banda de boy scouts. También debería llamarles la atención que no superaron las PASO los precandidatos de izquierda que prometían 25 mil pesos de sueldo por 6 horas de trabajo. Dicho en otros términos, a la dirigencia "tradicional" no le cree nadie. Después de más de una década de populismo K que sembró miseria y corrupción el discurso demagógico cotiza a la baja.

Por último, la identidad que quiere moldear Cambiemos está personificada. La lucha contra la corrupción tiene los rostros de Carrió y Ocaña. La gestión tiene el de Macri y la sensibilidad social, el de Vidal. Este es el proceso que debería detectar la oposición peronista y "progre". Continuar repitiendo que Macri gobierna para los ricos o hacer denuncias como la de los Panamá Papers o la de Arribas no los va a llevar a ningún lado. Esas balas por ahora no le entran a Macri que está terminando de carretear y que va a ser muy difícil de bajar si remonta vuelo en octubre.