Microrrelatos que despiertan asombro

El estereoscopio de los solitarios

Por J. Rodolfo Wilcock.
La Bestia Equilátera. 198 páginas

En la reedición de antiguos textos sumidos en el olvido se esconde la noble tarea de redescubrir autores. El tiempo, ya se sabe, es implacable. Tampoco perdonó a J. Rodolfo Wilcock, un ingeniero civil que cambió su piel por la del escritor, hace ya demasiados años, y que alumbró una obra tan singular como desconocida por estas tierras.

Cuando falleció, en 1978, había logrado una producción literaria que llamó la atención en Italia, su lugar de residencia, y en algunas otras plazas europeas. En la Argentina, en cambio, los libros de Wilcock despertaban cierta sospecha, eran mirados con suspicacia.

En 1972 publicó El estereoscopio de los solitarios, una creación que tiene mucho de literatura experimental. Se trata de microrrelatos, textos con una buena dosis de ironía y un marcado perfil descriptivo de situaciones que, por la extensión misma del relato, nunca llegan a ninguna parte. Pero, igualmente, dejan algo flotando, un puñado de sensaciones, alguna que otra reflexión.

El propio Wilcok definió a esta obra como "una novela con 70 personajes principales que no se encuentran jamás". Así de simple. Su pluma, casi desdeñada en la Argentina, incursionó con notable éxito en otros géneros literarios tales como la poesía y el teatro.

Desde su tapa psicodélica y sus setenta narraciones alucinadas El estereoscopio... produce algo que supera la sorpresa: genera asombro. Sus personajes diversos, hombres, animales, criaturas fantásticas, asoman a la luz con la brevedad misma de un instante. Y en ese momento viven una experiencia única o, tal vez, simplemente una anécdota pueril. Se trata, en definitiva, de talento al servicio de la creatividad, esa combinación tantas veces buscada y que, en general, resulta por demás esquiva.