Maestros Rurales: un trabajo pura vocación

Viviendo muchas veces en lugares de difícil acceso y alejados de sus familias estos docentes realizan una tarea que es ejemplar.

Allí, arriba de un monte, cerca de un río o al pie de una montaña, donde todo parece estar lejos se hacen presentes las escuelas rurales. Hasta esos colegios que son también albergue, y referentes culturales y de salud, llegan los chicos que caminan varios kilómetros para estudiar y encontrarse con sus maestros, quienes muchas veces en solitario realizan la tarea de enseñar.

Daniel Choquis es uno de estos "héroes anónimos". Está al frente de la escuela 213 Cacique Martin Iquin de Quilmes, en la zona de Sierras del Cajón, en Tucumán, a 200 kilómetros de la capital provincial.

Cuenta el docente, que lleva 5 años como director y 20 años como maestro, que en la zona viven unas 50 familias, sobre la ruta 40. "Aquí los chicos son muy dóciles y buenos. Caminan de 1 a 7 kilómetros para llegar".

Dice Choquis que en estas escuelas hay que tener una gran vocación de maestro. "Acá no es solo enseñar sino muchas veces conseguirles el material, proporcionarles las herramientas de estudio y materiales".

"A veces llegan con sus zapatillas rotas, el pantalón rasgado, entonces uno trata de conseguirles ropa. También traen a veces problemas de salud. Llega el médico y después uno les compra la medicación".

El maestro indica que la población de la zona es humilde. "Algunos viven de planes sociales, luego hay obreros, gente que hace y vende artesanías, productos regionales. Otros tienen animales, campos donde pueden tener alguna pequeña producción y vender sus recursos".

En esta escuela rodeada de hermosos paisajes hay 84 chicos reciben desayuno, almuerzo y cena, y 15 de ellos, que vienen de casas distantes, duermen en la escuela de lunes a viernes.

"Me acompañan 2 docentes para nenas y varones y así vamos pasando la semana", expresa Choquis.

Los alumnos se agrupan por grados. Quince chicos cursan el inicial, 40 chicos se dividen entre primero y segundo grado, y entre tercero y cuarto. Y luego está la escuela secundaria que llega hasta cuarto año. "Desde 2007 los chicos continúan y pueden obtener su bachillerato en turismo", agrega Choquis.

Los fines de semana Choquis vuelve a Los Zazos, un pequeño pueblo donde está su familia a 35 kilómetros, y donde aprovecha para comprar lo que necesita para la escuela. "Uno siempre está pendiente. Compro los alimentos, pan, carne y artículos de limpieza. Busco que a los chicos no les falte nada. Y también para estar con la familia, los amigos".

El maestro indica que los chicos de la pequeña escuela que dirige son "tímidos, les cuesta expresarse, a veces les da miedo hablar. Por eso trabajamos mucho la autoestima".

Aunque reciben ayuda desde la Provincia, y también de fundaciones, como Ruta 40, quienes los ayudan con gente que ayuda en capacitación y a juntar conseguir cosas que necesitan, aún tienen necesidades.

"Nos vendrían bien guardapolvos, útiles escolares, abrigos, colchones para las camas del albergue", dice Choquis. También pide elementos para calefacción, una TV y reproductor de DVD que no tiene la escuela, vajilla. La escuela tampoco cuenta actualmente con internet.

A pesar de las dificultades, Choquis se enorgullece que sus alumnos tuvieron una muy buenas notas en el operativo Aprender que encaró el gobierno nacional. "Aquí los chicos aprenden sobre cuestiones agropecuarias, pero también de todo: hacen música, educación física, tienen religión. Realmente estudian bien". Gracias a un aporte privado cuentan hoy con una biblioteca.

Choquis dice que esta vida de sacrificio y docencia 24 horas lo hace de "corazón. Uno sabe que se sacrifica pero se gratifica que es por el bien de los chicos. Es lindo saber que hay chicos que empiezan con 3 años y pasan 15 años en la escuela, aprendiendo, quedando en la zona donde nacieron".

EN LA MONTAÑA

No es fácil comunicarse con Virginia Mamani por teléfono, cuesta conectar con su celular. Va cayendo la noche y la docente ya está sola con su pequeña hija de un año y medio Indiana, arriba en la montaña, en la zona de Talapazo, Tucumán, un pequeño poblado en los valles calchaquíes.

Ocurre que Virginia ocupa un cargo unidocente en la escuela 37, es decir que pasa sus jornadas de lunes a viernes atendiendo a sus alumnos sola, salvo lunes, martes y jueves cuando llegan los maestros especiales.

"Doy clases, cocino y limpio en la escuela", cuenta la docente, quien puede reencontrarse con su familia los viernes por la tarde. "Vuelvo a Tucumán y el lunes ya estoy de vuelta en la escuela".

En este momento la escuela rural cuenta con solo 3 alumnos. "Antes había dos más pero cómo no había trabajo sus familias fueron a probar suerte a Córdoba. Sin embargo allí las cosas no anduvieron tampoco y ahora están volviendo".

La maestra cuenta que la gente de la zona vive de la cría de cabras, cosecha de árboles frutales y nueces. "Hacen dulces de higo, membrillo. Aunque esta última temporada no hubo lluvias y no fue buena la producción".

Mamani indica que lleva 3 años en el cargo. "Antes tenía dos cargos en la ciudad de Tucumán, en zonas de alta vulnerabilidad. Pero se terminaba uno de los cargos y con uno solo no me alcanzaba. Entonces surgió esta posibilidad y me presenté".

"Yo ya tenía los hijos grandes, pero quedé embarazada", dice la maestra. Mamani tiene un hijo de 20 años que está en el ejército en Santa Cruz y una hija de 18 que está estudiando. Y ahora llegó Indiana, de 1 año y 4 meses.

La mujer expresa que cuenta con la gran ayuda de su marido para hacer las compras en el fin de semana en Tucumán. "Hay que comprar carne y verdura, para el desayuno, el almuerzo. Los chicos vienen de varias cuadras y a veces cuando yo tengo que irme se llevan para comer en su casa".

Mamani cuenta que la escuela está sobre un terreno irregular, con grandes piedras y cardones. "El viento es fuerte y hace poco dejó la escuela sin luz dos días".

Dice que cuando llegó el edificio que funciona como albergue estaba muy deteriorado. "Al principio dormía en la escuela pero no estaba acondicionada para esto. De a poco se fue arreglando y ahora con mi hija tenemos nuestro espacio". La educadora menciona que ahora que el frío se hace notar, la calefacción no es la mejor.

Señala Mamani que con la ayuda de la Fundación Ruta 40 cuentan con una pizarra digital, cañon y material de lectura. La docente expresa que se fue acostumbrando a la soledad de la noche. "A veces da un poco de miedo el viento que es fuerte. También se escucha a los zorros a la noche, pero uno se acostumbra".

La maestra opina que el trabajo con los chicos en estas comarcas solitarias es distinto al de las grandes ciudades. "En las ciudades los chicos traen más problemas de conductas, adicciones. Aquí son más inocentes, callados. Les gusta quedarse en la escuela, mirar un poco de televisión, son muy buenos. Aquí no hay peligros, la gente deja sus cosas afueras, las puertas sin cerradura"

En lugares como estos, la escuela pasa a ser "el centro cultural de la zona. Se hacen actos, se reúne la comunidad", expresa la docente, quien indica que la población suele ser de gente grande.

"Esto hizo que bajara la matrícula de chicos, pero ahora están llegando nuevas familias así que pronto vamos a tener seguramente más alumnos", sostiene la maestra.

La escuela funciona en tiempo invernal de 9 a 13 y en los meses cuando sube la temperatura de 8 a 14 y 30. Allí reciben desayuno y almuerzo. La responsable del colegio señala que necesitan ropa para los chicos y alimentos no perecederos.

Mamani indica que de a poco además, la zona se está volviendo turística. "Eso es un empuje para la gente, y para que la escuela siga creciendo".