Malvinas: La tragedia del ARA General Belgrano

El contraalmirante (R) Carlos Castro Madero, sobrevivió al hundimiento del Crucero. Hoy reafirma que sigue siendo una de las situaciones más dramáticas de su vida y no olvida rendir homenaje a los marinos que murieron y a sus familiares.

 

El hundimiento del crucero ARA General Belgrano fue, sin lugar a dudas, uno de los hechos más dramáticos de la guerra. Murieron 323 marinos de los 1.093 que llevaba a bordo. El cotraalmirante (R) Carlos Castro Madero, en 1982, tenía 24 años y con el grado de Teniente de Corbeta fue destinado al crucero "Belgrano" estando a su cargo la batería de 40 mm y después la de 5 pulgadas. En diálogo con La Prensa, recordó que el 2 de abril se enteró de la recuperación de las Malvinas estando en Puerto Belgrano, donde el buque se encontraba en reparación. Tras un intenso adiestramiento y un alistamiento en tiempo record el ARA General Belgrano zarpó rumbo al sur el 16 de abril de 1982.

- ¿Cuál fue la misión del Crucero Belgrano?
- Se conformó un grupo de tareas con el Crucero y dos destructores, el Bouchard y el Piedrabuena, con dirección al sur y con la misión de neutralizar o destruir cualquier flota enemiga, sobretodo pensando que podían venir buques desde el oeste del pacifico. Y también generarle al enemigo incertidumbre.
- ¿Ustedes respetaron la zona de exclusión?
- Nosotros estábamos fuera de la zona de exclusión. Era una figura que la teníamos en cuenta pero el teatro de operaciones era todo el océano. Así que estábamos preparados para entrar en combate en cualquier zona geográfica. Si bien la flota inglesa nos superaba en cantidad de buques como en calidad, estábamos convencidos que le podíamos hacer frente en lo que es la parte de superficie y también como defensa aérea. Lo que si sabíamos que contra los submarinos nucleares británicos no había forma de enfrentarnos.
- ¿Cómo vivió las horas previas al ataque?
- Una de los objetivos claros que teníamos era tratar de sacar de servicio a uno de los dos portaaviones británicos: el Hermes o el Invencible. El 1º de mayo se detectó un grupo de tareas británico, por lo cual se organizó la operación de ataque para las 2 de la madrugada del 2 de Mayo. Pero las condiciones meteorológicas no lo permitieron y se nos mandó a una zona de espera y de las posiciones en puestos de combate se pasó a la guardia normal. Ese 2 de Mayo, yo terminé mi guardia a las 8 de la mañana, luego almorcé y me fui a descansar porque tenía que tomar guardia a las 20. Estaba en el camarote descansando cuando a las 16 me despertó una explosión...era el ataque del submarino nuclear británico Conqueror que nos tiró tres torpedos. Uno pegó en la proa, muy cerca de mi camarote. El segundo fue el que produjo la mayor cantidad de víctimas porque pegó en el medio del buque, donde están todos los dormitorios, la dotación y la sala de máquinas. Y el tercero se desvío y no impactó.
-¿Qué imágenes recuerda de la tragedia?
- Apenas nos despertamos -yo estaba con mi compañero el hoy vicealmirante Alvaro González Lonzieme- saltamos y corrimos hacia cubierta donde vimos mucha gente. Yo siempre recuerdo la figura del comandante Bonzo con el megáfono en la mano -porque no había energía eléctrica por la explosión- dando instrucciones, brindando aliento y ordenándonos que vayamos a nuestro puesto de abandono. El buque ya estaba escorado 30 grados, se notaba que estaba en el final de su vida. Cuando Bonzo recibió el informe que no había forma de salvarlo dio la orden que ningún comandante quiere dar: "Abandonar el buque". Entonces todo el mundo concurrió a sus puestos, de manera muy rápida y eficiente. Hoy, 35 años después, recordar esto me produce dos sentimientos: uno de tristeza porque uno recuerda los muertos y por otra parte orgullo por la actitud de la gente, su disciplina y valentía. Lo que prevaleció fue el espíritu solidario con el camarada en dificultades.

EL PERIPLO DE LA BALSA
Castro Madero estuvo a cargo de 20 hombres, entre conscriptos y suboficiales, en la dramática misión de abandonar el buque. Tras saltar al agua se subieron a una primera balsa que terminó reventada al contacto con los hierros retorcidos de la proa del Crucero. Debieron nadar en el agua helada, 4 grados y un frío muy fuerte, hasta otra balsa que ya contaba con tres tripulantes. Ya en la balsa que le salvaría la vida, y tras rescatar a otro tripulante que estaba boca abajo sobre una gran mancha de petroleo, Castro Madero recuerda: "Los últimos instantes del Crucero es una de las situaciones más traumáticas que me ha tocado vivir. Yo miraba el buque que estaba totalmente escorado, ya se había puesto prácticamente a 90 grados, y pude ver al comandante Bonzo -el último en abandonar el Belgrano- lanzarse al agua una vez que se cercioró que no quedaba nadie a bordo. Un ejemplo de actitud que lo enaltece como persona y como líder. Además, sentí que cuando se hundiera el Crucero iba a succionar a todas las balsas. Pero en su último acto, como un noble guerrero, levantó la proa y en vez de succionar largó una ola grande que alejó a todas la balsas. Lo único que se escuchó desde todas las balsas fue ¡Viva la Patria! ¡Viva el Crucero Belgrano!", rememoró emocionado.
- ¿Cuánto tiempo permanecieron en el mar?
- El buque se hundió 16.45 y nosotros estuvimos 32 horas en la balsa hasta que nos rescataron. Enseguida asumí la conducción de la balsa, por ser el más antiguo, y recuerdo que dije: "Bueno muchachos, ahora depende de nosotros, todos somos un equipo, así que nadie entre en pánico, fuerza y quédense tranquilos que seguramente se va a montar una operación de rescate". Eso fue lo que les decía...lo que yo pensaba era ¡estamos en el horno!. Porque sabía que en la situación en que estábamos era imposible llegar a tierra y por otro lado pensaba que si venían a rescatarnos el submarino británico podía atacar de vuelta e iba a haber más hundimientos.
- ¿Cómo fueron esas horas a la deriva?
- La gente se comportó de manera impecable. En un momento tuve miedo que se de vuelta la balsa por el temporal que duró toda la noche. Por suerte, empezó a calmar en la madrugada del otro día, el 3 de Mayo. Estábamos mojados, más el frío... se sufría, pero el calor humano lo hacía más soportable. Taníamos raciones y botellas de agua. Charlábamos y hasta alguno hacia alguna broma. Con la radio que teníamos pudimos transmitir nuestra ubicación pero después la comunicación se cortó. Afuera no se veía ninguna balsa, porque si bien al principio estábamos atados por el fuerte temporal decidimos desatarnos. Fue recién al mediodía cuando escuchamos el ruido de un avión Neptune que estaba realizando la tarea de búsqueda. Quiero destacar su labor, ya que sus tripulantes, después nos enteramos, llegando al límite de combustible y arriesgando sus vidas lograron ubicar la primera balsa, dando comienzo a la operación de rescate más exitosa de la historia naval. Levantaron alrededor de 790 sobrevivientes.
- ¿Cuándo tuvo certeza de que podían sobrevivir?
- Recién a las 4 o 5 de la tarde cuando vimos un destructor que pasaba. Ahí la tranquilidad que la operación de rescate estaba cerca. El tema es que nos vieran a nosotros. Cayó la oscuridad y empezó otra vez la tormenta. En un momento decidí tirar las bengalas y vimos unas luces que paraban...y después el alivio cuando ratificamos que se acercaban. Ahí se desató la alegría de todos y los gritos de ¡Ahí viene!!!. Y más cuando yo confirmé: Señores: !!nos vienen a rescatar!!. Era el Gurruchaga. Cuando se acercó, nos pidieron que rompamos el techo así que entró agua permanentemente. Nos tiraron amarras y empezaron a subir uno por uno por las redes que habían puesto para trepar a la cubierta.
- ¿Cuánto duró el rescate?
- Unos 40 minutos. Yo me quede último y fue ahí donde inflé mi salvavidas. Cuando salté hacia las redes, mis piernas no me respondieron, y caí al agua. Nunca sentí una sensación de frío tan intenso, se me entumeció todo el cuerpo y tuve la sensación que me moría porque el corazón no iba a resistir. Me acuerdo que pude razonar y pensé pobres mis padres cuando se enteren que me morí al lado del buque de rescate, no van a tener consuelo, razonaba. También pensé mucho en mi novia. Pero luego reflexioné: "Bueno Carlos, que mejor manera de morir que hacerlo por la patria". Y estaba en esos raciocinios cuando ¡plum! un salvavidas me cae al lado. Después de varios intentos, los brazos ya tampoco me respondían, logré como pude usar las piernas y ahí me subieron al buque. Estaba congelado. Serían las 22 y ahí terminó la odisea. Llegamos el 4 a Ushuaia y de ahí en avión rumbo a Puerto Belgrano.

BALANCE Y HOMENAJE
Mientras Castro Madero transitaba por estas situaciones límites, en su casa las cosas iban peor. Su padre, almirante, cuando se enteró del hundimiento se trasladó a la sede de la Armada para obtener datos y le informaron que no había sobrevivientes. Entonces, reunió a su familia y les dijo que Carlos había muerto por la patria. Pese a la incredulidad de su madre, la familia estuvo de luto hasta la confirmación que era uno de los sobrevivientes.
Treinta y cinco años después, a manera de balance, afirma con honra que "los 323 marinos argentinos siguen estando hoy en el puente de guardia del crucero Belgrano y nos recuerdan todos los días que las Malvinas fueron, son y serán argentinas y es el deber de todos trabajar para lograr ese objetivo. Mi homenaje es también para los familiares, porque ellos todos los días sufren la ausencia de un ser querido. Todos los días debemos demostrar el agradecimiento y hacerles sentir que su muerte no ha sido en vano y que ellos están en el recuerdo de todos los argentinos".