Epilepsia: el 70% puede controlar las crisis

Así como todos deberíamos saber reanimación cardiopulmonar (RCP), todos deberíamos saber qué es la epilepsia y cómo reaccionar ante una crisis. Esa es la única forma de romper el tabú y perder el temor que existe alrededor de esta enfermedad.

La epilepsia es una patología crónica caracterizada por la presencia de crisis convulsivas recurrentes, que puede comenzar en cualquier momento de la vida, pero con mayor frecuencia en la infancia y en la tercera edad. Sus causas pueden ser diversas, como lesiones cerebrales o, simplemente, predisposición genética.

La epilepsia es una patología neurológica y es más frecuente de lo que se cree. De acuerdo a estudios epidemiológicos realizados en países desarrollados, 5 a 10 cada 1.000 personas padecen epilepsia activa, lo que se denomina prevalencia de la enfermedad. 

La incidencia es lo que hace referencia en epidemiología a la aparición de nuevos casos en un período de tiempo y esto es del 40 al 70 por 100.000 habitantes. Además, se estima que un 10% de la población sufrirá alguna convulsión a lo largo de su vida.

Las crisis epilépticas son episodios de alteración de la actividad eléctrica del cerebro que se manifiestan clínicamente por alteración en la conciencia o por aparición de sintomatología motora, sensitiva o conductual. Las causas son múltiples y van desde la genética, hasta un ACV o una lesión cerebral por trauma. La mayoría de las convulsiones duran de 30 segundos a 2 minutos y no causan daños duraderos. Sin embargo, si las mismas acontecen por más de 5 minutos o si una persona tiene muchas convulsiones y no se despierta entre éstas, se trata de una urgencia médica.

Los síntomas varían de una persona a otra y el tipo de convulsión o crisis epiléptica depende de la parte del cerebro afectada. Algunas personas pueden tener simples episodios de ausencias, mientras otras tienen pérdida del conocimiento y temblores violentos. De ahí la importancia del diagnóstico que es clínico y se basa en el interrogatorio. Para conocer las causas se investigan antecedentes familiares y personales y lo ocurrido antes, durante y después de la crisis. Además, el médico puede solicitar análisis de sangre y orina, un electroencefalograma (EEG) y estudios por imágenes del cerebro como resonancias o tomografías.

BUEN PRONOSTICO

La importancia de un diagnóstico de certeza radica en que, una vez establecido y comenzado el tratamiento con la medicación apropiada, alrededor del 70% de los pacientes deja de tener crisis. Esto hace que las personas puedan desarrollar sus actividades cotidianas en forma habitual, salvo algunas excepciones. 

Si bien en los últimos años ha mejorado el diagnóstico de la epilepsia, aún existe la problemática del subdiagnóstico y el sobrediagnóstico. 

El subdiagnóstico se da comúnmente en muchos pacientes que padecen epilepsia sin embargo sus síntomas no son tratados como tales. Esto pasa, por ejemplo, en una forma de epilepsia que se llama "mioclónica juvenil" y se presenta con sacudidas, principalmente al despertar. El o la joven pueden tener esas sacudidas y no darle importancia hasta que hace la convulsión generalizada. Esa convulsión representa la propagación de las pequeñas crisis que estaba teniendo a diario.

También hay otros síntomas que los médicos pueden interpretar como trastornos psiquiátricos, por ejemplo los episodios de "déja vu" pero que, de ser frecuentes, pueden significar presencia de enfermedad epiléptica.

En cuanto a la problemática del sobrediagnóstico, muchos médicos suelen interpretar los eventos atípicos como crisis de epilepsia. Esto sumado también al error en la interpretación de los exámenes complementarios, en especial del EEG.

Sin embargo, no todo paciente que tiene una crisis o episodio de pérdida súbita del conocimiento padece epilepsia. Los diagnósticos diferenciales de todo evento paroxístico incluyen el síncope, la migraña, los accidentes cerebrovasculares transitorios, movimientos anormales, alteraciones del sueño y desórdenes psicológicos/psiquiátricos que van desde los ataques de pánico hasta las crisis no epilépticas.

En muchas ocasiones estos episodios son clínicamente indistinguibles de los ataques de epilepsia y requieren estudios especializados como la video-electroencefalografía (Video-EEG) para su diagnóstico.

El tratamiento para la epilepsia es el farmacológico. Los medicamentos para prevenir las convulsiones, llamados antiepilépticos, tienen la capacidad de reducir el número de crisis futuras. En situaciones particulares puede involucrar cirugía y, en algunos casos, una dieta especial. 

La cirugía para extirpar las células cerebrales anormales que causan las convulsiones puede ser útil para algunos pacientes. Se puede recomendar la cirugía para colocar un estimulador del nervio vago, que es similar a un marcapasos cardíaco y puede ayudar a reducir el número de convulsiones.

Dr. Damián Consalvo
Médico neurólogo a cargo del área de epilepsia en el Instituto de Neurología y Neurocirugía del Sanatorio de Los Arcos. Vicepresidente de la Liga Argentina Contra la Epilepsia (M.N. 80.223)