Apuntes sobre el oficio literario

De qué hablo cuando hablo de escribir

Por Haruki Murakami
Tusquets. 304 páginas

Hay que llegar hasta el epílogo de este libro para descubrir que su tono oral y ligero, como de conferencia, fue buscado y no ha sido el fruto del típico truco editorial de rescatar papeles sueltos de un autor consagrado para convertirlos en un volumen de presuntas confesiones literarias.

El tono está logrado pero las confesiones no abundan. O al menos no revelan tantos secretos valiosos del oficio. Haruki Murakami se nos presenta aquí como un escritor tardío, que encontró su vocación gracias a una "epifanía" mientras miraba un partido de béisbol en abril de 1978, cuando orillaba los 29 años. Asegura que abrazó las letras "empujado por las circunstancias". Y que luego de un comienzo lento e inseguro, en el que se le ocurrió redactar en inglés el borrador inicial de su primera novela para dar con un estilo "neutro y dinámico", nunca padeció de una sequía de temas o de historias. Ello fue así por la sencilla razón de que cuando no quiere escribir, no escribe. "Si escribo -explica luego- es gracias a algún tipo de fuerza que me ha sido otorgada".

Murakami se considera en esencia un escritor de novelas largas. Lo define como un trabajo lento, "de marchas cortas", a una velocidad que es "sólo un poco superior a la de caminar e inferior a la de ir en bicicleta". Esa metáfora deportiva no es la única que adorna el libro. De hecho la vinculación entre deporte y literatura es uno de los datos más curiosos en la vida de este escritor apasionado por correr. Varios apartados los dedica a subrayar la importancia que tiene el ejercicio físico en quien se dedica a escribir. La escritura, aclara, requiere de una fuerza física paralela a la fuerza espiritual, y la combinación de ambas es la que sostiene la exigente actividad mental del autor embarcado en una novela de cientos de páginas.

A pesar del tono relajado de las confesiones, y del origen casi fortuito que ve en su vocación, Murakami, como tantos de sus colegas, recalca el papel fundamental que tiene la disciplina en el ejercicio de las letras. La persistencia (trabajar hasta cinco horas todos los días) es crucial, junto con la sobriedad y la monotonía de una vida sin grandes altibajos, aburrida, que permita cumplir con el más solitario de los oficios.

"Hay que escribir una novela para comprender verdaderamente la dimensión de la soledad -destaca-. A veces tengo la impresión de estar sentado en lo más profundo de una cueva. Nadie va a venir a ayudarme, nadie me va a dar una palmadita de ánimo en la espalda ni me va a decir lo bien que he trabajado hoy...Es la carga que cada uno debe soportar en soledad y en silencio".