Al celebrarse el martes el Día de las Escuelas de Frontera, La Prensa dialogó con docentes que con gran dedicación cumplen esta tarea

Maestros que enseñan en los límites del país

Juan Carlos Morinigo, supervisor de escuelas en Misiones habla de cómo lo enriquece el contacto con comunidades de colegios de etnias guaraníes. El vicedirector René Gaspar cuenta su experiencia en una escuela en La Quiaca.

Juan Carlos Morinigo vive en la Argentina pero cuenta que cuando mira por la ventana de su casa, puede divisar ahí, a pocos metros, casi en sus narices, el mercado y algunos negocios de Barracón, en Paraná Brasil. Ocurre que vive en Bernardo de Irigoyen, Misiones, la ciudad más oriental del país, allí en el límite con la nación vecina.

Morinigo lleva varias décadas ejerciendo una actividad muy valiosa: es maestro de fronteras. Ha recorrido escuelitas por lugares inhóspitos y alejados, enseñando a chicos de comunidades diversas, muchas veces con grandes necesidades.

El docente comenzó enseñando hace ya 28 años. En la actualidad es supervisor de escuelas de frontera de zona norte en la provincia de Misiones. "En las escuelas de frontera están los maestros de grado y luego se suman los profesores de áreas especiales. Así logramos alcanzar una doble jornada de 8 a 16 donde los chicos reciben desayuno y almuerzo", destaca.

Otra particularidad es el intercambio con docentes de Brasil. "Dos veces a la semana desde la escuela 604 de Bernardo de Irigoyen van docentes argentinos a dar clases de español a una escuela ahí cruzando la frontera y dos maestros de Brasil enseñan portugués en la escuela argentina". Cuenta que es una tarea que tiene su preparación ya que "hay que adaptar contenidos a la currícula del país vecino".

Las escuelas de Frontera en Misiones incluyen a las que están en las "Aldeas", colegios donde concurren chicos de comunidades aborígenes de etnias guaraníes, que cuentan con auxiliares docentes indígenas (ADI), un nexo fundamental para la enseñanza y la comunicación.

DIA DEL NIÑO
Morinigo cuenta que trabajar con estas comunidades fue lo mejor que le pasó desde lo profesional y humano. Y cuenta una anécdota que vivió siendo maestro que nunca olvida.
"Siendo un joven maestro solía juntar ropa para estos chicos, que necesitan, sobre todo en invierno. Y una vez para el día del niño llevé una gran bolsa con juguetes".

"Cuando empecé a sacar los juguetes -continúa- los chicos se abalanzaron sobre mi. Entre ellos llegó empujando una pequeña nena que parecía tenía malos modos. Pensé que era terrible. Sin embargo cuando le di una muñeca la abrazó y se la dio a una compañera. Y así con todas las que fui sacando. Ella se quedó con la última".

El docente señala que como estos ejemplos vio muchos. "Tienen otra forma de ver la vida de la que se aprende mucho. Todo lo comparten, hay una gran solidaridad, siempre están ayudando al otro".

Morinigo expresa que si bien tienen necesidades, practican una forma de vida, un respeto por su cultura ancestral que muchas veces puede confundirse con extrema pobreza.
"Tienen otra cosmovisión del mundo. Uno los ve descalzos y puede pensar que no tienen zapatos, pero ellos necesitan estar en contacto con la tierra, la naturaleza. Lo mismo en la forma de hacer sus casas. Hay toda una rica cultura detrás".

OTROS TIEMPOS
El supervisor señala que cerca de 800 chicos de comunidades aborígenes estudian en estas escuelas de frontera. Luego comenta como ha cambiado la zona con los años.
"Recuerdo cuando estaba en Campo Grande como maestro, el colectivo no llegaba los fines de semana. Uno se quedaba allí entonces, y si quería ir a Eldorado la ciudad más grande que hay cercana demoraba unas 7 u 8 horas de viaje. Hoy ese trayecto se hace en dos horas y media".
El maestro recuerda también que lo único que se podía ver por TV era el canal 12, repetidora de la vieja ATC, y había que mover la antena a cada rato para no perder la señal."Hoy tenemos videocable, internet, podemos comunicarnos más".

El trabajo de Morinigo exige que esté constantemente trasladándose de una aldea a otra, de un colegio más lejano a otro más cercano. Cuenta que para ser maestro en estos lugares hay que tener un forma de ser especial.
"Tiene que aprender a entender otra cultura como pasa con los chicos de las aldeas guaraníes. Los chicos tienen otros momentos, tiene que aprender también sus costumbres. De todas maneras ellos también aprenden español y se dirigen a los maestros en este idioma".

NECESIDADES
Señala el supervisor que necesidades hay varias, pero por suerte llega la comida siempre a tiempo para atender a los chicos y tienen las cosas esenciales. "Lo que si notamos es que hace cada vez más calor en estas zonas. Contar con más ventiladores nos vendría muy bien".
Para el docente ser maestro de frontera genera un sentido especial de pertenencia. "Estamos muy unidos entre los colegas. Hoy si bien tengo un cargo superior siento el respeto de todos los maestros, los directivos".

La relación con los alumnos también es muy especial. "Acá son todas comunidades muy chicas, nos conocemos todos. Uno ve cómo año tras año crecen, mejoran, siente un gran cariño por ellos".
La contención en estas escuelas es muy necesaria. "Pasan muchas horas por día. Aquí se les da desayuno y almuerzo. También aprenden además de las materias clásicas, carpintería, agronomía, música, teatro y folklore".

Incluso en una de estas escuelas de frontera, la 604 B de Bernardo de Yrigoyen los alumnos producen un programa de radio que ya es un clásico en la zona: El duende del Pepirí.


"Los alumnos producen, van dirigiendo el programa, y así aprenden mucho de esta profesión. Gracias a esta experiencia tuvimos varios chicos que luego eligieron de grandes ser locutores o periodistas".
La comunidad de estas escuelas de frontera es variada. "Tenemos hijos de changarines, de docentes, de gente de campo, peones, aduaneros, gendarmes, policías. Se trabaja muy bien, siempre por la inclusión, ayudando a quienes tienen más problemas. Son lugares donde siempre predomina la solidaridad".

 

En la Quiaca, Jujuy, una escuela recibe chicos de la zona y de la vecina Villazón, Bolivia

"Acá el frío golpea fuerte"

Ramón Enrique Gaspar lleva 6 años como vicedirector titular de la escuela número uno General Belgrano ubicada en La Quiaca, Jujuy. Cuenta que se inició en la docencia hace 21 años, y viene de una familia relacionada con la escuela.

"Estudié en San Salvador y luego fui a cubrir un puesto en Puerto Grande. Mi madre siempre fue portera de la escuela de allí, así que durante un tiempo compartimos escuela".
La escuela General Belgrano es una institución importante. Cuenta Gaspar que concurren unos 540 alumnos en jornada completa de primaria y 130 del inicial. Además hay 52 docentes y personal de servicio.

De estos chicos, varios provienen de Villazón, la localidad fronteriza boliviana. "Son hijos de argentinos que viven allá porque van y vienen con mercaderías".

Gaspar cuenta que dentro de la comunidad hay gente de escasos recursos. "Muchos viven de changas"". También cuenta una problemática de muchos de los chicos que vienen de Villazón.


"Algunos se enferman y no es fácil encontrar a la familia, ubicarla, algunos padres hacen tránsito de un lado y otro y no se los ubica así nomás. Tratamos de tomar teléfonos o los llevamos al hospital de acá. O contactamos a algún pariente que vive del lado argentino".
El docente señala que muchos chicos necesitan de contención emocional. "El gran desafío nuestro es sacarlo adelante. Ayudarlos con las tareas, dedicarle más tiempo a ayudarlos. Muchos llegan con poco interés. Estos lugares no son para cualquier docente".
Gaspar agrega que la situación se complica más en invierno. "Hay chicos que no están bien abrigados. Por suerte aquí tenemos la alimentación asegurada y vuelven a sus casas habiendo desayunado y almorzado. En la zona el frío golpea fuerte".
En la escuela trabajan mucho en la capacitación de los maestros. "Tenemos cursos de formación, también escuelas para padres. Nos tenemos que nutrir entre todos, así llevamos una mejor educación adelante".

LEY QUE PROTEGE

El Día de las Escuelas de Frontera fue instituido por medio del Decreto Nº 1531 del Poder Ejecutivo Nacional, en conmemoración del día de aprobación de la ley 19.524, sancionada el 14 de marzo de 1972 para proteger y desarrollar las escuelas en zonas y áreas de frontera.

A lo largo de las extensas fronteras de nuestro país (9.376 kilómetros) existen alrededor de 11.000 escuelitas (contemplando no sólo aquellas ubicadas estrictamente en zonas fronterizas, sino haciendo extensiva la consideración a un área un poco más amplia, incluyendo las llamadas escuelas rurales -que en todos los casos están alejadas de zonas urbanas-).

Estos establecimientos educativos suelen estar en zonas aisladas y de acceso un tanto complicado, y muchos de los alumnos que concurren a ellos deben recorrer enormes distancias, todos los días, para poder acceder a su educación básica.

En general, en las escuelas de frontera los niños están a cargo de un único maestro, y pasan allí todo el día, pues se les brinda además de la educación su alimentación básica, en muchos casos la única que pueden recibir.