Mirador político

Cambio y resistencia

Decía Antonio Gramsci que la crisis consiste exactamente en el hecho de que lo antiguo muere y lo nuevo no puede nacer.

 

Decía Antonio Gramsci que la crisis consiste exactamente en el hecho de que lo antiguo muere y lo nuevo no puede nacer. En alguna medida y guardando las proporciones eso es lo que está ocurriendo con la situación política en el comienzo del año electoral. Más de la mitad de la sociedad votó por el cambio, pero ve que los políticos desalojados de la Casa Rosada amagan con volver.

El Gobierno enfrenta una oposición dividida y sin liderazgo pero que lo combate diariamente desde los espacios de poder que conservó. Lo hace ayudada por problemas económicos todavía irresueltos o resueltos a medias. Paros, movilizaciones, denuncias judiciales, pedidos de juicio político constituyen la forma de materializar una resistencia que encuentra eco en los medios.

Como dijo Máximo Kirchner cuando vio venir la derrota: entregaremos el gobierno, pero no el poder. Es decir, los poderes "de facto": sindicatos, organizaciones piqueteras, grupos empresarios, fiscalías, etcétera. Esta situación ha generado entre quienes votaron por Mauricio Macri la duda sobre si el cambio es en verdad posible.

El peronismo perdió en 2015 no sólo por la parálisis económica. Tampoco por la megacorrupción. Perdió porque la sociedad juzgó que no podía resolver los problemas que él mismo había generado, porque su dirigencia fue rechazada, porque perdió liderazgo social, porque fue percibido como una casta dominante que sólo se preocupa por su propio enriquecimiento desde el aparato del Estado. Toda la mitología de Perón y Evita, toda la enorme maquinaria electoral aceitada con dinero público no le alcanzaron para derrotar a un grupo de aficionados armados de globos amarillos. Esto sucedió porque en términos gramscianos el problema del último gobierno peronista fue el de una crisis de legitimidad, orgánica y generalizada.

La cuestión, entonces, es si los aficionados son capaces de liderar un fuerte cambio político y convertirse en grupo dirigente, algo que sólo estarían en condiciones de hacer si, además de mitigar los problemas más urgentes, logran modificar la mentalidad de la mayoría de los votantes para quienes, después de 70 años de práctica intensa y continuada, el populismo se ha convertido en su segunda naturaleza.

La inflación podrá ser reducida, la actividad mejorada, pero consumir sin producir y que le regalen el gas, la electricidad o el fútbol por TV es algo que muchos argentinos consideran un derecho adquirido. Una "conquista" según el viejo léxico peronista. Por eso no resulta impensable que el esfuerzo del ajuste y de la vuelta a la racionalidad económica termine asfaltando el camino de regreso al PJ.

Gramsci decía que en la crisis, en el interregno entre los viejo y lo nuevo, se producen fenómenos mórbidos, que pueden ser identificados con el fascismo de su época y, en sentido más amplio, con la restauración de los viejos poderes autoritarios y "verticales". Esa morbidez no se sortea abjurando del marketing y pidiendo el regreso a "la política" como propone desde dentro del propio gobierno el peronista Monzó, sino apostando por lo nuevo. Eso es lo que estará en juego en octubre.