Siete días de política

Ofensiva contra el gobierno del peronismo en todas sus variantes

Los peronistas están divididos pero no tanto. Pidieron juicio político a Macri. A la marcha de la CGT se plegó hasta Massa. Los piqueteros volvieron cortar calles y los docentes al paro.

El peronismo que estaba paralizado políticamente resucitó de cara a la campaña electoral. Lo hizo de manera inorgánica, pero simultánea en distintos terrenos y con el objetivo único de desgastar al gobierno y derrotarlo en octubre.

Por un lado el kirchnerismo más obediente a CFK mantuvo la presión en el Congreso por el Correo. Convocó al ministro Aguad que dio en comisión unas explicaciones pobres, pero sin mayores sobresaltos. Al día siguiente, sin embargo, un grupo de diputados ultra K, acompañados por el presidente del partido Justicialista, José Luis Gioja, presentaron un pedido de juicio político al presidente. El efecto en la opinión pública fue nulo en la práctica, aunque eso no disminuye la gravedad institucional de la jugada.

La idea del juicio político consiste en mantener abierta una polémica que forma parte de la tercera ofensiva peronista centrada en denuncias de corrupción. La primera apuntó a imponer la idea de que el país estaba inmerso en una "crisis" económica producto del "ajuste". Como, a pesar de la devaluación, la eliminación del "cepo" y la liberación del mercado de cambios no hubo hiperinflación, ni cesación de pagos, ni fuga de divisas, ni problemas en el sistema bancario, ni despidos masivos y las reservas se recompusieron velozmente, hubo que cambiar el enfoque para una segunda ofensiva.

Esa ofensiva se lanzó con la consigna de la "crisis" social y la amenaza de puebladas y saqueos para fin de año. Pero también se diluyó sin consecuencias por dos razones. Una, el altísimo nivel de la pobreza heredada disimuló cualquier señal de empeoramiento. Dos, el gobierno fue liberal con los piqueteros. Mantuvo los "planes" y les aumentó el monto, no redujo el empleo público, extendió la asignación y la tarifa social, con lo que la situación en ese terreno no se distinguió de la que había cuando Macri desembarcó en la Casa Rosada. Tampoco, dicho sea de paso, la situación fiscal que generó un déficit apabullante.

La tercera ola opositora pasó entonces a concentrarse en presuntos hechos de corrupción, lo que con los antecedentes de Báez, López y compañía no deja de resultar riesgoso para el peronismo. Se estima que en poco tiempo habrá revelaciones sobre el caso Odebretch. En ese sentido se espera con atención el discurso de apertura de las sesiones ordinarias que pronunciará el próximo miércoles el presidente en el Congreso.

En el inicio de la campaña electoral el peronismo no tiene mucho a favor, más allá de las torpezas del gobierno. No tiene los fondos públicos nacionales y de la provincia de Buenos Aires con que se financió durante los últimos 15 años; carece de candidatos que no estén de una u otra manera ligados al kirchnerismo; está fragmentado y sin liderazgo. Pero conserva, en cambio, importantes estructuras de poder como la CGT que lanzó una marcha para el 7 de marzo a la que se plegaron todos, hasta Sergio Massa, a quien definitivamente parece que la brújula se le desmagnetizó.

Los sindicalistas están divididos, por eso habrá marcha y no paro. Sólo los estatales quieren parar, pero los de los gremios más poderosos son opositores hasta cierto punto, porque sus intereses corporativos pesan más que los políticos.

El segundo enclave peronista de peso es el piquetero que volvió a presionar al gobierno con cortes en el centro de la ciudad. Y el gobierno cedió por enésima vez, porque sabe que no puede reprimir como tampoco lo hicieron Néstor y CFK. Nadie quiere repetir la experiencia de Duhalde con Kosteki y Santillán.
El tercer enclave son los gremios estatales con los docentes a la cabeza. Estos van al paro, porque María Eugenia Vidal no aflojó y Macri aceptó enfrentarlos. Es una pulseada entre ella y el kirchnerista Baradel. Habrá que ver quién sale más desgastado. Baradel tiene ya una imagen difícil de empeorar, pero le preocupa poco: no va a elecciones en octubre.

En resumen, la ofensiva hace ruido en los medios, pero tiene un poder político recortado hasta ahora porque el peronismo bonaerense es un hervidero. Los intendentes se fotografían con Máximo Kirchner, mientras Florencio Randazzo, archienemigo de CFK, recorre el espinel mostrando una encuesta en la que aparece con magníficas chances electorales. La ex presidenta mantiene el misterio sobre su eventual candidatura y en el gobierno prenden una vela a cada santo para que se presente en Buenos Aires enfrentando a Vidal. El ruido mediático no les quita optimismo.