El hondo llamado de la literatura

Carta sobre el poder de la escritura

Por Claude-Edmonde Magny
Periférica. 56 páginas

Esta apasionada Carta sobre el poder de la escritura es el breve manifiesto con el que la profesora y filósofa francesa Claude-Edmonde Magny (1913-1966) quiso incitar a un joven Jorge Semprún a abrazar la vocación que, pasados los años y las angustias de la política, la cárcel y la memoria, terminaría por definir su vida.

Fue escrita en 1943. Magny (seudónimo de Edmonde Vinel) se la leyó a Semprún en París la víspera del bombardeo atómico de Hiroshima y se publicó como libro en 1947. Sus escasas páginas obran como una sonda arrojada a la profundidad de las fuentes de la creación literaria ("el punto de partida") con un tono que semeja al de la religión, pero una religión laica de lectores y escritores entregados con alma y vida a la literatura. No en vano Magny recordaba que alguien -un amigo de Semprún- llamaba "homilías" a sus escritos.

La autora veía en la escritura una forma de ascesis que no se conforma con ese estado, sino que debe ir más allá. Es el medio por el que un autor puede "transformar y asimilar recuerdos dolorosos, al mismo tiempo que se construye una personalidad". Fundándose en Keats (escritor que cita a menudo), mencionaba la necesidad de atravesar un "purgatorio ciego" hasta dar con un poema que sea una "trasposición" y "superación" de una experiencia atroz.

Magny reivindicaba la magnificencia creadora de Balzac ("esa grandeza del alma") contrapuesta a la "estrechez" de un Flaubert al que censura por su "apego hacia sí mismo" y por la cerrazón que lo encorsetó en su mítica búsqueda de la "palabra justa". Contrastaba el narcisismo crítico de Sainte-Beuve, que le impidió apreciar a Stendhal, Balzac, Baudelaire o al propio Flaubert, con la lucidez de Gide, que a su juicio resultaba posible porque no se enredaba "todo el tiempo con él mismo, con sus valores, con sus complejos y con su personalidad".

"Nadie puede escribir si no tiene el corazón puro, es decir, si no se ha desprendido lo suficiente de sí mismo". Esa frase, que resume el sentido a la vez práctico y moral de todo el libro, era la que recordaba Semprún al final del prólogo que escribió para la obrita en 1993. El autor hispano-francés se aprestaba entonces a publicar La escritura o la vida, su propia versión de aquel arduo proceso por el cual, superado el exilio, la reclusión en Buchenwald y la desilusionada militancia en el Partido Comunista, había aceptado por fin la vocación de escritor. La Carta... de Magny, intensa, didáctica y culta, tiene el mérito testimonial de haber sido la chispa que encendió aquel fuego.